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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 28 DE NOVIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / ALGO MÁS QUE PALABRAS

La acogida, misión humana (I)
 


Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
 

No puede darse una verdadera cultura de acogida, de la que tanto se habla y se presume, más bien de boquilla sólo, porque las mismas instituciones de países ricos hacen oídos sordos a los países pobres, y entre ricos y pobres dentro del mismo país, ni apenas se dirigen las miradas. Por cierto, ahora que tan a la ligera e injustamente se machaca a la Iglesia Católica, como si fuera la causa de todos los males, conviene recordar que la inmensa mayoría de sus miembros son personas que entregan su vida a los demás, desempeñando una labor discreta de acogida y muchas veces ignorada. La sociedad, sin embargo, y sobre todo casi siempre los inaccesibles pudientes, intratables y con cara de ajo, lo de tender una mano al afligido con verdadera hospitalidad de admisión y acogimiento, deben pensar que es cuestión de curas y de sus pastorales. Con unas migajas por Navidad suelen acallar las conciencias. Como si los demás días, los desamparados de este injusto mundo, no necesitasen refugio donde poder calentar su cuerpo de amabilidad. Se han perdido tantos amores en batallas innecesarias, que uno de los actos propios de amor como es acoger, dormita en el letargo, aunque los inviernos de la vida sean menos duros. La dureza la lleva ahora el ser humano, que no entiende otra semántica, que la de servirse asimismo poder a todas horas y el desvelo de albergar un caudal de riquezas para sentirse grande entre los grandes. Cabeza de lobo, en definitiva. Por otra parte, lo distante es lo que se lleva. Los muros de hielo. Nadie escucha a los que piden auxilio, esa es la pura verdad. Se puede nacer más o menos acogedor, en parte también depende de las caricias recibidas, pero igualmente es un valor que se cultiva, que se educa. Tomen buena nota los promotores-autores de la sugerente educación para la ciudadanía, seducción de espíritu político e inútil formación propagandística. Piensen, rectifiquen y si encuentran motivo acojan a la acogida, una dama que nadie quiere porque compromete a tener las puertas siempre abiertas cuando llama el desespero. Si optan predicarlo, sepan que el ejemplo es la mejor educación. Hoy por hoy, la actitud o disponibilidad para acoger cotiza menos que la credibilidad política que ya es decir. Las diferencias vienen sentando cátedra. Y el poder suele hacer la vista larga o poner la guinda.

El seguro de acogida está de capa caída. Como la Santa Iglesia de Roma eche el candado, mejor los excluidos cambian de planeta y ya veremos qué hacen los que reparten las raciones como divertimento. Ni la social seguridad insegura puede salvarnos de la quema, por mucho que nos hagan doblar las cervicales en la edad octogenaria.
 

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