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OPINIÓN - DOMINGO, 25 DE NOVIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Las equivocaciones del ministro
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hubo un tiempo en el cual hacía todo lo posible por bucear en las hemerotecas. En cuanto disponía de tiempo, allá que frecuentaba la municipal o bien la del periódico donde trabajaba. Me fascinaba leer todo cuanto se escribía en Ceuta durante los meses anteriores al golpe de Estado. Y, desde luego, leía con avidez lo ocurrido a raíz de que se proclamara la sublevación.

Un día, en uno de los tomos de “El Faro”, descubrí una noticia cuyo párrafo principal, por ser comprometedor para un político relevante, tenía cada línea cubierta por una raya hecha con un bolígrafo de tinta azul. La noticia trataba de un acto celebrado en el Casino Africano por un grupo de jóvenes falangistas que iban al mando de un militar comprometido con ellos a fin de enseñarles el manejo de las armas.

Confieso que me pudo la curiosidad y opté por mirar lo tachado al trasluz. Y descubrí, en pocas palabras, lo terrible que debió ser la guerra para muchas personas. Al verse obligadas a tomar una decisión que les salvara la vida, o bien ofrecerse en sacrificio por sus ideas.

La lectura de aquel párrafo, en una información amplia acerca de los “vivas” y las consignas que se dieron a Franco y a sus tropas en el ya reseñado casino, me causó la consiguiente impresión. Y también me hizo comprender el derecho que tenía aquella persona, de la que allí se hablaba, para cambiar de opinión y evitar cualquier tragedia que hubiera podido causarle problemas a él y a su familia.

Comenté lo hallado con una periodista, compañera de redacción, que apenas puso atención por lo que le decía. A ella, por su juventud, lo descubierto por mí le sonaría a chino. Pues bastante tenía la pobre mujer con dar los pasos precisos para hacerse con las riendas del medio en vista de la dejadez demostrada en su labor por los consiguientes directores que tuvo el periódico en esa época.

Creo recordar, y si no que él me corrija, que también puse lo leído en conocimiento de Francisco Sánchez Montoya. El cual estaba entonces enfrascado en darle los últimos toques a su extraordinario libro “Ceuta y el Norte de África. República, Guerra y Represión 1931-1934”. Pero Paco, siempre tan atento, no le dio importancia al asunto del párrafo tachado con un bolígrafo de tinta azul. Es más: creo que le oí decirme que lo más normal hubiera sido que la página se le hubiera llevado la persona interesada en que lo escrito en ella no pudiera ser más leído. Porque él se había encontrado muchos periódicos deshojados por tales motivos.

Lo que no entiendo es que quien se acercó un día a la hemeroteca a anular unas líneas convencido de que éstas podían menoscabar el prestigio de alguien muy querido por él (alguien que estaba en su perfecto derecho a mostrar su simpatía por unos generales rebeldes. Por creer que la República, su República ansiada, andaba sumida en un caos perjudicial para España), no sea capaz de perdonar ahora un error, una equivocación, un lapsus, de un ministro de Asuntos Exteriores que nos tiene acostumbrado a trabucarse en cuanto se relaja.

Ministros despistados los hubo siempre. Y hasta se hicieron chistes de ellos. No hace falta nominarlos. Como tampoco creo necesario repetir aquí el nombre de un ex ministro cuya obsesión consiste en recordarnos a cada paso que España se rompe. Con el fin de asustarnos. Y decirnos, además, que con Franco se vivía en el Edén. Vaya con cuidado, pues, el patriota de costumbre.
 

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