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OPINIÓN - DOMINGO, 16 DE SEPTIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / SNIPER

Los Mormones y la otra matanza del 11-S
 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

El ajetreo del proceso electoral marroquí (aun sin cerrar, pues ayer sábado y de forma incomprensible todavía no se conocen oficialmente los resultados definitivos) ha dejado en la cuneta el aniversario del macroatentado del 11-S, algunas explicaciones pendientes (hay datos que siguen sin encajar) y la fantasmagórica aparición de Osama Ben Laden reivindicando la autoría. También un recordatorio a otra matanza en suelo norteamericano, precisamente otro 11-S, perpetrada por los Mormones (actualmente agrupados en la ‘Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”), movimiento sectario con una particular versión del cristianismo basada en la predicación de Joseph Smith (1805-1844) y su infumable obra “El Libro del Mormón. Otro testamento de Jesucristo” (1830), publicado por primera vez en España en 1886.

El 11 de septiembre de 1857 y en el proceso de colonización del “Far West” (Lejano Oeste), una caravana procedente de Arkansas integrada por unas 150 personas (entre ellos numerosas mujeres y niños) atravesaba la Gran Cuenca, Estado de Utha, inhóspita tierra formalmente mexicana entregada al naciente país de las barras y las estrellas por el Tratado de Guadalupe Hidalgo y en la que, diez años antes, se había asentado la fanática secta de los ‘Mormones’ instaurando una férrea dictadura religiosa, teñida de teocracia y con ribetes cosmogónicos abiertamente racistas, causante de varias guerras civiles en Illinois, Missouri y Utah. Al amanecer de otro 11 de septiembre las cuarenta familias de la caravana, conducidas por su guía Alexander Fancher, alcanzaban ‘Mountain Meadows’ (Las Praderas de la Montaña), cerca de la frontera con Nevada. Los fanáticos mormones dirigidos por su líder Brigham Young (los historiadores no se han puesto de acuerdo sobre su participación, directa, en la matanza) inducen primero a la tribu de indios “Paute” a hostigarlos, para después y con engaño (se ofrecieron a escoltarlos a cambio de sus bienes), masacrarlos fríamente en una escalofriante y calculada matanza (no descubierta hasta dos años más tarde por la Caballería de los Estados Unidos) conducida por John Higbee: divididos en tres grupos (hombres por un lado, mujeres y adolescentes en otro, más un tercero con niños pequeños) y al grito de “¡Cumplid con vuestro deber!”, los hombres fueron asesinados y las mujeres sacrificadas, no sin antes ser salvajemente violadas; los niños supervivientes fueron entregados a familias mormonas. El crimen nunca fue oficialmente perseguido; los mormones siguen controlando Utah e, incluso, prominentes políticos de esta secta forman parte de la vida política norteamericana. Activos misioneros, se les ve de vez en cuando en parejas (siempre hombres, de tez blanca y pulcramente vestidos con camisa… blanca) propagando las miserias de su desnortada fe. En Ceuta recalaron hace un tiempo y no me extrañaría que dejaran, por algún rincón, la simiente de su oscurantista ideología religiosa.

Por todas las partes y en todos los tiempos, al amparo de la respetable idea de “Dios”, el ser humano ha ido desarrollando fenomenologías religiosas con rasgos opresivos y patológicos de los que, seguramente, se librará el Buen Dios… pero no los hombres, claro que si han sido creados a su imagen y semejanza… ¡no sé a donde vamos a parar!.
 

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