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OPINIÓN - VIERNES, 23 DE NOVIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Acusación
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Juan Vivas fue durante muchos años el asesor principal de todos los políticos que pasaban por el Ayuntamiento. Un tecnócrata al cual los concejales rendían pleitesía y le consultaban lo más mínimo. Los políticos, salvo alguna que otra excepción, accedían a los cargos tan escasos de ideas como de preparación, en casi todo.

Por lo tanto, a nadie podía extrañarle que a concejales y diputados les diera por echarse en lo brazos de un hombre que sí se había preocupado por conocer todo lo referente a la institución municipal. Fíjense que digo conocer. Y no saber de todo. Lo cual hacía que los políticos no pudieran prescindir de sus orientaciones.

Juan Vivas, además, como funcionario especializado en muchos asuntos, intuía muy pronto cuando algún político se iba a pegar un jardazo del cual no se iba a recuperar jamás. Uno de esos costalazos públicos que dejaban al desafortunado expuesto a pasar todas las calamidades del mundo. E inmediatamente, vamos, con urgencia de quirófano de guardia, trataba por todos los medios de indicarle al concejal, o diputado, que su situación no era la adecuada para seguir recibiendo consejos sobre cómo actuar en la Casa Grande.

Cuando ello sucedía, es decir, cuando algún político con cargo se despeñaba por la ladera del error que pudiera complicarle la vida a asesor tan reputado, dejaba de ser bien visto por parte de sus compañeros de partido. Y lo siguiente era, sin duda, que se sintiera aislado. Hasta el punto de que, más pronto que tarde, su carrera política finalizaba. No quiero dar nombres, pero los tengo grabado a fuego en la memoria.

Las meteduras de pata de Juan Luís Aróstegui, siendo concejal de Economía y Hacienda, son sobradamente conocidas. Y, por supuesto, deben estar archivadas en la alacena de la memoria de Juan Vivas e incluso escrita en ese libro donde seguro asienta vida y milagros de cuantos han tenido relaciones con él.

Cierto es que también JLA debe conocer perfectamente si en sus fracasos, durante su mandato como consejero de Economía y Hacienda, influyeron los consejos recibidos por parte del entonces más destacado funcionario de la institución municipal. De ahí que, al margen de su derecho a la libertad de expresión, no haya jueves donde su dardo envenenado no se dirija directamente al corazón del presidente de la Ciudad.

El de ayer, destinado a recordarle a Juan Vivas que tiene a su vera a un hombre de confianza, que fue destacado “gilista” y a quien le achaca haberle adjudicado una promoción de viviendas a una empresa de la que su hermano es asesor (“por supuesto casualmente”), es una prueba evidente de que sabe el terreno que pisa.

De cualquier manera, a quien le corresponde salir al paso de la denuncia es a Francisco Márquez, consejero de Hacienda y presidente de Emvicesa. Y cuanto antes mejor. Pues de lo contrario, créanme, a Juan Vivas comenzarán a entrarle las dudas sobre si es conveniente contar con un asesor que tiene detrás una historia que le permite a Juan Luís Aróstegui ahondar en ella con la mala baba de quien se conoce de pe a pa todas los pasos equivocados que se han dado en la Casa Grande. Un asunto, pues, delicado. Porque deja en entredicho a cuantos hayan optado por dar la callada por respuesta a semejante acusación.
 

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