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OPINIÓN - JUEVES, 27 DE SEPTIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

Adolfo Suárez: 75 años
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

Parece que fue ayer cuando Su Majestad el Rey “nombraba” presidente del Gobierno a un abulense de Cebreros, Adolfo Suárez González.

Era la sorpresa del recién comenzado verano de 1976, ocho meses después de la muerte de Franco, y casi nadie hubiera apostado por él.

Había “vacas sagradas” con más nombre, que estaban en las quinielas de los especuladores de la prensa y que tenían más papeletas, aparentemente, para ser sucesor de Carlos Arias.

El Rey optó por algo nuevo, pero que no procedía de la calle, sino que conocía igual, o mejor, que cualquiera, los entresijos del régimen que poco a poco iba declinando.

Suárez era entonces un hombre joven, con muchas posibilidades por delante y con una buena parte de su vida metido en el régimen, en cargos de responsabilidad y en los organismos más significativos de la política de aquellos años.

Su labor era dura, tenía que desmontar el sistema desde dentro y para ello las propias Cortes franquistas tendrían que hacerse el “hara kiri”. Tuvo habilidad, tuvo intuición y, aunque dentro tenía más detractores que fuera, con él se vivieron los años más ilusionantes de la democracia, tras el régimen de Franco.

Había una lacra, no lo podemos olvidar, una lacra que aún no ha terminado, el terrorismo de ETA, y aún así logró una serie de objetivos muy importantes: convocar a Cortes, antes de un año, desde que fue nombrado presidente, ganar por dos veces las Elecciones Generales, conseguir que se elaborara una Constitución moderna y reconocer, ¡¡ lo que son las cosas!!, al mismísimo Partido Comunista de Santiago Carrillo.

Todo este bagaje debería ser suficiente para que Adolfo Suárez pasara a la historia, como un gran estadista, amante del consenso, dialogante y con buen tino para las necesidades del país.

El terrorismo y los sueños de utopías de algunos le machacaron y un día, sin aspavientos, con cortesía y con la hombría de todo un caballero, se fue.

En su semblante se denotaba que algo serio le había forzado a dar ese paso. El no dio pistas, no dio nombres y prevaleció el interés del país a los intereses de partidos o de personas de partido.

Hace un par de días Adolfo Suárez ha cumplido 75 años. Una dura enfermedad le tiene atrapado desde hace varios años.

Hoy Suárez no sabe donde vive, no sabe donde está, en su mundo debe ser feliz, pero una felicidad que él no buscaba y así no la merecía, aunque sea una felicidad que no pudo disfrutar en sus años de presidente, porque no hemos tenido un presidente más honrado en los años que llevamos de democracia, tras la muerte de Franco, y sin embargo no ha habido ningún presidente que haya sido más atacado injustamente que Adolfo Suárez.

Quienes le conocimos, por aquello del paisanaje, antes de ser presidente, disfrutamos por su nombramiento, sufrimos con los ataques que se le lanzaron desde todos los frentes, incluso desde su propia UCD, y ahora, lo único que podemos hacer por él es recordarle con cariño, y pedir, en nuestras oraciones, para que esa enfermedad no le haga sufrir tanto como le hicieron sufrir muchos de sus correligionarios.

Tuvo pocos, pero buenos, amigos, muchos se acercaron a él para intentar sacar algo, pero nunca se vendió al mejor postor.
 

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