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OPINIÓN - LUNES, 8 DE OCTUBRE DE 2007

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

En nombre de todos los nuestros…
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Confieso que, últimamente, falto mucho a mis deberes de articulista. No por propia voluntad, vive Dios, sino porque, como todos los nuestros, me encuentro más quemada que el cenicero de un bingo y bastante más cansada de lo que resulta aconsejable ¿Qué para qué resulta aconsejable el no-agotamiento físico e intelectual? Pues para pregonar que se posee ese raro privilegio llamado “calidad de vida”. Que no consiste en decorar la casa o el lugar de trabajo según las técnicas del feng shui, que es lo más pijo y lo más refinado del mundo. De hecho, la gente auténticamente “bien” y que está in y en la honda, tiran de un especialista en feng shui para jugar con los elementos, conjugar la luz y el aire con técnicas de la filosofía oriental más puntera y dotar de todo tipo de energías positivas hogares y centros de trabajo.

Pero para servidora, que es muy de barrio, el que venga un majarón a orientarme el cabecero de mi futón o a decirme donde colocar los espejos, no es calidad de vida. Los nuestros, los españoles que madrugamos y salimos a buscarnos los garbanzos cuando aún no clarea el día, pasamos varias Comunidades Autónomas de cómo orientar la cómoda isabelina y donde colocar las velas aromáticas, tampoco aspiramos a apaciguar nuestros espíritus con decoraciones de estética minimalista que conviertan la casa en una especie de elegante jardín zen. Será que andamos algo cabizbajos intuyendo lo que se nos viene encima con el estallido de la burbuja inmobiliaria que va a mandar al paro a miles de criaturas, muchas de ellas inmigrantes, que engrosarán las bolsas de pobreza. Y el español que madruga y se parte el culo para llegar a fin de mes, se pone de mala hostia con el asistencialismo estatal y aborrece la política buenista de subvenciones que salen directamente de los bolsillos de los currantes. ¿Qué los políticos hablan con triunfalismo de la economía? Porque no están en la realidad ni se desplazan a sus cómodos despachos en autobús. ¡Que miren que vamos cansados los que regresamos en autobús del trabajo! ¿Qué por qué no vamos en coche?Bueno, al menos en Málaga cuando el Ayuntamiento anuncia con gozo lo de “¡Cumplimos nuestras promesas, trescientas nuevas plazas de aparcamientos!” Quieren decir que han permitido a algún fulano el construir un parking público a precios prohibitivos para forrarse de dinero los cojones a costa de los ciudadanos. El coche gasta combustible, que es caro, no hay donde aparcarlo gratis y los parkings son una ruina. Mejor el autobús, tal vez porque, la austeridad extrema de una Nación empobrecida por las hipotecas de los tiburones hace que, los nuestros, disfrutemos de pequeños momentos de suerte, como el encontrar asiento en el bus y dormitar hasta el momento de bajar y valoremos esos minutos de descanso. En nombre de todos los nuestros ¡Que difícil se está poniendo la cosa! Pero, compañeros, somos afortunados, porque, las dificultades hacen crecer. ¿Qué ponga un ejemplo? Sí, uno mísero. Soy estudiante de ruso en la Escuela de Idiomas y tengo que coger dos buses para llegar al culo del mundo. Acabo de revolver en los Juzgados a las dos y media y a veces, como no tengo tiempo de ir a comer me meto en el buche dos barritas energéticas y afronto la hora que tardo en llegar a clase con la barriga vacía y el ojo fijo en la belleza deslumbrante de las palabras en lengua eslava. Y del ruski otra hora de vuelta hasta el despacho. Estragaíta, hambrienta y bebiendo batidos de proteínas.

¿Qué como se me ocurre bregar con un cuarto idioma a los cincuenta años? Porque, los nuestros, los españoles, somos de esa leche brava, del vaso medio lleno y nunca medio vacío y porque, me quedan, Dios mediante, treinta años de actividad intelectual, toda una vida para currar, enriquecerme la sesera y demostrar que somos nosotros, los que madrugamos y nos reventamos, quienes representamos en su inmensa y humilde grandeza a España. Mis Monarcas están sentados en la banca de al lado, en la clase ruso y le quitan horas al descanso para empollar. Nosotros, todos nosotros, somos la esencia de la unidad de España y de lo español.
 

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