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OPINIÓN - DOMINGO, 16 DE SEPTIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / VERBA SEQUENTUR

Socialismo y banca. Un cóctel poco recomendable
 


Miguel Massanet Bosh
miguelmassanet@elpueblodeceuta.com

 

No lo puedo evitar, siempre me han reventado estos grandes potentados, estos modernos caciques que tienen a sus pies a miles de empleados y que parece que están por encima del bien y del mal. Siempre he sido de derechas y, sin embargo, sé distinguir a aquellos que, como yo, son de derechas porque defendemos un estilo de vida basado en el esfuerzo, la igualdad de oportunidades, la valoración del estudio y la distinción entre aquel que tiene más méritos sobre el que no los tiene; pero, cuando se llega, como en todas las cosas de este mundo de desgracias, al punto en el que se sobredimensiona la personalidad, se explota la supremacía sobre los demás en beneficio propio y, en perjuicio de aquellos que colaboran directamente en lograr el excesivo enriquecimiento de una persona; entonces siento que se me enciende la sangre y me entran ganas de gritar ¡basta!.

 La lealtad es una de las palabras más hermosas del idioma castellana. Su significado podríamos decir que es una de las máximas virtudes que puede tener una persona, porque la honra, la dignifica y la sitúa en el plano de aquellos que tienen derecho a gozar de la estimación de los demás. Cuando esta lealtad se aplica a los principios del individuo, sus propias ideas y sentimientos y a una norma de conducta encarrilada al bien y al progreso de los demás; entonces podemos decir de aquel que la atesora que es consecuente con su pensamiento, que honra a los suyos y que es persona de fiar. Pero vean por donde, desgraciadamente, es un bien que abunda poco, más bien escaso, y que a determinadas alturas del poder, de la riqueza o del egoísmo es muy difícil encontrarlo. Recordemos las palabras del Nuevo Testamento cuando el señor habla de la dificultad de los ricos para entrar en el Reino de los Cielos y la compara con el obstáculo, casi insuperable, de que un camello pase por el agujero de una aguja (al parecer se refería a unas pequeñas puertas, para el tránsito de peatones, abiertas en las murallas de Jerusalem). Es por eso que, cuando veo a los máximos representantes de la banca, la industria y la sociedad opulenta – aquellos que, en teoría tendrían más a perder en una sociedad socializada “comme il faut”– pastelear con los políticos se me ponen los vellos como escarpias.

 Seamos serios, ¿qué se le ha perdido al señor Botín zascandileando con el señor Zapatero? y ¿qué se le ha perdido al frentepopulista ZP haciéndole la pelota a Botín? No tengo la menor duda de que, ambos, iban en busca de sacar algún beneficio. Pero que el ricachón de Botín le ande haciendo la ronda al lider socialista parece rarillo ¿No les parece que más bien este señor debería tirar a las derechas? ¡Ay, amigos! Pero es que no saben ustedes que en las grandes alturas, en el Olimpo de los diosecillos económicos no hay derechas ni izquierdas, sólo hay un partido único: el poder del dinero. Si señores, el poder de hacer y deshacer; de poner caudillos de izquierdas o de derechas; de favorecer rebeliones o de imponer dictaduras; de crear recesiones o de hinchar bulos, y todo ello para su exclusivo benenficio. Ríanse ustedes de los Masones, los Iluminati o los caballeros Templarios; no eran más que aprendices de tercera ante estos colosos de las riquezas. Y esto me lleva a mi segunda pregunta ¿qué estaría buscando un Zapatero tan sonriente, tan sumiso, tan meloso y tan mister Bean, en compañía del que debería ser su enemigo secular? Pues muy sencillo, amigos míos, basta que nos paremos a reflexionar un poco y no tardaremos en encontrar el quid de la cuestión. Veamos, se acercan unas elecciones generales; el partido socialista, aunque saca pecho, no las tiene todas consigo: lo de la ETA, lo de Guadalajara; lo de la Maleni; lo del Caldera; lo de Arenillas y las opas; y ahora lo de las hipotecas, no, en realidad no tienen nada clara una victoria. Les hará falta mucho dinero para untar a quienes les convenga, para propaganda; para hacer, antes de que llegue el momento de ir a votar en las urnas, algunos apaños que les sirvan para dorarles la píldora a los indecisos; en fin, que necesitarán una pasta gansa de la que, probablemente, no disponen en la actualidad. ¿A quién acudir para pedírselo? y, además, para que no les pidan intereses y, si puede ser, como Montilla con el préstamo de la Caixa, que acaben por regalárselo? Pues, claro, ¡al señor Botin que tiene las faltriqueras desbordadas de euros!. ¿Qué es un cochino explotador de los trabajadores? No será tanto, no será tanto, ¿qué es un burgués como la copa de un pino, que vive a cuerpo de rey, mientras existen tantos pobres que no pueden comer? Anda, anda, que ahora no son momentos de demagogias, en estas circunstancias se impone lo pragmático, porque se trata de eliminar a la derecha,; ya sabes que, para engañar al populacho, siempre hay tiempo; no me vengas tú con minucias que, de lo que nos dé Botin, dependerá el que continuemos montados en el machito ¿o es que quieres tener que volver a trabajar? ¡No, no, eso no, de ninguna manera! ¡Pues, entonces, cállate y prepara el saco!

 No, señores, no se rompan ustedes la cabeza ni se dejen engañar por los cantos de sirena de esta farándula jacarandosa ni por los gritos de los antisistema ni por las arengas del señor Blanco o las salidas de tono de López Garrido: todo falsedad, todo de cara a la galería, todo cohetes destinados a ciudadanos que, todavía, no saben que, cuando les prometen viviendas quieren decir que no las verán en su vida; cuando les prometen pagas a las mujeres quieren decir que lo que deberán hacer éstas, si quieren sobrevivir, será romperse la espalda trabajando. Todo está convenido, todo está pactado, los que tienen el poder, los que manejan el dinero, tienen la clave para tenernos cogidos en el cepo. Ustedes no se preocupen y tengan por cierta una cosa: si Botín o cualquiera de los de su casta, están hablando con Zapatero y el sonríe ¡tate!, ya han llegado a un acuerdo. ¿Y ahora qué? Pues, ¡sálvese quien pueda!
 

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