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OPINIÓN - VIERNES, 5  DE OCTUBRE DE 2007

 

OPINIÓN / SNIPER

“No respetan ni a los muertos”
 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

Saliendo de la novia de la Yebala camino de la otrora ciudad santa de Xauen (todavía me pregunto cuando dejó de serlo) se adentra uno en la demarcación del Caidato de Ben Karrich, siendo una de sus primeras aldeas el poblado de Tamezeght, al abrigo de una feraz hondonada en la falda oeste de las montañas del Gorguez y a tan solo 6 kilómetros de Tetuán cuyo blanco urbanismo luce, a lo lejos, bajo la sombra del “yebel “Dersa. Anteayer tuve ocasión, acompañando a un puñado de islamistas moderados del partido de El Othmani, de subir hasta el pueblo para “romper” el ayuno con una buena parte de sus atribuladas 250 familias, que pugnan en solitario (suyo es el titular de hoy), desde hace aproximadamente un año, por el futuro de sus vidas y sus bienes, por su dignidad.

Tradicionalmente dedicados a trabajos agropecuarios y, ocasionalmente, de la construcción, estas buenas gentes de la montaña han visto como la instalación de una cantera, en solares propiedad del pueblo, ha ido arruinando sus tradicionales fuentes de riqueza y hasta su misma salud: la contaminación del aire y del agua, además de la acústica, está destrozando tierras antaño fértiles y sumiendo a la población en crisis de alergia, asma y diferentes enfermedades cutáneas. Pateando por la zona uno constata el fuerte impacto ambiental derivado de la explotación a cielo abierto, así como de la frustración de sus habitantes que han visto como un nuevo acceso de 12 metros de ancho ha destrozado el viejo cementerio local. Una comunidad entera se ha puesto en huelga: “Estamos en un infierno, nos insultan y amenazan, destrozan nuestro poblado y nuestro medio ambiente…”, señalan sus habitantes que hace unos diez días han colocado en diferentes lugares una “Carta Abierta al Rey”, mientras la “Asociación de Defensa de los Derechos Humanos” denuncia en un comunicado el sufrimiento de los habitantes de Tamezeght, “caracterizado por la violencia que utilizan las autoridades, empleando medios ilegales para amenazarlos”. El miércoles fui testigo de cortes de luz así como de diferentes testimonios que implicarían a funcionarios de la Administración en abusos y amenazas (actualmente dos vecinos están en prisión), con la vista gorda del caíd local, “sidi” Demouch, que cierra los ojos mientras el presidente de la circunscripción de distrito, el honorable “sidi” Hassouna, irrumpe por la noche en una humilde vivienda aterrorizando con un perrazo a la mujer de uno de los detenidos, ¿quizás en busca de un “derecho de pernada”?.

“Vivaqueando” en una tienda a la entrada del poblado, simbólicamente parapetadas tras banderas marroquíes, humildes mujeres han cogido el testigo plantando cara a la injusticia señalando, con su dedo, al propietario (¿quizás “hombre de paja”?) de la cantera, un tal Said M´rabet apodado “El Marrakchí”. No es la primera vez (acuden a mi memoria las mujeres de Larache) que veo a la ciudadanía clamar, pacíficamente, por la justicia enarbolando la bandera de su país y retratos de Mohamed VI: “El Rey no puede saber estas cosas, no las permitiría”, me confían entre sollozos. Siento una profunda pena. Yo solo puedo levantar acta.
 

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