Dicen que, los visitantes de
nuestra feria de agosto, superan el millón y medio de
personas y por el gentío que se amontona en el Centro
Histórico por las mañanas y en el Real a todas horas, las
previsiones llegan a resultar cicateras. Máxime si, este
año, los bandos y ordenanzas municipales han puesto un
durísimo coto a los chusmones y a la gentuza que desvirtuaba
el espíritu festivo y aflamencado, de Cartojal y pincho de
tortilla, de mucha rumbita y bastantes malagueñas cantadas y
bailadas en plena calle. ¿Qué como se pone coto a los
merdellones y a los rompecojones? Pues primero se define,
con mucha finura , su comportamiento como “incívico” y luego
se hace uso y abuso del derecho de admisión. Que aquí no es
“discriminatorio” sino aceptado y reclamado por la
ciudadanía que quiere disfrutar en paz de la fiesta y no
verse molestada ni incordiada por indeseables. Eso sí, mucha
policía. Y la policía malagueña, tanto Nacional como
Municipal no es para reírse, rectifico, es para que nos
riamos y sonriamos los buenos y los decentes y se caguen por
las patas abajo, dicho sea sin ánimos de señalar, los
gamberros, los chusmetas y los vacilones.
¿Qué me pirro por las FOP? En efecto, me considero una
persona de orden y de vergüenza y mil veces tendría que
vivir para agradecerles el que se jueguen los huevos para
que, la gente normal, pueda vivir sin que se la coman los
criminales o los aprendices de delincuentes, o los
choricetes que quiebran la tranquilidad y no son “víctimas
de…” sino que las víctimas somos los buenos y ellos son los
perversos. Mucha ordenanza, mucho orden y mucho policía: los
despelotados de otros años se ven en la puta calle porque no
se les permite entrar en ningún sitio y la gente, zumbona y
guasona como es, se arrejunta en peñas, por barriadas y se
mandan imprimir camisetas personalizadas con mensajes ad hoc,
a cual más imaginativo y más picante. ¿Qué murmuran? ¿Qué el
vino Cartojal erradica la vergüenza y pone a mear a los
usuarios por las esquinas? Vale, vale, esos eran otros
tiempos, ahora hay más contención, primero porque, las
resacas de Cartojal son de urgencias hospitalarias de lo
malito que te pones y segundo porque, el malagueño, es de
mano rápida y poco aguante y basta que, un borrachazo mire a
la gachí de uno para que se líe una de hostias donde cobra
hasta el apuntador, patean al indiscreto y a otra cosa
mariposa, sin denuncias ni malos rollos. Porque no puede
haber mal rollo en un ferial que, en el centro, se adorna
con una gigantesca portada que son dos biznagas de jazmines
haciendo arco, concurso de ideas, canto a la tierra sureña,
sensibilidad y un poco de recelo ante las feroces críticas
populares si, la portada, no complace a todos. Porque es
importante dotar a la feria de estética y son importantes
los créditos de hasta doce mil euros, a pagar todo el año,
que las familias piden para disfrutar de la fiesta,
comprarse lujosos trajes de faralaes las féminas y vestir de
andaluces los galanes, alquilar caballos o carretas, pasar
todo el día callejeando, entre pique y pique y luego a los
toros, a lucir galanura de mantilla blanca con peineta de
nácar para las señoras y sombrero de ala ancha y puro
apestoso los caballeros. Y de allí al Real, alumbrado por
todas las bombillas del mundo, a pasearse, entrar en las
casetas, que están celosamente custodiadas por los “puertas”
que son garantes del orden público, porque se les ve tipos
bragados y que se lanzan por muchos cordones de oro con la
cabeza del Camarón que lleven colgando del pescuezo.
Rebujito, fino, caipiriña para los salseros, Cartojal para
los incorregibles y vino de Málaga para los guiris que no se
enteran y las agarran de órdago. Esta, en verdad, es una
feria como Dios manda, será que Dios manda que florezcan
biznagas de jazmines en el centro, que el cromatismo de los
trajes sea de pintor impresionista y que vivamos con los
sentidos este sur hermoso que compartimos.
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