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OPINIÓN - DOMINGO, 25 DE NOVIEMBRE DE 2007

 
OPINIÓN / COLABORACIÓN

La rosa blanca es para mamá

Por Ana Isabel Muñoz Arbona*


Ana se sintió contenta al despertar y descubrir aquella mañana sonriente y esplendorosa. Hacía poco que había cumplido los diez años. Sus expresivos y brillantes ojos disimulaban, ventajosamente, la suave sombra de madurez que pugnaba por abrirse paso en su semblante. Bostezó estirando sus pequeños brazos, y al fin, con gesto decidido, se arrojó del tibio lecho para abrir las ventanas y recibir de lleno el fresco abrazo de la viva mañana de noviembre.

-Hoy no hay “cole”…,hemos de salir a recibir a papá que viene, desde lejos, aún no he tenido la oportunidad de conocerle. Mamá me contó que tuvo que marcharse, cuando yo era aún más pequeña, en realidad me explicó que ella lloraba mucho a su lado pero jamás entendí bien porqué se había marchado, porqué nos había dejado solas- -Ahora tendré el resto del día para disfrutar en el parque. Ah! Y para pasar la tarde con mamá, que por suerte libra, porque hoy es jueves- ¡Pobre mamá! Siempre tiene esa sombra de tristeza en sus ojos. ¡Qué ojos tan azules pero que tristes! -Es por papá-, pensó Ana mientras el hilo de sus pensamientos la llevaban hacia la foto del padre que nunca conoció y que destacaba en el coqueto portarretratos que ocupaba el lugar de honor de su pequeña estantería azul. -¡Que guapo era! Sus limpios ojos, rebosantes de bondad y afecto. Cuánto hubiera dado por besar ese rostro sincero y abierto. Cuánto, porque alguna que otra noche, la hubiera arropado y con su voz, que ella imaginaba recia pero acariciante, le hubiera deseado felices sueños- -¡Ay papá! ¿Por qué no estás con nosotras?- -¡Qué desgraciada ha sido mamá desde entonces ¡Y yo, que nunca te conocí, cuánto te echo de menos- -Mamá nunca me lo dijo, pero en el colegio, he oído a mis amigos comentar lo que escuchan de sus padres, lo que se rumorea en el pueblo, y es que papá le pegaba a mamá cuando yo aún permanecía en su vientre . Es una historia que siempre se ha rumoreado en dónde vivo. Jamás me lo creí. También he oído que no podía acercarse a nosotras por esa misma razón. Mamá siempre me desmintió todo. Y yo la creí a ella-

-¡Ana!¡Ana!...-. -¡Uf! Mi madre me llama. ¡Fuera lágrimas!- -¡Voy mamá!- -Ana, qué contenta estás hoy ¿eh? Como se nota que no hay colegio. -Si mamá, esta tarde podremos reunirnos con papá…por que¿ Tú también tendrás ganas de verle? ¿no? Voy a comprar dos rosas para él. Quizás ahora no quiera marcharse, cuando me conozca y me vea…No puedo permitir que nos deje de nuevo solas…- Una tenue sombra, imperceptible para la niña, cruza el rostro de la madre.- Tu padre-; contesta secamente. Ana coge su pequeña pelliza roja y saliendo de la casa se dirige al puesto de flores. –Quiero estas dos rosas, la blanca y la roja- -¿Para quién son Ana?, le pregunta la tendera – Son para mi papá, tengo muchísimas ganas de conocerlo. No lo dejaré marchar, ahora que he crecido cuando me vea no querrá irse jamás- -¿Y porqué no te llevas las dos rosas blancas? -No sé… responde la niña…Prefiero las que le dije, así podré regalarle una a mamá. A ella también le gustará recibir alguna- Ya en su poder las aterciopeladas rosas, Ana corre hacia el lugar donde había quedado con su padre. Al fin llega. Y ya, por fin, el gran momento.

El padre al llegar a la altura de Ana, le llama la atención la rubia cabellera de la niña y el agudo contraste de las dos flores que porta. Se detiene y le habla. En ese momento aparece su madre. La pálida faz de la madre al ver al recién llegado se puso aún más lívida y blanca al verlo desde tan cerca. Ella deseaba que estuviera lejos… Ana apresuradamente fue a recoger las dos rosas para entregárselas. -¿Sabe Usted una cosa? Como he comprado dos flores quizás no le importe que una de ellas sea para mamá. Ella me ha cuidado siempre y jamás me habló mal de Usted, dijo con desparpajo- En ese momento el silencio se abrió paso.

El sonido desgarrador de un disparo invadió la calle… La pequeña, sin comprender la reacción de su padre, le lanza la rosa roja alcanzándole el rostro y, encogiéndose de hombros se abraza a su madre, que yace en el suelo ensangrentada, la besa y llora, aún su cuerpo permanece cálido…

Una lágrima escapaba furtiva por los azules ojos de la niña. Herencia de la madre; no lo iba a matar todo… -¿Sabes una cosa mamá? -Llora desconsoladamente….-La rosa blanca era para tí - La roja para el asesino de papá.

* Coordinadora del proyecto “Enredes”
 

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