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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 15 DE AGOSTO DE 2007

 
OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Divergencias ecológicas

Por Quim Sarriá


Llegué a Ceuta justo para disfrutar de la primera actividad religioso-cultural que organiza la Ciudad: Ntra. Sra. Del Carmen, la Patrona del Mar, como me gusta llamarla.

La verdad es que el viaje no resultó ser un placer. Para comenzar, las medidas de seguridad del aeropuerto barcelonés de El Prat de Llobregat se me antojaron demasiado rigurosas. Me explico, el arco de registro de seguridad para entrar en la zona de embarque está controlado por empleados (no puedo llamarlos miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado porque no lo son) de la empresa de Seguridad contratada al efecto que carecen de la experiencia exigida para esas funciones y su control sobre las personas raya en el paroxismo. Me tuve que quitar los zapatos y hasta hice amago de quitarme el pantalón (me lo enseña la tele con sus anuncios publicitarios tipo Iglesias) todo porque me olvidé del mechero “Zippo” escondido en un bolsillito pequeño del pantalón. Encima va el tío y se lo quiere quedar alegando que es un arma de destrucción supuestamente masiva. No tengo más remedio que dirigirme al guardia civil que supervisa la labor de los “seguratas” que le indica me lo devuelva.

El mal humor ya se ha asentado en mi espíritu, que anda un poco rebelde por haberme levantado a una hora tan intempestiva: las 4 de la mañana… para coger el avión a Málaga de las 6:30.

No voy a narrar los cuatro días que me quedé en Torre del Mar (Málaga) porque eso ya pertenece al ámbito íntimo de uno. Sólo diré que el viaje a Algeciras, en un autocar de la empresa Portillo, hizo que mi espíritu se rebelara aún más de lo que estaba a pesar del relax en el pueblo malagueño. Resulta que es una mentira lo del directo Málaga-Algeciras… para su buen tiempo en Marbella para recoger otros pasajeros. Lo mejor de todo resultó ser la travesía del “charco”. El carnet de socio de la Casa de Ceuta en Barcelona obró el milagro de abaratar el billete de ida y vuelta hasta compararlo con los residentes. El “cacharro” de Buquebus parecía fuera de la OPE, tan pocos viajeros como iban…

Llegado a mi ciudad natal, lo primero que hago es mirar el engendro arquitectónico conocido por “La Manzana del Revellín” que yo lo traduciría como “El Puré del Revellín”… ignoro si alguien habrá puesto antes en consideración la obra arquitectónica y sus efectos medioambientales. No critico la construcción en sí ni la estética de la misma porque todo arquitecto tiene el derecho de crear su propia obra de la forma que quiera. Lo que sí quiero poner en consideración es si no atentará contra el medio ambiente cuando se ponga en marcha todo el entramado de servicios propios de la mastodóntica construcción, a más de que si no repercutirá en el resto de ciudadanos el formidable consumo de suministros que necesitará para su conservación y mantenimiento.

Un conglomerado de bloques de hormigón con menos y poco ajustadas aperturas al espacio necesitará un específico diseño de circulación de aire mediante torres de refrigeración y un consumo excesivo de kilowatios que bloquean la libertad de la naturaleza por la emisión de gases y de calor al espacio configurando, supuestamente, un atentado ecologista a más de que la empresa suministradora de electricidad tendrá que redoblar su producción que, con el tiempo, repercutirá en un alza de precios con lo que el conjunto total de la ciudadanía se verá afectada. Y esos que muchos ceutíes hacen control económico de sus gastos domésticos. Todo lo que opino aquí es en supuestos, por cuanto no puedo opinar firmemente hasta no ver terminada la obra.

Volviendo a mi yo, regresé al hotel para cambiarme y presenciar con mi mujer e hijo el tradicional acto religioso de la Virgen del Carmen. Tenía previsto acudir a la Almadraba, procesión de imperecedero recuerdo, porque así lo había acordado con mi amigo, el presidente de la Casa de Ceuta en Barcelona, pero un problema familiar del mismo anuló mi intención de ir allá. Decidí presenciar la de “los ricos”, como me indican algunos paseantes, y en plena plaza de África saludé al Presidente Juan Vivas (no pecaré otra vez llamándole Juan Luís) y que por las circunstancias del momento no pude alargar el encuentro con nuestro mandatario como había sido mi deseo.

Mientras la procesión seguía su curso, tuve que cargar con una pequeña tropa de niños y llevarlos a comer hamburguesas cerca del Poblado Marinero. Los padres del resto de componentes de esa pequeña tropa tenían unos compromisos y me pidieron les ayudara. Acabé tan mareado y fastidiado físicamente de tanto correr detrás de uno y otro para que no se escaparan, hasta que tuve que ponerme en plan general franquista para que se quedaran quietos y se comieran sus hamburguesas sin más alteraciones del orden público. Menuda juerga se pegaron los críos. El mío incluido.
 

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