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OPINIÓN - SÁBADO, 8 DE DICIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Dice el maestro, Raúl del Pozo, que todos los periodistas somos mercenarios, y lleva toda la razón del mundo. Todos vendemos, de alguna manera, nuestras plumas a los mejores postores. Los mercenarios, en las guerras, son aquellos que carecen de ideales y venden sus armas a quienes más les paguen. Ellos no entienden ni de ideas, ni de razas, ni de colores. Sólo entienden de cobrar el dinero prometido y, sobre todo, de conservar sus vidas para, un mañana no muy lejano, poder vender esas mismas armas incluso a aquellos contra los que, en estos momentos, están disparando. Todo es cuestión de ceros a la derecha.

Claro que hay, es justo reconocerlo, mercenarios que ni a mercenarios llegan por mucho que lo intente. Carecen de la habilidad del mercenario, no tienen las armas necesarias para enfrentarse al enemigo y sin ninguno de esos bagajes, tan necesario e indispensables, para ser mercenarios, se lanzan al combate porque así se lo ordenan sus amos. Unos amos cobardes que jamás dan la cara y que, en cualquier momento son capaces de entregar sus cabezas, en bandeja de plata, en cuanto el enemigo les dé la más mínima oportunidad de conseguir sus deseos.
O sea, para aclararnos, se juegan el todo por le todo, a cambio de nada, sólo por defender la ambición desmedida de aquel analfabeto, que en sus sueños de grandeza sigue creyéndose el ombligo de un pueblo al que ya no puede engañar, ofreciéndole a cambio de su voto una baratija.

La ambición desmedida de estos personajillos del tres al cuarto, que no ven más allá de sus narices, les hace creer en sus delirios de grandeza que son algo y que sin su apoyo llegará el diluvio universal. Pobre analfabeto engreído, ambicioso y analfabeto.

Pena me causan esos pobres diablos que en la creencia, entupida y absurda de que son mercenarios, sacan sus lastiqueras para defender al personajillo de medio pelo, que sigue soñando que el mundo en el que vive continua siendo el de hace cuarenta años donde marchando en solitario podía llegar fácilmente la chantaje de todos aquellos que no se inclinaran a sus deseos. Ni se ha podido quitar la marca que el aro del cubo ha dejado en su trasero ni , por supuesto, con el paso del tiempo ha aprendido nada, sigue siendo el mismo analfabeto que era hace cuarenta años, donde alguien, antes de morir, maldecía haber conseguido poner un arma en sus manos, que sabiendo aprovecharla podía convertirse en un arma letal contra sus enemigos.

Este personajillo de medio pelo, inculto entre los incultos, sólo es capaz de manejar la gran arma, que pusieron en sus manos con mentiras y engaños, como chantaje. Su capacidad intelectual es tan sumamente nula, que no le sirve ni para elegir a los mercenarios, ni para entrar en combate. Los lanza, haciéndoles descargar el escaso armamento del que disponen de un golpe, sin pensar que cuando se acaben las armas, como es el caso, sin herir al enemigo, cómo vana poder seguir disparando.

Pobre hombre y pobres mercenarios de segunda mano, que se juegan que en unos segundos caigan abatidos. Adiós, tú
 

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