Socialmente no hay un prototipo de maltratador; puede ser de
clase alta o baja, con estudios o sin ellos, joven o viejo.
Es un perfil plano. Su conducta no tiene por qué estar
ligada al consumo de alcohol o drogas -en el 80% de los caso
no lo está- y tampoco a desviaciones psíquicas. En contra de
lo que pueda parecer, la mayor parte de los agresores no son
enfermos mentales. La mayoría no son agresivos de forma
habitual. Ejercen su violencia de forma selectiva, sólo con
su mujer. Por eso es tan difícil reconocerlos. Además,
desarrollan una especie de doble personalidad; hacen lo que
corresponde hacer a un hombre cuando están en público:
tratar bien a su mujer; pero son unos tiranos en privado.
Esta doble fachada es más acusada en los maltratadores que
ejercen violencia física.
Conocido pues ciertos elementos característicos propios de
los cobardes machistas que creen ser superiores a la mujer
[ante la creencia de que es suya], sí podemos hacer un
pequeño recorrido por nuestro entorno ceutí. Algunos hay que
socialmente creen estar en la cúspide. Se trata de
personajes que, en algún caso, han logrado posición y fama
jugando a la política y manejando basuras, aguas, losetas y
solares. Han ganado una mejor posición social en función de
los dividendos obtenidos, aumentados por comisiones, dádivas
e, incluso, chantajes. Aparente señor en la calle, pero
demonio impío en la casa.
Cuando la sociedad no aplaude, sino que denuncia -cada vez
más- prácticas tan machistas y soeces, estos elemento han
sido unos perfectos soeces machistas y cobardes en el
interior del hogar [donde la gente no ve, no mira]. Lugar
privado en el que cuelgan como el gabán la máscara, de
personaje social y famosote, en la percha de la
desvergüenza.
Este tipo de personaje, de posición pero de poca cultura,
adinerado pero de baja estofa, le ha gustado siempre
amedrentar con su juguete favorito en la zona privativa del
hogar. El Superman de la intimidad, el valiente de puertas
cerradas, gusta de manejar el mismo elemento castigador
usado, claro, cuando nadie lo ve.
No hay un perfil de maltratador. Los hay de bajo nivel
social, medio y alto. Los hay cultos e incultos.
Finalmente sólo, perdido, sin poder pegar a nadie en un
momento dado de sus machistas y puercas vidas, encuentra en
los bajos fondos un talismán de blancas carnes.
Probablemente más fácil de ‘calentar’, por aquello del
‘frío’. La sociedad, en su amplísima mayoría, se muestra
claramente en contra de la llamada violencia de género, del
maltrato físico o psíquico que se practica en el hogar.
Descubrir a los que practican esta cobardía puede llegar a
ser un deporte entretenido que sirva para avergonzar
públicamente y situar en su justo sitio a quienes creen
estar dotados de impunidad social.
Ya veremos.
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