Ayer fue un día normal para la mayor parte de los ceutíes.
Quizá un día motivador, teniendo el fin de semana a la
vuelta de la esquina. Sin embargo, la luna dictó que ayer
era el Diwali, la fiesta por antonomasia hindú. Para ellos
la jornada transcurre con normalidad. Los alrededor de 400
personas que conforman esta comunidad abrieron sus comercios
y trabajaron como lo hacen habitualmente en día de labor.
La celebración se lleva a cabo con el ocaso de sol.
Entonces, comienzan los rezos familiares, que se hacen en
comercios particulares o en las casas de cada grupo. Se
bajan las cancelas del establecimiento al tiempo que se
acondiciona el mostrador con las figuras de los dioses,
alimentos y demás ofrendas. No faltaron las monedas de oro y
plata, para que en el futuro la casa esté bien abastecida.
Tampoco faltaron los dulces, uno de los ingredientes más
típicos del Diwali. También hubo desfile de modelos, porque
ayer, los hindúes, como marca la tradición, estrenaban ropa.
La costumbre también indica que en las camas de los hogares
deben lucir sábanas nuevas. “Cada uno hace lo que puede”,
indicó Minu Swnderdas, la señora que regenta la papelería
Krispi.
La divinidad que preside esta festividad es Shri Lakshmi,
consorte del dios Vishnu. Ella es quien otorga la
prosperidad y la riqueza, por eso es especialmente
importante para la casta de los comerciantes (vaisyas).
El Diwali se prolonga durante tres días de festividad y
significa la entrada del nuevo año hindú. “Es una
celebración parecida a la Navidad”, explicó Minu. Tras los
rezos, las familias al completo van a cenar, siempre comida
vegetariana, como marcan los ‘estatutos’. Para terminar el
día, una copa de celebración, previo intercambio de regalos.
Durante estos días, las luces de los comercios permanecen
encendidas, porque la luz para ellos es la vida.
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