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OPINIÓN - DOMINGO, 11 DE NOVIEMBRE DE 2007

 
OPINIÓN

Un chantaje y una mentira

Por Ramón Ros


En un artículo publicado en el decano, suponemos que de opinión, (porque de información nada, a pesar de quien lo firma debe saber que la información debe ser veraz y la opinión debe nacer de cierta ilustración, de la que por cierto los bueyes carecen), un artículo que pretende analizar el pasado, el presente y el futuro de la televisión en nuestra ciudad, al remontarse a las gestiones realizadas en materia de televisión por el Sr. Fortes, a la sazón Presidente de la Ciudad hace años, se cita una alianza o sociedad propiciada por Jesús Fortes entre tres empresarios dedicados a la comunicación, de los que según el articulista, dos tenían experiencia en el campo de la comunicación audiovisual y el tercero ninguna experiencia en ese campo. De uno de ellos, consta a todo el mundo su probada experiencia en materia de televisión, pero del otro al que le pretender asignar también cierta experiencia, es de sobra conocido que en lo que de verdad se había especializado era en utilizar el Ayuntamiento del que fue preboste, para más señas “el sartenero”, para beneficio propio y que, por otra parte, no pasó de la carta de ajuste en cuanto a sus conocimientos de comunicación televisiva.

La sociedad que compartían para producir y emitir televisión local, se fue al traste por falta de ingresos, como consecuencia de decisiones del gobierno del GIL, ya que era la Ciudad Autónoma quien financiaba únicamente el funcionamiento de la televisión y el GIL tenía sus propios planes para controlar la información en la ciudad. La sociedad entró en quiebra y no pudo hacer frente a determinadas obligaciones, entre otras la de pagar las nóminas de los trabajadores, quienes presentaron la oportuna reclamación.

Pero curiosamente, uno de los socios, representado por su esposa, se negó a hacer frente a sus responsabilidades, a pesar de que la sociedad tenía activos suficientes, como equipos, unidades móviles, videoteca, etc., con cuya venta hubiera podido saldarse la deuda de liquidación, activos que por cierto acabaron en poder de los dos socios a los que el articulista pretende defender tan torpemente, quienes además tienen que hacer frente al embargo correspondiente decretado por tal causa.

Años después, con un concurso para la adjudicación de dos señales de televisión digital, del que con toda seguridad “el sartenero” se va a quedar fuera y tras montar el chantaje periodístico correspondiente hace varias semanas, vuelve ahora a la carga con la gran mentira contada en el artículo a que estamos haciendo referencia, ¿¿para qué??, tratando de zaherir a quien nada tiene que ocultar y que está dispuesto a debatir el asunto con él cuando quiera y donde quiera, cosa a la que se negará con toda seguridad, porque no desea ser desenmascarado, prefiriendo como las raposas ocultarse detrás de la mata. Al mismo tiempo, introduce la coacción y el intento de chantaje a que tan acostumbrados nos tiene, contra un miembro del Gobierno de la Ciudad, que sólo ha cometido un único pecado: ser imparcial en el ejercicio de su cargo y no permitir que nadie maneje cosas que son de su responsabilidad. Y para urdir la presión, desliza comentarios sobre supuestas actividades del alto cargo, con el único fin de sembrar dudas sobre su honestidad. Lo cierto es que este alto cargo se está constituyendo en un estorbo para los intereses y los manejos de los dos nuevos amigos y socios: “el sartenes” y “el experimentado” y se lo quieren cargar, pero tengo la sensación de que lo tienen harto difícil, porque de aquello de que le acusan es justamente de lo mismo que ellos pretenden hacer y por ello les estorba, y porque quien manda no va a cesar a nadie justamente por no ceder a las presiones de los chantajistas de siempre.

Lo dicho, la mezcla de experiencia, sartenes y manzanilla La Guita (¡coño!, este último ingrediente se me había olvidada), es un cóctel de mal sabor, pero inocuo, de los que se acaban escupiendo y, en cualquier caso, la experiencia acabará dándole la sartén a cualquiera de esos del “cambio, cambio” y se beberá La Guita y aquí paz y después gloria, igual que siempre.
 

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