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OPINIÓN - JUEVES, 29 DE NOVIEMBRE DE 2007

 
OPINIÓN / COLABORACIÓN

Especialista en negocios

Por Ramón Ros


Hace unos pocos años ya, desapareció de la escena política de Ceuta uno de los mayores aprovechados que esta tierra ha conocido, y es hasta posible que no vuelva a aparecer un espécimen de este perfil. Desapareció de la política porque los ciudadanos acabaron hartos de su caradura, de su incapacidad, de su poca vergüenza y de su afán por conseguir lo imposible a costa de lo que fuera. Criado en el mercadeo de un bazar, aplicó a su actividad política los mismos criterios que aprendió detrás del mostrador: meterte la bacalada, vendiéndote una porquería a precio de oro, y mientras el estafado se iba, él se mofaba del pobre tonto al que una vez más había engañado. Una joya de persona y de político.

En lo personal y en lo público, cosas que él jamás distinguió, el maltrato a sus semejantes, el engaño patológico, el fraude a lo prometido y un atroz egoísmo, han sido su norte y guía, y como un cosaco vestido de lagarterana soñó alguna vez con que los ceutíes le eligiesen como líder de todos, y veíase él con el bastón, con el collar, al lado de ministros y de obispos, con su cara de gilipollas. Lástima que nada de eso le saliera bien, él que tan felices se las prometía, teniendo que volver a su auténtica condición de vulgar, vulgarísimo hasta el hartazgo.

Pero no perdió el tiempo el señorito, que mientras estuvo en la cosa pública los maletines iban y venían, entre agua y basura, corriendo por las losetas y demás aventuras. ¡Qué maletines más listos!, siempre de charco en charco, de contenedor en contenedor y de loseta en loseta, que para algo han servido al ligero de bragueta.

Ya fuera de la política, ¡cuánto la echa de menos!, se dedica ahora el achicharrado a pretender extorsionar a las personas que ocupan responsabilidades públicas, aquellas que no le hacen caso a él, que no le hacen reverencias, que no se prestan a sus manejos e intereses, y cree que puede hacerlo porque maneja cuatro hojas de papel extraordinariamente mal escritas. ¡Ay, Virgen del Carmen!, ¿para que te metes en estos berenjenales?. Si supieras lo golfo que ha sido y es tu jefe, no se te ocurriría escribir una ristra de ininteligibles estupideces, que es para lo que él te ha dejado, que también es una forma de maltrato, a ti, a una profesional.

¡Qué pena que tú no estuvieses en Ceuta cuando ese bicho mandaba!, porque a buen seguro le hubieses puesto a caldo, pero no de oídas, sino porque era tan burdo que se notaba desde lejos lo mangante que era. Pero, que le vamos a hacer, trabajas para él. El es tu amo.
 

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