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OPINIÓN - DOMINGO, 25 DE NOVIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / SNIPER

El “lobby” de Marruecos
 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

Al contrario que España, antigua “potencia” protectora en el norte del país y que no supo marchar sin dejar antes la tarjeta de visita al contrario que Francia, el Reino de Marruecos tejió desde su independencia en 1.956 todo un entramado de intereses, a través del cual ha podido ir influyendo solapadamente y de forma interpuesta en su beneficio. Hecho reconocido entre otros por Mustafá Sehimí, director de investigaciones (al menos hace cinco años) del ‘Centro de Estudios Estratégicos’ de Rabat: “España no ha conseguido crear en Marruecos un lobby que defienda sus intereses, como lo han sabido hacer Francia y Estados Unidos”. Bueno sería ahora que en Ceuta, ciudad querida, dieran un paso al frente no solo aquellos personajes de talante promarroquí por todos conocidos y que siempre han tenido al menos la gallardía de no esconderse, como es el caso de Mohamed Hamed Alí, hombre como todos con sus luces y sombras pero que al día de hoy se ha convertido en Ceuta y en la Península, guste o no, en interlocutor de un significativo sector y que, en alguna medida, debería tenérsele en cuenta (así son las reglas del juego) sino el entramado político-empresarial (me atrevería a decir hasta mediático) que ya está posicionado al otro lado del Tarajal. No es por nada, pero cuando irrumpan en serio los problemas así sabremos todos a qué atenernos, explicándonos entonces -en pura lógica y deducción- actitudes aparentemente incongruentes.

Volviendo a la cosa esa del “lobby”, históricamente deben separarse dos momentos: la etapa de franquismo y el advenimiento y consolidación de la democracia. En la primera destacarían con luz propia la familia Fierro y el ex rey de Bulgaria Simeón de Sajonia Coburgo (exiliado en España), testaferros de los bienes de Hassan II, el conde de Godó (titular de ‘La Vanguardia’) y, sobre todo, José Solís Ruiz, secretario general del Movimiento y ministro del Régimen, abogado para más señas de de la familia real marroquí en nuestro país y que negoció a favor de Hassán II el oportuno abandono (España era y sigue siendo responsable de la descolonización del territorio) del Sáhara Occidental. Desde 1.975 y hasta el momento nos encontramos, entre otra pléyade de figuras menores, con literatos como Juan Goytisolo (escritor antifranquista confortablemente instalado, acríticamente, en Marrakech), diplomáticos como Máximo Cajal (fue interprete entre Franco y De Gaulle siendo conocidas sus tesis abandonistas sobre Ceuta y Melilla), el empresario José Miguel Zaldo Santamaría (presidente del comité empresarial hispano-marroquí en la CEOE), el ex presidente de la Generalitat Jordi Pujol (su padre era propietario de un buen lote de tierras próximas al aeropuerto tetuaní de Sania Ramel), la plana mayor de la Junta de Andalucía y, particularmente, la familia González-Romero, con reconocidos intereses en el país a través de su complejo político-económico-mediático; Felipe González llegó a presentar a su “partenaire”, el multimillonario mexicano Carlos Slim, al rey Mohamed VI.

Al Reino de Marruecos yo le reconozco, no sin admiración, tres virtudes: su larga, larguísima mano, la manifiesta generosidad para con sus amigos y la impunidad con la que actúa, a nivel internacional, en defensa implacable y cerrada de sus intereses.
 

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