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OPINIÓN - JUEVES, 18 DE OCTUBRE DE 2007

 

OPINIÓN / SNIPER

El dislate “soberanista”
 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

Claro como el agua”, trataba de autoconvencerse (y convencernos) en su comparecencia el martes ante la prensa José Luís Rodríguez Zapatero, Presidente le guste o no de todos los españoles tras recibir, con unos honores nunca antes vistos hacia el representante de una Autonomía, a un lehendakari secesionista que salió por la puerta grande con ínfulas de Jefe de Estado, convencido de estar ganando el pulso y a los hechos podemos remitirnos. Se ha escrito ya de casi todo, pero permítanme subrayar tres puntos: primero la carrera cuesta abajo emprendida, de forma irreversible, por un desleal Ibarretxe; segundo las cada vez más cercanas elecciones; tercero, la necesidad para el proceso separatista de mantener, en La Moncloa, al actual titular.

Y matizo: no ya a los socialistas en su conjunto, no, qué va; a Zapatero vestido de él mismo, con su talante, sus evasivas e incertidumbres, su notoria falta de modelo claro de Estado. Sabemos de donde partimos pero, ¿hacia donde nos quieren llevar….?

Pese a los ríos de tinta vertidos echo en menos algunos análisis, tanto a nivel interno, de España, como del contexto internacional. En cuanto al primero dos detalles importantísimos: Ibarretxe es quien es, “Lehendakari” y ejerce como tal en función de la Constitución: sin nuestra Carta Magna, ni el titular de la Autonomía del País Vasco ni de ningún otro lugar de la geografía española es nadie; por otro, la misma Constitución recoge en su articulado las condiciones necesarias para anular, desde la legalidad y legitimidad constitucional más ortodoxa, procesos independentistas de cualquier signo. Lo recordaba no hace mucho un socialista, Alfonso Guerra. En el plano de la Unión Europea, otro comentario: no es admisible la creación de ningún Estado de nuevo cuño; y en cualquier caso, España podría jugar ahí todas sus bazas acabando de un plumazo, antes o después, con las ridículas pretensiones soberanistas de vascos, catalanes, gallegos o andaluces.

Ya en tierras magrebíes, donde asientan sus reales dos antiguas y honrosas Plazas de Soberanía reconvertidas hoy en Ciudades Autónomas, creo que procede apuntar algunas líneas maestras: al margen de la evolución del contencioso con Gibraltar (que ni histórica, ni política, ni diplomáticamente hablando guarda parecido alguno con Ceuta y Melilla), que el Reino de Marruecos sigue puntual y atentamente, cualquier iniciativa mínimamente secesionista en el norte de España tendría su eco amplificado a este lado del Estrecho.

Recuerden, sin ir más lejos, los apoyos del nacionalismo vasco, catalán y gallego a la política lingüística de la actual formación política UDECE-IU. Por otra parte el actual desmadre autonómico (¡ay aquél “café para todos”!) de la, para Marruecos, “modélica Transición española”, arruina las perspectivas de la tibia descentralización regional planeada desde Rabat. Como dice el proverbio, “cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”. ¿El futuro del Sáhara?: quizás sea, en todo caso y ya veremos cómo, la única excepción a la regla. Pero en el Rif ya pueden ir enterrando sus ilusiones.
 

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