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sociedad - DOMINGO 14 DE OCTUBRE DE 2007


socios del centro gallego r. moñino leis

reportaje
 

Hay un gallego en La
Luna y 700 en Ceuta

El Centro Gallego en la Ciudad Autónoma despidió las actividades de 2007 con una conferencia sobre ‘Los desastres de Galicia del año 2006’ y una ‘pulpada’ a la que acudieron 130 socios de la casa regional

CEUTA
Rober Gómez

local
@elpueblodeceuta.com

Según el censo del Instituto Nacional de Estadística correspondiente al año 2006, Galicia cuenta con 2.767.524 habitantes censados, pero se calcula en nada menos que en cerca de tres millones los gallegos que han emigrado, en su mayor parte a las demás comunidades autonómicas españolas y a Argentina, sin olvidar que los hay en Uruguay, Venezuela, Cuba, Brasil, México y los países de Centro Europa. Dicen que si miras atentamente a La Luna puedes ver a un gallego bailando una muñeira; yo no lo he visto, pero no lo descarto.

“Unos 700 ceutíes”, nos dijo el presidente en funciones del Centro Gallego en Ceuta, Rogelio Martínez, a un servidor y al fotógrafo Moñino Leis, que, sin ir más lejos, es precisamente gallego, de Santiago de Compostela, concretamente.

De ellos, cerca de 200 familias gallegas o con orígenes en la miña terra forman parte del Centro de Galicia en la Ciudad Autónoma, la casa regional más antigua en Ceuta –desde 1935– y que ayer celebró la clausura de los actos de este año 2007 con una conferencia sobre los desastres acaecidos el verano pasado en dicha comunidad, así como una pulpada a la que acudieron 130 personas en las Murallas Reales.

El presidente del Centro Gallego destacó la “vitalidad” de la asociación para que “la cultura de Galicia sea más y mejor conocida”.

El secretario del Centro, Raimundo Romero, por su parte, fue el encargado de llevar a cabo una interesante conferencia titulada Los desastres de Galicia del año 2006, una comunidad autónoma que tras la debacle ecológica del Prestige volvió a ser castigada el pasado verano, en el que todos observamos boquiabiertos las imágenes de una Galicia ardiendo por los cuatro costados y posteriormente azotada por las inundaciones, algo que estuvo relacionado, según el ponente, ya que el fuego no sólo quemó los árboles, sino también el matorral y la hierba, con lo que las lluvias arrastraron todo el lodo y ceniza a las costas, lo que conllevó inundaciones y pérdidas para los mariscadores y los buscadores de berberechos y almejas.

Amador comenzó la exposición buscando un por qué a los múltiples incendios intencionados durante ese verano en su tierra; y negó la posibilidad de que fuese para ganar pastos –”sobra, porque antes había muchas más vacas y ganaderos”–, para vender la madera –”los maderistas no quieren el pino quemado ni regalado, porque estropea la maquinaria” o para ser vendida para hacer papel –”el pino quemado pesa tres veces más que el verde”–.

Conclusión: “No existe ninguna causa para los incendios”.

El secretario del Centro Gallego ceutí mostró a los asistentes el informe de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil –formada por 200 miembros para investigar los casos más importantes que ocurren en España, salvo los de terrorismo–, que se desplazó a Galicia para indagar el misterio y que llegó a la conclusión de que la ola de incendios fue “fruto de rencillas vecinales, mentes enfermizas y pirómanos entregados al alcohol”, una conclusión cuanto menos polémica.

Así pues, el U.C.O. de la Guardia Civil concluyó que no hubo trama criminal organizada, porque, de hecho, “no benefició a nadie y perjudicó a todos los gallegos y españoles”, ya que, tal y como recordó Amador, “Galicia es un pequeño pulmón de España”.

Sea como fuere, lo cierto es que en los incendios murieron cuatro personas, se destruyeron 100.000 hectáreas arboladas –la más afectada fue la provincia de Pontevedra– y 20.000 cabezas de ganado perecieron entre las llamas sin saber a dónde huir.

“El humo ocultó el sol y hubo que pedir ayuda a la Unión Europea”, señaló el secretario de la casa regional gallega para destacar la magnitud de lo ocurrido el pasado verano en su tierra.

Por lo que se desprende del informe de la Benemérita, la broma de unas decenas de perturbados costó al Estado más de 91 millones de euros.

El grupo especializado de la Guardia Civil detuvo a 61 personas –tres de ellas menores de edad y tres que pertenecían a retenes anti-incendios–.

Catorce de los detenidos continúan en la cárcel y siete están en centros psiquiátricos, mientras 14 están en libertad con cargos y 26 fueron puestos en la calle sin acusaciones por falta de pruebas.

Una vez se superó la fiebre pirómana, Galicia fue azotada por intensas lluvias que provocaron inundaciones, en buena medida como una consecuencia de los incendios, ya que la tierra quemada, sin matorral, fue incapaz de filtrar el agua y se formaron riadas de lodo y ceniza que bajaron hasta las costas, anegando casas y abundantes marisquerías gallegas, cuyos berberechos y almejas murieros ahogados.

A la conclusión de la interesante ponencia, los asistentes se trasladaron a la sede del Centro Gallego, también dentro del conjunto de las Murallas Reales, para compartir mesa y mantel y degustar empanada gallega y pulpo, además de regarlo con el imprescindible ribeiro.

“A una isla del Caribe he tenido que emigrar y trabajar de camarero lejos de mi hogar; me invade la morriña, el dolor de Breogán cuando suena la muñeira el llanto empieza a brotar. Miña terra galega, donde el cielo es siempre gris. Miña terra galega, es duro estar lejos de ti”, escribieron los rockeros vigueses Siniestro Total allá por los años ochenta.
 


El secretario de la casa regional vivió de primera mano los incendios en su tierra

El secretario del Centro Gallego en Ceuta, Raimundo Amador, vivió de primera mano la ola de incendios que arrasó 100.000 hectáreas en Galicia, ya que se encontraba ese mes de agosto en su tierra.

Según explicó, “los paisanos teníamos que colaborar, porque los retenes no daban abasto”.

“Con hoces y otras herramientas hacíamos cortafuegos con una separación de unos 50 metrós con el fuego con el objetivo de detener el avance de las llamas”, comentaba, “y cuando la temperatura bajaba un poco acudíamos con agua”.

El secretario del Centro Gallego hizo hincapié en lo virulento de aquellos fuegos, en los que “el agua lanzado desde los hidroaviones no llegaba a las llamas, ya que se evaporaba por efecto del intensísimo calor”.
 

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