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OPINIÓN - JUEVES, 30 DE AGOSTO DE 2007

 
OPINIÓN / ESCRITOS DURANTE EL CAMINO

Escribir sobre escritos

Por Quim Sarriá


Como recurso del articulista, de cualquier articulista, para llenar líneas de su escrito, cuando carece de ideas para moldear el mismo, es recurrir al tiempo climatológico reinante en el momento de raspar la pluma sobre el papel. A pesar de ello, es uno de los temas que más rondan en las conversaciones de la gente cuando no saben qué decirse después del saludo de rigor.

No se preocupen, no voy a soltar andanadas de tinta sobre los cambios climáticos porque esos están a la vista de todos y son susceptibles de ser interpretados al respectivo gusto de cada uno.

Como soy tal como soy así, nada ni nadie puede detener o cambiar mi forma de ser. La vida, dura en diversos episodios de mi ya largo camino hacia la meta marcada para todos los humanos sin excepción, me ha forjado tal como soy. Llevado por esa franqueza que siempre sale de la profundidad del ente que soy, acostumbro a expulsar cualquier peso que aumente de mala manera el de mi cerebro y que conlleva, como daños colaterales, una producción indeseada de llagas estomacales que, de no resolverlo, se transforman en dolorosas úlceras que, a la larga, hacen malvivir a quienes las padecen. Esta misma forma de ser mía ha impedido que arraiguen esos malditos bichos que corroen las entrañas, se llamen como se llamen. En otras palabras: se llama depresión.

Acabo de recibir el primer amago de tirón de orejas por mi tendencia a escribir de manera muy crítica sobre otros articulistas y que, dicha sea la verdad, no sale, esa manera de escribir mía, a la luz… tal vez porque existe una censura previa. Ello no resuelve el problema de quienes se amparan en seudónimos y, a veces, me atacan sin orden ni concierto en los miles de foros “internetianos”, llamados hoy digitales. Pero como, normalmente, prefiero ser apaciguador, pacifista o como quiera que se llame, dejo correr el asunto… como con una cortina de humo.

Aunque solamente quería rebatir ciertas tendencias a exagerar y mentir sobre temas candentes de actualidad basados, precisamente, en la libertad de expresión que nos ampara nuestra Constitución. Exactamente por esa misma libertad, algunos que despotrican contra esas mismas libertades, se aprovechan de ello para seguir despotricando con inmisericordes invectivas que a nada conducen. A nada conducen dada la bajeza del despotricante de turno, que solo acepta esa libertad de expresión y no acepta el resto de libertades democráticas. ¿No te jode?

Quitado este peso de encima, mi mente queda clara y diáfana para recomenzar unos Escritos durante el Camino que quedaron en un punto ficticio de abandono y que recomienzo con narraciones de historias verídicas. Abandono, temporalmente, la redacción de artículos novelados y con personajes ficticios para entrar, de lleno, en una crónica real pero con nombres suplantados por eso del derecho a la intimidad. Quedan advertidos, quienes se consideren por aludidos, para que sepan que sólo saldrán a la luz pública por su propia iniciativa personal, nunca por mí mismo.

Ello no quiere decir que deje de lado Las Notas del Quim, seguirán saliendo como hasta ahora. Los Escritos durante el camino saldrán, si no existe impedimento alguno por parte de los “jefes”, los jueves. Así podré dejar descansar a mis células grises en su afán por recordar aquellos tiempos que no volverán. Las opiniones no cansan… salen solas.

Si bien no me canso de escribir, me sale de manera tan fluida como el sudor en días de levante, si me canso de no hacer nada y el no hacer nada me trae situaciones que de otra manera no las habría sufrido. Me refiero con éste párrafo a un hecho que me ha ocurrido mientras tomaba un ardiente té moruno en uno de los bares de la Gran Vía ceutí.

Resulta que estaba pasando la tarde leyendo las curiosas noticias desarrolladas a cuenta de los políticos locales en El Pueblo de Ceuta cuando un mendigo, que siempre anda rondando la zona, se para delante de mí y queda mirándome fijamente, tan fijamente que yo me autopreguntaba si tenía intención de hipnotizarme. Cual no sería mi sorpresa, acompañada por un sobresalto, cuando inesperadamente el mencionado mendigo introduce, rápidamente, el dedo índice de su mano izquierda en el vaso del té moruno. Verdaderamente me hipnotizó. Casi no conseguía contenerme ante tamaña acción, pero un punto de lucidez me hizo comprender que el tipo no es precisamente lúcido. Lo dejé correr, no le dije nada. Hice que me cambiaran el vaso por uno nuevo.

Esta anécdota implica un hecho puntual de atención por cuanto a cualquiera puede pillarle un acto inesperado y fuera del mundo de la lógica. Tan fuera del mundo de la lógica como esas intenciones de los llamados terroristas etarras, que para mí no son más que asesinos de cerebros vacuos y plenamente miserables.

Por lo demás, la vida continúa igual. Turistas, pocos, que vienen y van. Moros, muchos, que vienen y se quedan. Tribulaciones, muchas, de nuestros políticos que parecen liarse la manta a la cabeza con declaraciones sin pies ni cabeza acerca de temas candentes de tan fácil solución que no entiendo porqué no hacen resoluciones en los plenos de la Asamblea. Funcionarios municipales, poquísimos pero influyentes, que parecen vivir en el pasado del café con leche de tres horas. Policías locales, casi todos, que lucen palmito a mediodía pero que se ausentan a medianoche y ello permiten a jóvenes, alocados motoristas, hacer el caballo con sus máquinas en plena Gran Vía, con sus cerebros desprotegidos al no llevar casco, en chulerías ante jovencísimas chicas minifalderas sin bragas.

Un buen amigo mío me expresó, en cierta ocasión, que la ciudad es el culo del mundo… ¿tendrá razón mi amigo?
 

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