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OPINIÓN - SÁBADO, 17 DE NOVIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Opiniones locales
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Quien manda en este periódico, como en todos, es el editor. Hay excepciones, como sucede en El Mundo, por ejemplo, donde es el director omnipotente quien a sus obligaciones suma también poderes delegados de empresario. Por tal motivo, le llaman el señorito.

El editor de El Pueblo de Ceuta suele meditar muy bien las decisiones que toma. Es dialogante. Fiel cumplidor de sus compromisos. Tiene carácter. Y está entusiasmado con su medio. De ahí que pase muchas horas en el despacho. En ocasiones, su voluntarismo lo conduce por la trocha del error, pero pronto reacciona y vuelve a buscar el camino apropiado. El cual no tiene por qué ser recto.

A veces, el editor no está de acuerdo conmigo ni yo con él. Y nos ponemos a discutir acerca de la cuestión que vemos de manera bien distinta. Nuestras disquisiciones no son frecuentes, aunque tampoco escasean. Y hay momentos donde a él le entran unas ganas locas de mandarme allá donde el viento da la vuelta y a mí de irme con la música a otra parte; que bien pudiera ser mi casa.

Hace ya varios meses, José Antonio Muñoz, que así se llama el editor (sí, hombre, el mismo que como presidente de la Asociación Deportiva Ceuta hizo posible que el primer equipo local jugara promociones de ascenso a cada paso), me llamó a su despacho para comunicarme su deseo. “Quiero que tu columna sirva solamente para opinar de asuntos locales”.

Lo primero que le dije es que en este espacio siempre había primado el análisis de lo ceutí. Una tarea, por cierto, compleja y peligrosa en muchos sentidos. Por razones tan evidentes que sería una perogrullada exponerlas. En suma: que si escribir veinte días sobre asuntos relacionados con la ciudad era ya una labor titánica, hacerlo veintiséis, y encima con análisis dominical, me parecía exponerme a todos los vientos con la misma indefensión que la flor del vilano.

El editor se mantuvo en sus trece. Ya que cuando quiere, todo hay que decirlo, es endemoniadamente terco. Y a mí sólo me quedaban dos caminos: decirle good-bay o aceptar el reto de saber que me está prohibido aliviarme con opiniones de hechos nacionales y hasta de comentar temas futbolísticos. Deseché el decirle adiós, y no vean aquí ningún tipo de soberbia, porque me encanta afrontar retos. Aunque en el empeño deba analizar comportamientos de quienes hasta ahora pasaban por ser animales en extinción y por tanto especies protegidas. Y hablar de ellas era como exponerse a ser sambenitado en plaza pública.

Es el caso, entre otros, del presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta; un tipo arrogante, vestido con ropajes de falsa humildad, que viene tapando sus deficiencias contables en la federación por medio de innumerables argucias. Un tipo que lleva viviendo toda su vida de un cargo alegando que es un instrumento del Señor. Arsa, pilili, ele mi niño Emilito, y vivan los sacristanes enterados. Es lo que hubiera dicho el maestro Campmany de este beatorro que es conocido también como el práctico.

Ven ustedes los inconvenientes que tiene escribir nada más que de asuntos locales. Que uno, en su afán por salir airoso de cometido tan difícil, se ve obligado a repetirse. Y es que hay lectores que me han dicho ya que están hasta los huevos de Emilio Cózar.
 

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