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política - VIERNES, 14 DE DICIEMBRE DE 2007


enrique moya. archivo.

reportaje
 

El harakiri socialista

Moya pidió a Ferraz por carta el
6 de octubre, cuando ya se sabía que los críticos tenían casi 100 firmas de la militancia a su favor, que disolviese el partido como la solución “más conveniente”
 

CEUTA
Gonzalo Testa

local
@elpueblodeceuta.com

Que a Enrique Moya, aquel director provincial que salió del INEM en junio de 2006 hacia un incierto destino en el MEC para preparar desde allí y con tiempo la campaña electoral del PSOE a las autonómicas de mayo pasado, no le ha gustado nunca el trato con los medios es cosa sabida. No le gustaba entonces, no le gustó mientras fue presidente de la Comisión Gestora y tampoco le gusta ahora como coordinador electoral de la Comisión Delegada de la Federal que preside De la Encina.

A nadie debe extrañar, por tanto, que Moya hiciera de las apariciones en la prensa de los críticos del PSOE una pata fundamental de su argumentario ante Ferraz contra ellos el pasado 6 de octubre, cuando consciente de que sus adversarios internos tenían ya muchas más firmas de las que necesitaban para convocar, de acuerdo con los Estatutos de la Federación ceutí, un Congreso Extraordinario. Ese día Moya decidió hacerle el harakiri al partido. Nunca se dijo, sin embargo, hasta que anteayer lo desveló en sede judicial el abogado de la Federal socialista. Sin embargo, lo más curioso son los argumentos que utilizó, “absolutamente sesgados”, “peyorativos” e “incomprensibles” según los cuatro políticos con los que este periódico compartió ayer la lectura de su carta.

“Nada más ser nombrada la citada Gestora”, arranca Moya la misiva “descriptiva” que le había pedido Ferraz, “salió a los medios un reducido grupo de militantes, minoritario pero muy activo en los medios, manifestando su disconformidad en contra de la Ejecutiva Federal en cuanto a la composición de la misma”. “La utilización de los medios siempre se ha considerado desde la Gestora como una manera de presión para imponer su criterio y, dado que no funcionó en primera instancia, realizaron una campaña de recogida de firmas que tampoco les funcionó”, reitera el socialista. “Su intención de trasladar una versión radicalmente distinta de la realidad es evidente”, analizó ayer un crítico sobre esta parte del texto con un acta notarial donde se acredita el respaldo de 98 militantes a sus posiciones.

El asunto mediático le sirve también a Moya para reprobar a su por aquel entonces compañero de Gestora, Juan José León Molina, al que acusa ante la Federal de posicionarse como el “portavoz” del “autodenominado ‘sector crítico’” e incluso de postularse “como futuro candidato a secretario general”.

No obstante, lo de los medios sólo fue, como él mismo dice, “el principio”. “Dada la consideración que siempre se les ha dado como grupo de militantes minoritario”, describe, “optaron por plantarse en la sede del partido planteando no moverse hasta que no se les hiciera caso a sus aspiraciones y amenazando con más actuaciones si no se atendía a su petición de celebrar un Congreso Extraordinario o, en el peor de los casos, una Asamblea abierta”.

“De corte peyorativo”

No es la única vez que Moya confiesa en su carta sentirse “amenazado”, aunque nunca llega a decir con qué. Tal vez porque los muy condenados se buscaron las peores compañías “sin ningún tipo de autorización” y se les ocurrió reunirse nada menos que con el PSPC, al que define como “una escisión del PSOE”, y la UDCE, formación a la que se refiere escuetamente como “de corte musulmán”.

“Es peyorativo, es de desagradecido y es absolutamente inaceptable en un presunto líder político progresista”, valoró ayer la descripción un miembro de la Ejecutiva de Ali, que hoy responderá personalmente al perfil que le ha pintado Moya en rueda de prensa.

Pero la lista de conspiradores contra su PSOE, a ojos de Moya, es mucho más amplia que León Molina, Ali y Aróstegui. No podían faltar, obviamente, Basilio Fernández (“ex presidente autonómico independiente y más tarde de la formación política Progreso y Futuro de Ceuta, otra escisión del PSOE, que protagonizó las manifestaciones contrarias al Estatuto ceutí con quema pública del mismo incluida”, es la descripción de Moya) y Antonio Gil (“que ya con anterioridad ha mostrado su disconformidad con la dirección política del partido promoviendo actuaciones, siempre con independencia a las tesis del partido y a sus espaldas”), a quienes atribuye el papel de “encabezar” la insurrección.

En el papel de secundarios “con cierto protagonismo desde un segundo plano” entran Salvadora Mateos, directora de la Oficina de Extranjería; Juan Hernández, del INGESA; o el ex director provincial de Trabajo Javier Martínez, cuyo traslado de la ficha de militante de León a Ceuta vetó expresamente por no haberlo pedido antes “entre otras razones”.

Pintado el cuadro y escogidos los protagonistas, Moya pasó a exponer sus “conclusiones”. La primera, que presenta como “el criterio de los componentes de la Gestora” (no aclara si de León Molina también), que los críticos querían “dominar el partido en Ceuta para controlar así los nombramientos en el futuro del Gobierno de la nación ante las perspectivas de ganar las próximas generales”. “En psicología”, ironizó ayer un ex militante socialista, “a sus palabras se les llamaría ‘proyección’, un mecanismo de defensa a través del cual se atribuyen a los demás sentimientos, impulsos o pensamientos propios que le resultan inaceptables”.

Segúnda, que los rebeldes además de promover “el boicot” a la Gestora no velaban por los intereses del partido: no participaban en mesas electorales “con las excusas más peregrinas”, encabezaban foros de debate “contrarios al partido”, no manifestaban sus discrepancias en foros internos y no daban muestras de responsabilidad “aportando sosiego en esta etapa del partido, sino lo contrario, prisas para arreglar todo cuanto antes”.

“La imagen que se traslada a la ciudadanía de Ceuta no es la más adecuada tanto más cuanto que repite ocasiones anteriores en las que siempre se utilizaron los medios para airear asuntos internos del partido y todo ello está propiciando un beneficio muy importante para el PP”, continúa el análisis político de Moya, que denigra “la alternativa que se plantea desde este pequeño grupo” porque sus integrantes son “viejas glorias” y porque “tanto desde la ciudadanía como desde el propio partido no se vería con buenas ojos volver al pasado”.

“Por todo lo expuesto”, concluye Moya, “y sobre todo, ante la situación de amenaza permanente, este presidente de la Comisión Gestora considera que lo más conveniente para el partido en Ceuta podría ser la disolución de la agrupación para poder atender el próximo compromiso electoral con las mismas garantías y una vez concluido éste, iniciar los trámites para la reconstrucción del partido y conducirlo a un congreso que determine la próxima dirección política del PSOE en Ceuta”.
 


Actuaciones contrarias al partido como
“la aceleración del Estatuto de Autonomía”

La misiva de Enrique Moya a la Ejecutiva Federal de octubre pasado, firmada cuatro días antes de que Ferraz anunciase la disolución del partido en Ceuta, reproduce elementos sabidos como la urticaria que produce al oficialismo socialista local la convocatoria de cónclaves como el ‘Foro por la izquierda’ y otros sorprendentes. Es el caso, por ejemplo, de su crítica a Antonio Gil por “acordar con UDCE iniciativas para la aceleración del Estatuto de Autonomía”, una frase que interpretada literalmente induce a pensar que los socialistas ceutíes no eran partidarios precisamente de sacar adelante cuanto antes la reforma del Estatuto de 1995, voluntad que siempre se atribuyó la ex secretaria general del PSOE, Toñi Palomo, y su equipo de trabajo.
 

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