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OPINIÓN - VIERNES, 19 DE OCTUBRE DE 2007

 
OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Velocidad disminuida

Por Quim Sarriá


Sigo en capilla, me hacen pruebas que no se todavía si son aceptables o para mandarme al jarrón decorativo, que suelen ofrecer las empresas de pompas fúnebres, después de pasar por el horno, copia exacta de los de Auschwitz (Polonia), en un sofrito de cuerpo entero.

Mientras venía para el hospital, una noticia de la cadena SER habla de la decisión de la Dirección General de Tráfico de la Generalitat de Catalunya de limitar la velocidad de los vehículos a 80 kilómetros por hora, con la peregrina idea de reducir la contaminación, en los accesos a la gran ciudad. Tanto en autopistas, autovías, carreteras de primer orden y carreteras de tercera división.

He mencionado peregrina idea porque reducir la velocidad para reducir la contaminación es una chapucería de primer orden. Se ha sobredimensionado la importancia de los vehículos que, según el estudio de no se sabe qué expertos, a mayor velocidad más contaminan y que es el informe con el que se sustenta el organismo ejecutivo. Lo cierto es que con cálculos bien realizados, por el RACC, no disminuirá la contaminación más del 3%, lejos del 12% que indican en el informe.

La contradicción más flagrante de dicho informe radica en la comparación de los camiones con los turismos: a más velocidad de los primeros menos contaminación, lo contrario que los turismos. Sin embargo, la reducción real de las emisiones de gases es aún inferior, del 1,2%, si tenemos en cuenta que ya circulan más del 40% de los vehículos a velocidades inferiores a 80 km/hora.

Sabemos que la causa principal de la contaminación de aire en el ámbito urbano no es la velocidad sino la congestión de vehículos a su paso por el centro urbano. Si mejoraran las condiciones de la congestión de vehículos, las ganancias en término de emisión serían enormes, por lo que no es de recibo reducir la velocidad en los accesos a las grandes ciudades.

Mientras las autoridades debaten el límite de velocidad, un joven y novato conductor circula a 175 km/hora por una carretera local de la comunidad catalana, en un tramo limitado a 100. Cuando es detenido se descubre que, aparte de que es un novato, anda bebido y drogado. Ello confirma la tendencia de los Mossos d’Esquadra de ejercer con rigor sus actuaciones en las carreteras. De hecho, cuando yo viajaba por la autopista del Maresme dirección a mi antigua casa pude constatar la rigurosidad de los controles de alcoholemia que efectúa el cuerpo de seguridad catalán y supe que del 11 al 14 de octubre realizaron más de 1.400 controles con más de 60 denuncias por alcoholemia positiva. ¡Ojo al dato!, aquellos conductores que deseen visitar Catalunya… que beban agua.

Cambiando de tercio, veo que Mariano Rajoy no se raja al soltar un farol como la copa de un pino. ¿Desde cuando asesora a Rodríguez Zapatero? ¿Es que los socialistas son huérfanos de asesores? La declaración del patricio dirigente, tipo Petronio, es totalmente incongruente y se achaca hechos y dichos que ni de lejos creemos que así sean, Eso de que “…Zapatero le ha dicho a Ibarretxe lo que yo le pedí que dijera” suena más a guión del insigne Alfonso Paso que a otra cosa. Tampoco encaja su peculiar forma de entender al país como si fuera coto privado suyo, al declarar “…es inaceptable. España no es negociable, espero que Zapatero así lo entienda y actúe en consecuencia”. Pero qué se ha creído éste político pepero. España… ¿cuál España?, su actitud anula por completo su forma de ser y le coloca en una postura difícil de aceptar para que sea Presidente de todos los españoles. Las descalificaciones ya están en el orden de ser asumidas por el juzgado de guardia; la falta total de respeto hacía el Presidente de la Nación lo califica en las más bajas estofas de la política nacional, digna de figurar en los anales de la Escopeta Nacional y la intolerable intromisión que hace en los asuntos del Estado lo llaman a tirar la toalla por su nula capacidad de interpretar la política de los demócratas, en la que prima el diálogo ante que los insultos. Si ese político fuera mi jefe, saldría corriendo como si temiera que la peste estuviera ahí. Odio a los que buscan confrontaciones por mera ambición partidista olvidando al resto de los ciudadanos, como si el voto de éstos no tuviera valor alguno. ¡Más respeto, señor Rajoy, señores del PP! Si quieren que les respetemos cuando gobiernen, que será nunca.
 

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