Ana se sintió contenta al despertar y descubrir aquella
mañana sonriente y esplendorosa. Hacía poco que había
cumplido los diez años. Sus expresivos y brillantes ojos
disimulaban, ventajosamente, la suave sombra de madurez que
pugnaba por abrirse paso en su semblante. Bostezó estirando
sus pequeños brazos, y al fin, con gesto decidido, se arrojó
del tibio lecho para abrir las ventanas y recibir de lleno
el fresco abrazo de la viva mañana de noviembre.
-Hoy no hay “cole”…,hemos de salir a recibir a papá que
viene, desde lejos, aún no he tenido la oportunidad de
conocerle. Mamá me contó que tuvo que marcharse, cuando yo
era aún más pequeña, en realidad me explicó que ella lloraba
mucho a su lado pero jamás entendí bien porqué se había
marchado, porqué nos había dejado solas- -Ahora tendré el
resto del día para disfrutar en el parque. Ah! Y para pasar
la tarde con mamá, que por suerte libra, porque hoy es
jueves- ¡Pobre mamá! Siempre tiene esa sombra de tristeza en
sus ojos. ¡Qué ojos tan azules pero que tristes! -Es por
papá-, pensó Ana mientras el hilo de sus pensamientos la
llevaban hacia la foto del padre que nunca conoció y que
destacaba en el coqueto portarretratos que ocupaba el lugar
de honor de su pequeña estantería azul. -¡Que guapo era! Sus
limpios ojos, rebosantes de bondad y afecto. Cuánto hubiera
dado por besar ese rostro sincero y abierto. Cuánto, porque
alguna que otra noche, la hubiera arropado y con su voz, que
ella imaginaba recia pero acariciante, le hubiera deseado
felices sueños- -¡Ay papá! ¿Por qué no estás con nosotras?-
-¡Qué desgraciada ha sido mamá desde entonces ¡Y yo, que
nunca te conocí, cuánto te echo de menos- -Mamá nunca me lo
dijo, pero en el colegio, he oído a mis amigos comentar lo
que escuchan de sus padres, lo que se rumorea en el pueblo,
y es que papá le pegaba a mamá cuando yo aún permanecía en
su vientre . Es una historia que siempre se ha rumoreado en
dónde vivo. Jamás me lo creí. También he oído que no podía
acercarse a nosotras por esa misma razón. Mamá siempre me
desmintió todo. Y yo la creí a ella-
-¡Ana!¡Ana!...-. -¡Uf! Mi madre me llama. ¡Fuera lágrimas!-
-¡Voy mamá!- -Ana, qué contenta estás hoy ¿eh? Como se nota
que no hay colegio. -Si mamá, esta tarde podremos reunirnos
con papá…por que¿ Tú también tendrás ganas de verle? ¿no?
Voy a comprar dos rosas para él. Quizás ahora no quiera
marcharse, cuando me conozca y me vea…No puedo permitir que
nos deje de nuevo solas…- Una tenue sombra, imperceptible
para la niña, cruza el rostro de la madre.- Tu padre-;
contesta secamente. Ana coge su pequeña pelliza roja y
saliendo de la casa se dirige al puesto de flores. –Quiero
estas dos rosas, la blanca y la roja- -¿Para quién son Ana?,
le pregunta la tendera – Son para mi papá, tengo muchísimas
ganas de conocerlo. No lo dejaré marchar, ahora que he
crecido cuando me vea no querrá irse jamás- -¿Y porqué no te
llevas las dos rosas blancas? -No sé… responde la
niña…Prefiero las que le dije, así podré regalarle una a
mamá. A ella también le gustará recibir alguna- Ya en su
poder las aterciopeladas rosas, Ana corre hacia el lugar
donde había quedado con su padre. Al fin llega. Y ya, por
fin, el gran momento.
El padre al llegar a la altura de Ana, le llama la atención
la rubia cabellera de la niña y el agudo contraste de las
dos flores que porta. Se detiene y le habla. En ese momento
aparece su madre. La pálida faz de la madre al ver al recién
llegado se puso aún más lívida y blanca al verlo desde tan
cerca. Ella deseaba que estuviera lejos… Ana apresuradamente
fue a recoger las dos rosas para entregárselas. -¿Sabe Usted
una cosa? Como he comprado dos flores quizás no le importe
que una de ellas sea para mamá. Ella me ha cuidado siempre y
jamás me habló mal de Usted, dijo con desparpajo- En ese
momento el silencio se abrió paso.
El sonido desgarrador de un disparo invadió la calle… La
pequeña, sin comprender la reacción de su padre, le lanza la
rosa roja alcanzándole el rostro y, encogiéndose de hombros
se abraza a su madre, que yace en el suelo ensangrentada, la
besa y llora, aún su cuerpo permanece cálido…
Una lágrima escapaba furtiva por los azules ojos de la niña.
Herencia de la madre; no lo iba a matar todo… -¿Sabes una
cosa mamá? -Llora desconsoladamente….-La rosa blanca era
para tí - La roja para el asesino de papá.
* Coordinadora del proyecto “Enredes”
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