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sociedad - DOMINGO, 12 DE AGOSTO DE 2007


atentado del 11 de marzo de 2004 archivo

colaboracion / perez martin
 

El perfil de un terrorista

El autor del artículo analiza los motivos
que llevaron a ‘El Tunecino’, a quien trató
en la universidad, a convertirse en terrorista de Al Qaeda e inmolarse en Leganés
 

MADRID
Miguel Angel Pérez Martín
local
@elpueblodeceuta.com

El terrorismo fundamentalista, cuyo principal objetivo es la muerte del mayor número de personas posible y de manera indiscriminada, apareció el 11 de marzo de 2004 en España como una nueva fenomenología del terrorismo. Los atentados del 11 de marzo en Madrid supusieron un punto y aparte en la historia del terrorismo de nuestro país y una nueva amenaza para la cual debemos estar preparados en nuestro inmediato presente.

Sin embargo, a pesar de la gravedad de la amenaza, las implicaciones políticas del 11-M han supuesto que buena parte de las reflexiones, debates, noticias y rumores generados por la clase política y amplificadas por los medios de comunicación, se hayan dirigido a la justificación de la derrota electoral del PP o a la victoria en las urnas del PSOE, dejando en un segundo o tercer plano aquellos debates o aspectos que nos ayudan a comprender cómo se genera, cómo actúa y cómo se puede prevenir este tipo de terrorismo.

Comprender las circunstancias, motivaciones y justificaciones de los autores del 11-M centrándome precisamente en los propios protagonistas de la historia de más concretamente en uno de sus líderes, Serhane ‘el Tunecino’, es el motor de esta historia. Su elección no radica solamente en su capacidad de liderazgo, sino también en mi relación personal con él durante sus años de universidad y mi conocimiento de las circunstancias de su vida para filtrar, interpretar y seleccionar las opiniones y noticias generadas sobre el 11-M.

Adivinar las motivaciones de la célula terrorista del 11-M no apuntan a una única causa, sino a diversas circunstancias y contextos que entraron en conexión en un momento dado, explosionando en el mayor atentado terrorista cometido en nuestro país.

La historia de Serhane


Serhane Fakhet Abdlelmajib, de nacionalidad tunecina y nacido en una familia de clase media-alta, llegó a Madrid a mediados de los noventa para realizar un Doctorado. Cuando llegó a España apenas sabía chapurrear castellano. A pesar de ello era una persona afable, respetuosa, con ganas de integrarse en la comunidad universitaria. De hecho, consiguió renovar su beca de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) varias veces y formar parte de un grupo de investigadores sobre Relaciones Internacionales del cual yo también formaba parte.

Durante su estancia en la universidad dio muestras de un activismo mayor que otros alumnos musulmanes poniendo en marcha diversos proyectos como una asociación islámica de estudiantes, la reserva de un aula como espacio de oración para musulmanes e incluso el establecimiento en España de una emisora de radio en lengua árabe, proyectos que en su mayor parte no llegaron a concretarse.

La tradición familiar y la historia de vida de Serhane no ha podido influir como detonante en su actividad terrorista: su perfil no coincide con el clásico suicida palestino criado en medio de la pobreza y la humillación de un conflicto armado inacabable y que ha sido entrenado o adoctrinado desde su infancia en la lucha contra el ejército de Israel.

Realmente no hay nada en la historia de su vida hasta unos años antes del 11-M que indique comportamientos radicales o militancia en grupos extremistas islámicos. Por lo tanto, su radicalización y la adopción de cierto liderazgo entre un grupo de desencantados se produce de una forma relativamente espontánea pocos años antes del 11-M.

¿Qué llevó, entonces, a Serhane a desear la muerte de los demás y la suya propia? Es común ante atentados como el del 11-M preguntarse si los sujetos que los cometen tienen sus facultades mentales perturbadas.

La respuesta es que no, o por lo menos no en el grado suficiente para que pueda interferir en la planificación, organización y realización de los atentados. Difícilmente una persona con graves problemas psicológicos puede formar parte de un grupo operativo y mucho menos tener la calma y la pericia necesaria para orquestar atentados así. Sin embargo, algunos psicólogos estiman que sí existen sujetos con determinados perfiles psicológicos que son más proclives a realizar actividades terroristas.

Entre ellos se cuentan Kaplan, que afirma que los terroristas lo son porque poseen ciertas características psicopatológicas que facilitan su actividad criminal; Weiss, que siguiendo teorías freudianas también establece vínculos directos entre la psique del individuo y la realización de actos terroristas suicidas; y Jerrold Post, para quien el detonante final en la comisión de delitos terroristas es la pertenencia a un grupo o estructura que adiestra, adoctrina y produce terroristas.

Al analizar el perfil de Serhane desde estas perspectivas podemos extraer varias conclusiones: es cierto que mantenía unas malas y tensas relaciones con su familia, aunque el origen de dichos problemas no tiene por qué deberse necesariamente al complejo de Edipo y, además, este aspecto yo no podría corroborarlo en función de mi información.

“Hostilidad heterosexual”


Otro rasgo psicológico de su personalidad que me llamó la atención fue su capacidad para relacionarse de manera natural con las mujeres manteniendo una actitud de prejuicio, estereotipo y conducta discriminatoria con respecto al sexo femenino que coincidía plenamente con las características de paternalista dominador; diferenciación de género competitiva y hostilidad heterosexual, esto es, considerar que las mujeres tienen un poder sexual que las hace peligrosas y manipuladoras para los hombres.

Serhane cumplía a la perfección ese último patrón de conducta, pero esta actitud ante las mujeres probablemente tenga más un origen cultural que psicológico y tampoco resulta una prueba concluyente de su conversión en terrorista pues la mayoría de los hombres que sufren este tipo de misoginia seguramente no serán terroristas.

A mi juicio el factor decisivo para la conversión de Serhane en un terrorista suicida probablemente tenga que ver más con las circunstancias sociológicas y grupales en las que se desenvolvió.

Intuyo que su radicalización total se agudizó o coincidió cuando empezó a contar de verdad como hombre de confianza para la red Al-Qaeda, aunque ninguna fuente es capaz de dar una fecha exacta sobre cuándo se produjo su definitiva inmersión en Al-Qaeda (pero, de acuerdo con mis recuerdos es aproximadamente a partir de 1999 cuando Serhane comienza a tener comportamientos más sectarios que de costumbre).

En mis últimos encuentros con él parecía flotar y encontrarse en un estado continuo de beatitud. Cualquier tema de conversación que iniciáramos siempre derivaba hacia el Islam, hacia ese Islam idealizado y militante que él destilaba. Fuera del Islam no existía nada para Serhane.

A finales de los noventa su presencia en la facultad era cada vez más esporádica y, cuando ésta se producía, siempre venía acompañado por algunos de sus amigos: Ahmidan ‘el Chino’, Abdala Kounya y los hermanos Oulad, además de algunos otros que se han borrado de mi memoria. Todos ellos se inmolarían en Leganés unos años más tarde.

La verdad es que cuando Serhane venía a la universidad uno tenía la sensación de que llegaba rodeado por una guardia pretoriana, pues apenas se relacionaba con otros estudiantes, y si lo hacían conmigo o con otros compañeros era porque compartíamos el mismo despacho, al cual solían acudir a última hora de la tarde, cuando ya no quedaba nadie, para conectarse a internet, instrumento este último que se ha convertido en una herramienta de propaganda, contacto y adoctrinamiento del terrorismo transnacional y que la célula del 11-M utilizó con asiduidad.

La última señal de que Serhane había elegido el camino del terrorismo probablemente tuvo lugar pocos meses antes de los atentados del 11 de septiembre, cuando casi todas sus pertenencias desaparecieron definitivamente del despacho; seguramente en ese momento ya era un hombre operativo para Al Qaeda.

Un “líder ideológico”


Serhane se había convertido en una especie de líder ideológico entre sus futuros compañeros de suicidio, y razones tenía para ello. Si atendemos a los perfiles de sus amigos ninguno de ellos coincide con el suyo: no tenían formación universitaria, procedían de familias humildes y su misión en España, antes que formarse académicamente como ‘el Tunecino’, era el progreso económico realizando cualquier tipo de trabajo.

Con estos datos está claro que Serhane, de acuerdo con su rango familiar, económico y educativo, tenía ciertas cualidades para tener un cierto liderazgo ideológico, aunque no todo eran diferencias entre ellos. Serhane guardaba ciertas similitudes que reforzaban su relación con el grupo más allá de sus creencias fanáticas: no era un inmigrante de tipo económico, pero sufría la misma problemática que ellos aunque en menor grado. Entre esas dificultades se contaban las limitaciones económicas, complicadas legalizaciones de papeles, dificultad para encontrar trabajo cualificado acorde a sus estudios, su catalogación como ‘moro’ pese a su alto estrato social y el sentimiento de rechazo, cierto o imaginado, que experimentaba por parte de la sociedad española hacia sus valores fundamentalistas.

Pero hay un aspecto clave para que se integrara en Al-Qaeda y tuviera cierto protagonismo en la organización del 11-M: el sentimiento de prestigio, temor o admiración que los miembros de estas redes inspiran en la comunidades o en los círculos cercanos donde se mueven estas células.

Serhane encontró prestigio y liderazgo entre jóvenes musulmanes inmigrantes peregrinando por todas las mezquitas de Madrid, pero no entre los jóvenes musulmanes universitarios. Fracasó en su vida universitaria, pero Al-Qaeda le otorgó un protagonismo.

Hay teóricos que establecen un patrón general del proceso de adhesión a Al-Qaeda sobre cinco pasos:

1) Fuerte filiación social por lazos familiares o amistad en el seno de un grupo de islamistas. Todos los implicados en el 11-M, especialmente los que se inmolaron en Leganés, eran amigos, sobre todo Serhane, Kounya y Ahmidan.

2) El grupo se embarca en un proceso de aislamiento progresivo donde se acentúan las diferencias entre creyentes (nosotros) y no creyentes (ellos). Este proceso lo advertí a partir de 1999, cuando su actitud se volvió cada vez más sectaria.

3) El grupo experimenta una intensificación de sus creencias, culminando en una aceptación sin condiciones de la yihad. Se estructura y se cierra sobre sí mismo.

4) El grupo se somete a los métodos y normas de la red terrorista obedeciendo a un miembro de Al-Qaeda que les sirve de enlace con la organización.

5) El grupo comienza a ser operativo. En este caso seguramente lo fue tras la ‘Operación Dátil’ (2001), cuando fueron detenidos los cabecillas de la red en España y entraron en acción grupos de reserva.

Recuerdo en una de mis conversaciones con Serhane que este criticaba severamente a Occidente por su poca religiosidad, y le pregunté por qué no volvía a Túnez. Él contestó que allí no había libertad, lo que indicaba un fuerte desarraigo cultural y una especie de neurosis cultural. Esa insatisfacción con respecto a su tradición cultural y su rechazo a una sociedad laica se torna en ansiedad que Al-Qaeda utiliza para captar a sus activistas a través de una terapia grupal.

El factor ideológico


La ideología es un factor esencial para la comisión de actos terroristas, pues el asesinato masivo de personas de manera indiscriminada en cualquier cultura es un crimen execrable. Por eso las redes terroristas tienen que imbuir al individuo un sistema de creencias con cierta coherencia que explique y juzgue los acontecimientos de acuerdo a ciertas categorías, identificando muy claramente lo que está bien y lo que está mal.

Serhane tuvo como fuente de inspiración y justificación para el 11-M una doctrina radical derivada del culto salafi. Dentro del movimiento yihadista hay que destacar el papel de los clérigos, que juegan un rol esencial en el aspecto ideológico de Al-Qaeda, pues son los que autorizan y legitiman el asesinato en masa de inocentes y el martirio. Así lo atestiguan los libros que Serhane guardaba en su despacho y, más concretamente, los escritos de dos clérigos encontrados en su ordenador (hallado por la policía entre los restos del piso de Leganés).

Las enseñanzas salafistas y yihadistas son, grosso modo en función de los documentos encontrados, las que inspiraron a Serhane para participar y organizar la matanza de casi doscientas personas inocentes en Atocha, aunque todavía es una incógnita quién fue el clérigo que definitivamente autorizó dicho asesinato: se sospecha que fue alguno con residencia en Londres.

El salafismo radical no sólo representa una amenaza para Occidente (el conflicto de civilizaciones es uno de los conceptos que mejor manera esta secta radical y los yihadistas pretenden justamente eso, un choque de civilizaciones en cuya dimensión sus enseñanzas cobran sentido y sus atentados se justifican): también para la mayoría de las doctrinas y escuelas musulmanas suníes, chiíes y sufíes, pues sus presupuestos ideológicos suponen un atentado contrala diversidad dentro del Islam que no sólo se manifiesta en el aspecto ideal, sino también en el punitivo, pues la práctica del Takfir autoriza el asesinato de musulmanes si estos son considerados impíos.

Colaboración y respeto


Una de las primeras consecuencias de la globalización económica ha sido la inmigración, que ha motivado una extensa comunidad musulmana que vive y trabaja en Europa. Esto ha supuesto para dicha comunidad la necesidad de adaptar el Islam tradicional a un nuevo contexto que tiene poco que ver con su lugar de origen.

El Islam europeo está en un periodo de reflexión sobre sus valores y costumbres, proceso que genera diversas interpretaciones de cómo debe entenderse el Islam y cuáles deben ser sus vías de actuación. Las corrientes radicales dentro del Islam, claramente minoritarias, parecen estar tomando ventaja de esta situación.

El Islam radical tiene una firme base social en Europa y España, como demuestran los atentados de Madrid y Londres. Serhane y sus compañeros, al igual que los suicidas británicos, son únicamente la punta de lanza de esos movimientos radicales que buscan entre miles de inmigrantes aquellos que son más solícitos a sus planes.

La lucha contra estos movimientos debe hacerse en varios frentes: con cooperación internacional en materia de inteligencia; preparando a los Cuerpos de Seguridad del Estado en materias referentes al Islam radical y colaborando y acercándose a las comunidades musulmanas moderadas, que en su mayor parte detestan los atentados suicidas para crear puentes de comunicación y articular planes conjuntos para evitar el radicalismo.

Al-Qaeda ya no recluta a sus terroristas en las madrazas de Pakistán o en los puntos calientes de Irak, Afganistán o Pakistán, sino en los suburbios de cualquier ciudad europea. por lo tanto, las medidas militares no van a servir para eliminar la amenaza. la única solución son unos Cuerpos de Seguridad entrenados para hacerle frente y fomentar la comunicación, conocimiento y respeto entre la Administración, la comunidad musulmana y el resto de la sociedad civil con el objeto de crear los mecanismos y acciones adecuadas que eviten el auge del islamismo radical y la xenofobia contra aquellos musulmanes que son europeos o viven en Europa.
 

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