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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 12 DE SEPTIEMBRE DE 2007

 
OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

El correr de la vida

Por Quim Sarriá


El taxista, musulmán, me lleva a la Terminal del puerto conduciendo su flamante Mercedes de manera tan lenta, tan lenta que me dispara los nervios. No le digo nada y le dejo hacer, llego a la Terminal un poco nervioso porque la hora de partida del Avemar Dos es ya.

Para colmo, de tanto sulfurar el sistema nervioso, la empleada de Buquebus que expende las tarjetas de embarque tiene el día tonto o vago. Mientras los viajeros esperamos en la cola para que nos entregue la tarjeta, esa empleada desvergonzada no tiene ni la más mínima consideración con los clientes y se mantiene leyendo el periódico dominical en la mesa justo delante de las narices de los desconcertados pasajeros. Pasajeros desconcertados como uno mismo, conocedores de los retrasos que imponen las medidas de seguridad antes del embarque.

La empleada que atiende la venta de los billetes le llama la atención a lo que la sinvergüenza responde que se esperen un ratito –por muy bajito que hablaran, tengo una gran facilidad de captación del movimiento de labios- mientras continúa ojeando el periódico. Al cabo de tres minutos, y de manera perezosa, se acerca a la ventanilla; coge mi billete y lo mira y remira un rato largo. Se levanta del asiento y se vuelve a acercar a la mesa donde está reposando el periódico; repasa unos documentos que están apilados en una caja, lo que le lleva un rato largo, y luego coge un teléfono de esos antiguos con antena (tal vez un walkie-talkie) y un montón de sobres que están apilados en un rincón de la misma mesa. Se acerca a un armario ubicado en un rincón del despacho y mira y remira una serie de carpetas colocadas en dos estanterías sin tocar ninguna; coloca los sobres sobre un espacio libre del mencionado armario y regresa a la ventanilla. Vuelta a mirar y remirar mi pasaje, intenta hablar por el teléfono de marras y al fín se decide a actuar; coge mi pasaje y saca fotocopia del mismo. La dejo hacer, sin decirle nada, porque no me cabe duda, a esas horas, de que esa empleada de Buquebus está mal de la cabeza. Por fin me entrega la tarjeta de embarque tras unos malos quince minutos de inútil espera.

Lo no raro es que a los demás pasajeros no les hace fotocopias de sus respectivos pasajes. Parece como si fuera una lectora que odiara, con toda su alma, a mis artículos o bien que mi cara le sonara a alguien conocido que la despechó en su día. Ni la conozco ni quiero conocerla, desde luego, tal persona merece estar en el almacén, limpiándolo, que no ante el público. No es consciente, ¿o sí?, del perjuicio, a ella misma y a la compañía para la que trabaja, que habría causado si el catamarán hubiera partido sin los pasajeros que esperaban pacientemente en la cola.

Ya no me cabe duda de que Ceuta es otro mundo; un mundo donde los empleados le dan más importancia a un café con leche o a la página tal de cual periódico, antes que a las personas. El desprecio hacia sus semejantes es de órdago y ello dice mucho de lo malo que resulta. Que a estas alturas del siglo XXI sigan existiendo todavía esa gente miserable, puesta al servicio del público, conlleva un sentimiento de asco que si no va a más es merced al aguante de la gente para no empeorar sus propios momentos importantes.

Por otro lado, y en otro concepto, me alegro mucho que algunos de mis artículos tengan repercusión en la ciudad. Al de los moteros a caballo y sin casco por la Gran Vía respondió las autoridades locales con puesta a punto de lo que se tiene que hacer en éste y todos los casos; al que trataba sobre el “estercolero plástico y neumático” del Tarajal, otro medio de comunicación se hizo eco y con la idea montó un artículo-reportaje de vídeo…, bueno, sobre ello no pretendo presumir absolutamente de nada. Creo firmemente que muchos y buenos articulistas deben salir del “armario” (no me refiero al de los gays, que quede claro) y escribir sin miedo alguno. La propia Constitución los respalda y, mientras no digan mentiras, ni calumnien, ni insulten groseramente, deben y pueden narrar cualquier asunto anormal. Hoy por hoy están algunos que se pueden contar con los dedos de media mano. Me alegro por ellos y les felicito sinceramente, con éste deseo de que no muerdan la pluma.

Cansados estamos, de verdad y muchos se muerden la lengua, de que nos miren a los caballas como gente de un mundo inferior. No digo más. Si hay articulistas que escupen fobias contra gente y entidades con la mentira y la falsedad por delante… ¿por qué no puede haber articulistas que escriban con la verdad y la franqueza por delante?

Las posturas de gente como las que he descrito son propias de países tercermundistas; con dirigentes déspotas y con sus subordinados dedicados a la “mordida”, en una amplia visión de aquellos tiempos que Arturo Pérez-Reverte describe, con exacta definición, en las novelas de Alatriste: esquilman los derechos de las personas mientras glorifican a Dios. Menudo mundo aparte.

Gritar que Ceuta es española cuando funciona de manera bastante distinta a las ciudades del país… es de guasa. Se acerca más a un feudo condal donde todo se divide en partes, siendo las principales tres cuartas para los señores de la ciudad, el resto se queda para quienes tenga el valor de extender la mano. Sería un milagro que no resultara cortada, habida cuenta de que el tiempo no parece cambiar en esta Ceuta que es otro mundo. Otro mundo en el que no existe el IVA pero sí otro impuesto del 4%... y encima a vivir del cuento.

¿De qué vivo yo?... de medrar mendrugos podridos desde luego que no.
 

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