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sociedad - MIÉRCOLES, 3 DE SEPTIEMBRE DE 2007


musulmanes orando. archivo.

reportaje
 

El hombre

Aspectos generales sobre la
esencia básica del Islam (I)
 

CEUTA
Redacción

local
@elpueblodeceuta.com

Conforme a los hechos corresponde decir:

Al igual que en otras religiones, ocupan en el Islam los intereses del hombre un puesto destacado.

El Islam ve al hombre –como muchas religiones monoteístas, y sobre todo el judaísmo y el cristianismo- como “criatura de Dios” y vicario de Dios en este mundo.

A la creación del hombre se antepuso, según el Corán, la objeción de los ángeles, los cuales veían en el hombre una criatura que sembraría discordia y vertería sangre. Dios evita ese conflicto, de manera que le infunde al hombre /Adán conocimientos sobre la creación entera y con ello lo coloca sobre los ángeles:

El (Dios) dijo : “Realmente , yo sé lo que vosotros no sabéis”; y Él enseñó a Adán todos los nombres, después presentó éstos a los ángeles y dijo y dijo: “¡nombradme los nombres de esas cosas, si sois sinceros!” Ellos dijeron: “alabado seas Tú. Nosotros no poseemos ningún conocimiento fuera del que Tú nos has concedido; en verdad, Tú eres el Omnisciente, el Sabio de los sabios”. Él habló: “¡ oh Adán, nómbrales sus nombres ¡”. Y cuando éste les nombraba sus nombres, dijo Él: “No he dicho yo, que conozco lo secreto del cielo y de la tierra, y que sé lo que vosotros habéis mostrado y lo que habéis ocultado” (sura 2, 30-33).

Como señal de su subordinación, exigió Dios de los ángeles que se arrodillasen ante Adán. Todos menos el Ángel Mayor, Iblis, el cual se creía de rango superior al hombre, siguieron esa exhortación. Como consecuencia, se desarrollaría una enemistad entre Iblis y el hombre, la cual amenazaría a todo hombre durante toda su vida.

Como una de las primeras tentaciones de Iblis, del demonio, presenta el Corán la seducción de nuestros primeros padres a quebrantar el mandato de Dios en el Paraíso de acercarse a un árbol. Esa desobediencia de Adán tuvo como consecuencia la expulsión del hombre y de Satanás del paraíso. Adán se arrepiente de sus pecados y Dios perdona. Esa relación de arrepentimiento y perdón es decisiva para la concepción coránica de la relación entre el hombre y Dios.

La esencia del hombre como criatura de Dios está, pues caracterizada por una inmediata, directa comunicación con Dios.

El hombre asume la responsabilidad sobre el resto de la creación. Él debe conservar y no destruir su entorno (el entorno universal, mejor dicho: el mundo que él comparte con los demás seres, al que también pertenecen los seres celestes).

En ese sentido se caracteriza al hombre como jalifa (= representante) de Dios.

Describiendo el acto de la creación, el Corán muestra con toda claridad el libre albedrío del hombre como condición imprescindible para la comunicación entre Dios y hombre. (véase suras 2,30 y ss.; sura 20,116 y ss.; sura 7,11 y ss.).

Según el Corán el hombre debido a su deficiencia, está expuesto constantemente a la tentación de Satanás. Por ella él no puede prescindir de la rahma (misericordia) de Dios y de su disposición al perdón.

La grandeza del hombre consiste en que él puede decidirse por Dios o por Satanás en virtud del libre albedrío que se le ha concedido, o sea, que con la ayuda de la rahma de Dios, puede ir desarrollando en el trayecto de su vida su disposición a “la orientación a Dios”, otorgada en su creación (din al-fitra, véase sura30,29).

La misericordia de Dios se manifiesta también en su asistencia al hombre en todos los campos. Esa asistencia es expresada con el término rabb (= señor) y precisa la relación real de Dios con el hombre, quien es caracterizado como ´abd (servidor).

El término rabb implica también las nociones de formación y “recta guía” (comparar la palabra hebrea Rabbi). Solamente en esa relación con rabb puede ser entendida la palabra ´abd correctamente. ´Abd no significa “criado” o “servidor”, el cual actúa en provecho de su señor, sino alguien que para el desarrollo de su disposición dada por Dios solicita su inmensa asistencia.

La confianza en la voluntad protectora de Dios, plena de sabiduría, ayuda al musulmán a protegerse de los miedos ante todas las otras “fuerzas”.

Uno de los principales malentendidos sobre el Islam se basa en la inadecuada que resulta la comparación de la voluntad divina con la humana. En efecto, la omnipotencia divina y su voluntad se refieren a la constante y protectora fuerza creadora de Dios, mientras que la libre voluntad del hombre es la condición indispensable para el cumplimiento de la responsabilidad que se le ha conferido ante Dios, ante sus semejantes y ante su entorno universal.

Con la valoración que se hace de la relación entre la autonomía en la voluntad de Dios y la libre voluntad del hombre está relacionada otra problemática, la cual da pie a errores sobre la imagen coránica del hombre: el fenómeno islámicoal-qada`wa l-qadar (decisión y realización). Esto significa, desde el punto de vista islámico, una presencia constante de Dios, que acompaña las decisiones del hombre. Con frecuencia se interpreta esto negativamente, como una predestinación privadora de la libertad, y se equipara a un fatalismo y creencia en el destino. Pero Muhammad no anunció un destino impersonal, sino un Dios creador personal y no abstracto, el cual, diligente, pone atención en sus criaturas.

Como prueba para ejemplarizar el principio de predestinación islámica se alude con frecuencia al versículo coránico (17,13) que a continuación se cita, dentro de contexto total:

“ Y a cada hombre le hemos asegurado su ta`ir (esto es, su presagio o su suerte formados a través de sus obras, o bien de sus delitos) a su cuello, y queremos sacar para él el día de la resurrección (de los muertos) un libro que se le será presentado abierto –nosotros le hablaremos: “lee tu libro, tú mismo debes juzgarte hoy”. Quien ha ido bien encaminado, ése solamente está bien encaminado por su propio bien, y quien yerra el camino, ése se extravía solamente en su propio perjuicio. Y de ninguna manera debe llevar un alma agobiada todavía otro lastre. Y nosotros no castigaremos antes de que hayamos enviado un profeta”.

Evidentemente muestra ese versículo coránico que no se trata, pues, aquí de un destino, Kismet, anteriormente determinado, el cual Dios ha impuesto a la fuerza al hombre, sino de una suerte que el hombre, pleno de responsabilidad, ha conseguido a través de su propio comportamiento. De ese versículo del Corán se desprende también claramente que a cada hombre en particular, como criatura única, le ha sido concedida la responsabilidad para su libre elección entre fe (“ recta, guía”) y la falta de fe (camino errado). El versículo contradice, pues con ello, a la esperanza en un redentor y también a la institución sacerdotal especial.

La palabra Kismet, que se encuentra en la creencia popular, puede tener su fundamento teológico y su fondo de experiencia sólo en sucesos sobre los cuales el hombre no tiene ningún poder: la vida, la muerte, catástrofes naturales y demás, o sea, sucesos que una visión secular explica como “fuerzas, azar”, etc. El musulmán se siente en situaciones cuya influencia está fuera de su poder de la mano de Dios, y puede así, con la confianza en Él, salvaguardar su equilibrio espiritual y vivir sin miedo.

No corresponde conforme a los hechos:

Explicar la comunicación que existe entre el hombre y Dios como una relación de siervo-señor, en la cual el señor, en provecho propio, encomienda a su siervo tareas que éste no siempre le son comprensibles.

Deducir, además, de esa relación señor-siervo que un señor poderoso subyugue al hombre le esté mostrando constantemente su inferioridad y abuse de él como si fuera una marioneta bajo su poder.

Que en el Islam todo gira alrededor del poder dominante de Dios frente a un hombre insignificante. Sin embargo, la frecuente insistencia en el Corán sobre el poder divino se refiere, en primera línea, al poder de Dios ante fuerzas adversas, por ejemplo, otras presuntas divinidades y Satanás, que tienen que ser apartados del campo de acción de la vida humana.

Deducir de la relación rabb-`abd, que el hombre, a través de sus propias obras, adquiera derecho a recompensa divina o bien castigo divino (cielo / infierno).

Que el Islam sea una religión de leyes, o bien una religión de la justicia según las obras, en el sentido protestante. Justamente lo contrario es lo adecuado: el Islam es una religión de misericordia (rahma).

Que el hombre, como ser subyugado, esté sometido al poder dominador de un Dios arbitrario.

Hacer el Islam una religión de predestinación.

Concluir una pasividad y una falta de responsabilidad de los musulmanes ante el mundo, a raíz de la confianza del hombre puesta en el Dios protector.

Denegar al hombre la responsabilidad que tiene ante su entorno creado, basándolo esto en una relación de señor-esclavo, falsamente atribuida.

Suponer para el Islam la despreocupación ante los fenómenos pecado / maldad y sostener que el hombre, por su propia fuerza, sin la ayuda divina, consiga la salvación. Lo cierto es, por lo contrario, que cada musulmán creyente es consciente constantemente de su propia deficiencia ante Dios.
 

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