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OPINIÓN - MARTES, 11 DE DICIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Había una vez un circo… Esta era una de las canciones que solían cantar los llamados payasos de la tele que, durante muchos años, hicieron las delicias de mayores y pequeños. Para mí que la canción fue como una premonición de que el mayor espectáculo del mundo seguiría vivo a lo largo de los tiempos aunque el circo de ellos, su circo, desapareció cuando dijeron, por diferentes razones, adiós.

De aquel circo, de aquellos payasos, a pesar del tiempo transcurrido todos nos acordamos porque, en definitiva, por su buen hacer dejaron huellas en los hombres de hoy, niños del ayer. ¿Quiénes no hemos cantados su canciones?. Sería de necios negar que, en algunas ocasiones todos mayores y pequeños, incluso los que nacieron después de su desaparición, no hemos entonado algunas de sus celebres canciones.

Y es que, el circo, no morirá jamás ni su número más importante, los payasos. No se puede concebir un circo sin la actuación estelar de los payasos. Un circo sin payasos, ni es circo ni nada que se le parezca. Sería, sin discusión alguna, un jardín sin flores.

De aquellos circos, viajeros constantes a lo largo y ancho de nuestra geografía, no queda nada. Hoy están asentados en las grandes ciudades y, de tarde en tarde, deciden con una parte del espectáculo recorrer varias ciudades pero, siempre, con los payasos al frente del espectáculo.

Aquí, en esta tierra nuestra, donde los circos siempre han sido acogidos con gran entusiasmo quizás, por lo maravilloso que es vivir en ella, algunos payasos decidieron afincarse manteniendo, con ello, el circo vivo y, a la vez, mostrar todo su arte con auténticas payasadas. ¡Será por circos y payasos!.

Lo malo de ello es que, todos esos payasos que tenemos en nuestra tierra, no han sido capaces de variar sus repertorios, por eso no hacen gracia. Son tan repetitivos que dan ganas de vomitar el escuchar, siempre, sus mismos chistes viejos y caducos, que más que hacernos reír nos dan pena.

Uno de esos payasos que tenemos, natural y vecino de nuestra ciudad, siempre actúa acompañado de su trouppe, calamitosa por cierto, en todas sus actuaciones, valiéndole para aplaudir y jalear cada uno de los chistes malos a los que nos tiene acostumbrado. La trouppe, en cuanto el público cansado de escuchar siempre la misma actuación, empieza a silbar o a abuchear al payaso, no lo duda y se lanza a tirarle pelotitas de papel que a nadie dañan aún llegando a su destino.

Este payaso que tuvo la suerte de ser alguien, en el mundo del espectáculo, cuando sólo existía su circo coge unos rebotes enormes, cuando el personal ya no le tira monedas sino, por el contrario, le silba en cada una de las actuaciones que monta. Y es que cuando no amasa dinero, para lo único que vive sin importarle lo más mínimo su trouppe ni su familia puesto que para él, el asqueroso papel sucio y maloliente, es lo verdaderamente importante en esta vida.

¡Pobre payaso, al que hasta sus amigos le están volviendo las espaldas!. Cambia el repertorio, llorar por dinero esta muy visto.
 

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