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OPINIÓN - MARTES, 4 DE DICIEMBRE DE 2007

 
OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

La deontología pisada

Por Quim Sarriá


El encendido de las luces navideñas de la ciudad ha dejado encantado a mi pequeño hijo. Pero el muy pillo se saca de la manga un truco que no esperaba me lo hiciera: me exigió comprar un juguete porque la ocasión lo requería, “¡¡estamos en Navidá!!”, me espetó. Por mucho de que trato de convencerle que todavía no era Navidad, el chico, erre que erre, me pregunta el porqué encendían ahora las luces si todavía no era Navidad. No tuve más remedio que acercarme a los Almacenes San Pablo y arrearle a la Visa un repaso de muy señor mío, comprándole uno de esos enormes helicópteros que vienen en la película de dibujos animados “Cars” y que no son baratos precisamente. Como un globo queda mi chico, de tan contento como sale corriendo a la calle.

Dejando de lado este pequeño “percance” familiar, me sumerjo en el marasmo de noticias que no paran de surgir en todas las latitudes y longitudes de la bola terrestre y destaco una que, por sí sola, habla de lo sufrida que es la vida de los profesionales que mantienen al pueblo informado

Era de esperar que un periodista profesional abusara de su condición como tal para dar rienda suelta a sus instintos más rabiosos ofendiendo gravemente a compañeros de profesión de una manera totalmente falaz y despreciativamente insultante.

Si ese periodista, peor que un ultraderechista, aparte de exigir al propio Rey que se vaya, con otras palabras y maneras pero que al fin de cuentas es lo mismo, se la toma con compañeros de profesión por difundir palabras que se hablaron en una entrevista con el líder pepero, fuera del contexto de la propia entrevista… pisotea sin rubor el Código Deontológico aprobado en la Asamblea Ordinaria de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España, en su sesión desarrollada en Sevilla el 27 de noviembre de 1993.

Quienes conocen el mencionado Código, y que son todos los periodistas profesionales desde que se registran como tales, saben que por encima de toda noticia impera el derecho a la presunción de inocencia que rige para todos y para cada uno de los ciudadanos del país, sean o no periodistas.

Cambiando de tercio, cuando tratamos de los políticos siendo personajes públicos, muchos de los articulistas colaboradores con la prensa realizan escritos de opinión sin ningún rubor y de manera harto ofensiva a pesar de que son precisamente, los políticos, personajes públicos en un clara demostración de que no estudiaron periodismo y vierten sus opiniones tal como las piensan o reciben de sus respectivas fuentes informantes. Si estos articulistas supieran desde un principio lo que es la ética periodística y con ello tener conocimiento del código deontológico, no habrían escrito tantos artículos difamantes, con nombres y apellidos, si supieran que uno de los principios generales es el del respeto a la verdad y la honestidad de la información difundida.

Si bien se respeta la opinión de cada uno como tal, es lógico exigir un respeto a la razón y a la verdad por parte del que opina libremente… pero llevado por su inquina personal, hacia algo o alguien, no es propio de un periodista de verdad manipular la información y darle carácter gratuitamente ofensivo, porque atenta gravemente contra el derecho al respeto que merecen todas las personas que tienen, a su vez, el derecho a la presunción de inocencia hasta que no se demuestre lo contrario de manera verídica y, en última instancia, por veredicto judicial.

Escribir reiteradamente, de la manera como lo hacen algunos, atacando a quienes no atacan de ninguna manera sus derechos, simplemente porque su ideología gira en el epicentro de su propio ombligo, no es de recibo y sí de desprecio dentro del colectivo de gente dedicada, de cualquier manera, a escribir para la prensa.

Muchos sabemos que hay gente, dentro y fuera del mundo de la prensa, que tergiversan palabras y hechos con el único fin de beneficiar sus propios intereses o los intereses de quienes conforman su propia ideología y perjudican con ello al conjunto de la nación… todos sabemos quienes son. Por desgracia, seguirán.
 

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