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sociedad - DOMINGO 14 DE OCTUBRE DE 2007


Gertrudis Bell en 1923. ARCHIVO.

reportaje
 

Gertrudis Bell ¿figura del
Intelligence Service?

‘La Irakiana’ labró una biografía llena de
vida, hechos y actuaciones de un mito
de ¿historiadora, arqueológa o espía del Servicio de Inteligencia inglés? enamorada hasta los huesos de Mesopotamia

CEUTA
Domingo Ramos

local
@elpueblodeceuta.com

Sacado del libro escrito a máquina y en papel “cebolla” por Virginia Vacca que nuestro padre guardaba y que data de 1941, nos encontramos un relato de la vida, hechos y actuaciones de la historiadora, arqueóloga o ¿espía del Servicio de Inteligencia Inglés? Gertrudis Bell ‘La Irakiana’ y nos hemos permitido entresacar los datos mas relevantes y agregar algún que otro comentario a quien por su actuación, dedicación y amor a las tierras árabes de la Mesopotamia, es merecedora del reconocimiento mundial dada la inmensa labor de conocimiento del mundo árabe y de la arqueología en particular que ella brindó, aun cuando estos hechos no se hayan plasmado en libros o biografías ni tengamos conocimiento de que figure en el catálogo de mujeres mas sobresalientes de la historia de la humanidad, como así creemos que hay que considerarla.

Con la asistencia del general De Gaulle el período de relaciones anglo-árabes invita a recordar aquella época cercana en el tiempo, pero muy distante ya en la historia, en busca de figuras muy puras, surgiendo las del Rey Faisal y, entre sus mejores amigos y colaboradores, quizás más próxima a los árabes que a los ingleses, la de Gertrudis Bell.

Según se comenta en la biografía que hemos consultado, Gertrudis nació en 1968, hija de rico propietario de minas de hierro, inteligentísima, equilibrada, enérgica, sencilla; no era hermosa, pero si muy simpática. A los 21 años se gradúa en Oxford y entra en sociedad. Baila, viaja, tan solo piensa en disfrutar inteligentemente de la vida, siendo su primer contacto con el mundo musulmán casual ya que su tío, embajador en Teherán (Persia), la invita a pasar allí una temporada, estudiando entusiasmada el persa antes de partir, traduciendo más tarde en excelente verso inglés el cancionero de Hafiz (titulo que se da al que sabe el Corán de memoria). Después no escribió más poesías. Lo que se conoce de su vida está en las “Cartas” publicadas por su familia.

Se ha dicho que, poco después de su viaje a Persia, Gertrudis perdió a su prometido. Esta tragedia, de ser cierta, contribuyó a fijar una vocación que ya se fijaba: soltera por temperamento. En sus cartas nunca habla de la posibilidad de matrimonio. Los viajes, el estudio y más tarde la política llenan fervorosamente su existencia.

A los 25 años, Miss Bell empieza a estudiar árabe. En 1900 hace sola una primera expedición turístico-arqueológica al interior y visita la Transjordania, el Yebel Druso, Damasco y Palmira. En 1903 da la vuelta al mundo aprendiendo un poco los idiomas indostaní y japonés. La vocación viajera de Gertrudis se ha consolidado y en las crónicas de sus viajes, que hace siempre sola, con criados y camelleros árabes y turcos, en medio de todas las dificultades y riesgos que tales expediciones presentaban en la época otomana, destaca su fibra infatigable, el carácter resuelto, el sentido práctico, una gran cordialidad humana sin sentimentalismos, la rapidez y seguridad de sus juicios y la viva sensibilidad y el entusiasmo por todo lo que ve. De 1904 a 1914, Miss Bell realiza grandes viajes arqueológicos por Anatolia y Mesopotamia, por el desierto sirio, pensando en un viaje a Arabia para el que se prepara estudiando cartografía y astronomía. En 1913-14 va a Mail, la capital de los Al-Rachid en viaje de 2.500 kilómetros a lomo de camello que duró ¡cuatro meses¡ no llegando a publicar nada de este viaje, pero Hogarth, Alto Comisario Inglés, quien se lo había sugerido, dice que había señalado pozos y puntos de agua que hasta entonces no estaban indicados en los mapas, recogido informaciones sobre las tribus que después fueron utilísimas a Lawrence en su campaña de 1917-18. Había recopilado informes políticos sobre Al Rachid y sus relaciones con Saud, utilizados después durante la guerra. Este viaje marca visiblemente el paso de Gertrudis de la investigación arqueológica a la actividad política. En 1915, Hogarth, la llama para que se encargue de hacer una relación de las tribus de la Arabia septentrional y decía de ella que estuvo encargada de interpretar todos los informes enviados al gobierno británico desde la Arabia Central.

A los 48 años Gertrudis Bell investida por primera vez de una gran responsabilidad, se siente de súbito en su elemento y se entrega de lleno a la labor para la cual, sin saberlo enteramente, venía preparándose desde hacía años y ocupa su puesto entre aquellos que interpretan Inglaterra a los árabes y los árabes a Inglaterra, obra que proseguirá hasta su muerte. Una reserva comprensible impide a Gertrudis escribir a los suyos ciertos detalles de su propia labor, pero alguna que otra indiscreción aquí y allá lo dicen todo: “estoy poniéndome en comunicación con Iben Rachid a quien es importante mantener neutral, si no se pude hacer otra cosa mejor…”. “Este es el trabajo que mejor resultado me da. No es una obra que arreglará al mundo, pero vale la pena si no fuera por mi no se haría”.

En 1917 los ingleses toman Bagdad y Gertrudis es destinada allí con cargo de secretaria oriental del Alto Comisario Cox; continua infatigablemente recogiendo datos, compilando informes para Londres. Recibiendo visitas, entrevistándose con personajes árabes, recibiendo a representantes de tribus, muchos de los cuales son antiguos amigos que la aprecian y la agasajan. Nadie parece sorprenderse de ver a una mujer desempeñando este oficio de Secretaria del Alto Comisario inglés. Después de trabajar febrilmente en clima enervante y estando ya en 1916, la salud de Gertrudis se resiente. Desde entonces hasta su muerte, cae enferma una o dos veces al año, cada tres o cuatro años va a Inglaterra y pasa casi todos los veranos en Bagdad, bajo el ventilador, con el termómetro por encima de los cuarenta grados. Pero le ha tomado cariño a Irak, que también se lo tiene a ella. Así escribía: “estoy echando raíces en este país y no creo que pueda disociarme ya nunca del todo de su suerte. Es maravilloso sentirse rodeada por el afecto de todo un pueblo”. Y en 1920: “Esta mañana, escuchando al Nakib Al Ashraf, me subyugaba, como frecuentemente me ocurre, la sensación de ser asiática, no menos que europea”.

Cada año que pasa crece en ella ese efecto y aumenta su conocimiento del país, habiendo ya estudiado el modo de hacer traducir los libros de tradiciones canónicas chiitas. “Es de capital importancia en este país comprender seriamente el fondo de la mentalidad chiita”. Mas tarde profetizó “Si abandonamos este país, deberemos rectificar nuestra posición en Asia. Perdido el Irak se nos irá también inevitablemente Persia y después India”.

A principios de 1921 el Irak pasó del ministerio de la India al de Colonias; en marzo Churchill convocó en El Cairo la famosa conferencia que debía decidir la suerte del mundo árabe para unos veinte años. Miss Bell tomó parte en ella; se decidió poner a Faisal en el trono iraquí, dando comienzo un período de trabajo intenso y de grandes esperanzas, dando a entrever las cartas de Gertrudis muchas dificultades e incertidumbres motivadas por el gobierno de Londres ya que se quería imponer a Faisal que anunciara en su discurso de investidura que el Alto Comisario es la suprema autoridad del país, sosteniendo Faisal que si no es desde el primer momento un soberano independiente, no se podría mantener a raya a los extremistas.

Con frecuencia, Gertrudis ve más claro que su jefe y valerosamente lo dice. Mientras el Alto Comisario atribuía la antipatía de los árabes por el mandato a mala traducción en árabe de dicha palabra, Miss Bell observa impertérrita que “aquí la palabra “mandato” produce el mismo efecto que la palabra “protectorado” en Egipto, afirmando sin miedo que “nadie en el mundo podrá hacer funcionar un “mandato”.El carácter de Gertrudis era el entusiasmo unido a la perspicacia, en una armoniosa plenitud de vida. “Si hubiera que decirse a que tipo de mujer podría Gertrudis compararse, (comenta quien escribió esta biografía) no podría buscarse entre una legión de muchachas inglesas, a las que en ningún aspecto se parecía. Es mas bien una matrona antigua, que ha adquirido su sabiduría en la vida mas que en los libros, autoritaria con mesura, amiga de los humildes y de los pobres. De las muchachas se distingue por su temple sano: es una adversaria militante del sufragio femenino, en una sociedad manchada de teosofía y de hibridismo, pasa inmune; no es religiosa y el Islam le interesa solo indirectamente porque forma parte del patrimonio árabe, sin infatuación, con exacto y profundo conocimiento.

Consolidado el trono de Faisal, aprobado el mandato, el período épico de la política iraniana está terminando y comienza la administración ordinaria. En 1922, Gertrudis ha redactado la ley de excavaciones del Irak y se había hecho prometer por Faisal el cargo de directora del futuro Museo de Bagdad. A fines de 1925, poco antes de su muerte, Gertrudis volvió a Bagdad haciéndole vibrar su ultima primavera irakiana: “creo que en treinta años no ha habido una primavera parecida, rica de prados de alhelíes purpúreos, de gualdas de escarlata silvestres, lirios azules, manchas de tulipanes amarillos. Esto y cosas mas comunes aun dan al mundo el aspecto de un fúlgido esmalte”.

Flores, pero sobre todo trabajo. En el nuevo Museo de Bagdad hay millares de objetos por clasificar y ordenar. En el verano de 1926 el Museo fue inaugurado por Faisal. Contenía tesoros, y ella nota con satisfacción que los árabes lo visitan y se interesan por él, Pocos días después escribe a su casa una carta que no parece suya: “quisiera volver a Inglaterra este verano y siento que si parto no experimentaré mas el deseo de volver aquí; pero quisiera antes terminar mi trabajo, debo terminarlo, porque no hay otro que lo pueda hacer. Mi existencia aquí es demasiado solitaria, no se puede ir delante siempre solo, al menos yo no puedo”. ¿Es ella misma la que habla? Es ella unas semanas antes de morir. El 12 de julio, a los 56 años, agotada por el calor y por las largas fatigas, murió serenamente, dejando 6.000 libras esterlinas al Museo Arqueológico de Bagdad donde se le hicieron solemnes funerales militares cual correspondía a tan alta personalidad. El Irak la lloró sinceramente, tal vez la recuerda todavía. No han existido en la historia moderna de la humanidad muchas mujeres como ella quien se ganó con todo merecimiento por su amor y entrega a un país que adoró hasta su muerte, aun cuando se dejen entrever en esta historia unas acciones de información a favor de Inglaterra que quedan por demostrar, el título de ‘Gertrudis La Irakiana’.
 

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