PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - MIÉRCOLES, 26 DE SEPTIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

La sentencia
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

He seguido con atención el juicio celebrado contra el ex delegado del Gobierno, Luís Vicente Moro; el ex comisario jefe de la Policía, Alejandro Valle y el jefe de prensa de la Delegación del Gobierno, Roberto Franca. Pero jamás tuve la osadía de hacer el menor comentario al respecto. Por más que en las ciudades pequeñas, y Ceuta lo es, a pesar de tener problemas de urbe grande, uno suele participar en conversaciones donde salen a relucir comentarios que bien podrían merecer atención para quien escribe.

En este caso, hablo de conversaciones mantenidas, años atrás, cuando yo accedía a ciertos despachos, de higos a brevas, pero que resultaban muy sabrosas. Recuerdo una en la cual se me pedía que hablase de los errores que podría haber cometido Juan Vivas, durante su época de funcionario y, sobre todo, como directivo de la Agrupación Deportiva Ceuta. Recuerdo otra donde se me alentaba a tirarle al degüello a Jesús Fortes. Y no faltó la que se me incitaba a hacerle pasar un mal trago a José Luís Morales.

Me hicieron otras muchas más propuestas de esa índole con el único objeto de meterle las cabras en el corral a quienes interesaba convencer de que tenían que someterse a la voluntad de cualquier cacique trasnochado. Me consta que ante mi negativa a colaborar en trabajo tan indigno, se dijo de mí que yo era un tipo aferrado a mi poca independencia y que no había manera de conquistarme para realizar trabajos de alcantarillas.

Aunque bien pronto se fijaron en otras personas, llenas de ambiciones y deseosas de medrar, cuya entrega al servicio de los deseos del cacique de turno, no admitiera discusión. Y de entre ellas surgió la que durante mucho tiempo sirvió para contar las desgracias ajenas de los cargos que le venían ya dictadas. Y de ese modo el cacique, el gran jefe, les zurraba la badana a sus subordinados de manera indirecta y desde la plaza pública. Sin quemarse ni mancharse lo más mínimo. Al menos así lo creía él. Un juego que tenía tantas dosis de suciedad como de peligro.

Y cuando a mí se me contaba, por parte de quien se sentía ufano de jugar a esa especie de ruleta rusa, lo bien vista que estaba la persona que él había colado en las redes del poder, siempre le respondía lo mismo: día llegará en que se arme la marimorena. Y habrá personas que sufran las consecuencias desgraciadas de una forma de actuar que terminará desembocando en tragedia.

Todo ello lo he pensado durante la celebración de ese juicio cuya sentencia se ha conocido ayer. Una sentencia que me ha producido una enorme satisfacción porque se ha hecho justicia con un juez a quien admiro. Y, desde luego, porque mi afecto por Fernando Tesón es evidente, desde que nos presentara un amigo común un día de hace ya muchos años.

No obstante, las desgracias ajenas siempre me causaron el trastorno consiguiente. Y no cabe la menor duda de que los condenados estarán pasando su particular quirinal. El vía crucis correspondiente. Aun no siendo la sentencia en firme y pudiendo recurrir al Tribunal Supremo.

Pero lo peor, de todo este asunto, está en la muerte de Elena Sánchez. La cual, desde que se vio implicada en algo tan feo, jamás consiguió vivir tranquila. Le pudo el miedo a tenerse que sentar ante los hombres de las puñetas en la bocamanga. Y la incertidumbre le rompió el corazón. Muerte súbita…
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto