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OPINIÓN - SÁBADO, 15 DE DICIEMBRE DE 2007

 
OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Ceuta… ¿ciudad sin ley?

Por Quim Sarriá


Eran las 11:30 de la mañana cuando me he llevado el enésimo disgusto desde que he regresado a mi ciudad, nuestra ciudad, en julio pasado. Ello lleva inherente el cabreo que me invade y que no resulta bueno para los parámetros de mi tensión arterial, bastante subida de tono, por lo que procuro agarrar el disgusto con exprimidora y mantenerlo dentro de los cauces normales derivados de estas situaciones no queridas.

Resulta que me vine a Ceuta con mi coche, cargado como uno más de esos transeúntes marroquíes en vacaciones pero sin llegar a invadir el espacio aéreo con bultos sobre el techo, y como no encuentro garaje donde dejarlo, lo tengo que aparcar en la calle, principalmente en la plaza de África o en la calle Independencia.

Meses después regresé con el segundo coche, también cargado de cosas de la familia, y lo dejé aparcado cerca del primero, con la intención de que a la semana siguiente regresaría a Mataró para guardarlo en el garaje que tengo allá.

Pues bien, un día después me encuentro con que me han desvalijado el segundo coche, un Golf, arrancándome de cuajo los faros antinieblas ubicados en el parachoques delantero; los embellecedores laterales; los espejos retrovisores exteriores de ambas puertas delanteras…, y eso que estaba aparcado en zona céntrica, frente por frente al C. N. Caballa. Me lo llevé a Mataró sin más.

Cuando regresé fui a buscar el Mercedes, el primer coche con el que me vine a mi ciudad… ¡me lo habían abierto!. Estaba en la Plaza de África, cerca del Parador y frente a la Catedral. Me desvalijaron todo lo que contenía en el interior, desde el GPS guardado en lugar seguro, que ya no lo es, hasta algunos juegos de mi hijo pequeño. Presenté denuncia en la Comisaría de Colón, sabiendo como sé que no lograría nada, y volví a dejarlo en otro lugar de la plaza de África.

Esta mañana, por el viernes, al ir a recogerlo para efectuar un desplazamiento a Hadú y luego a Benzú, me encuentro con que me lo han vuelto a abrir, destrozando la cerradura de la puerta del lado del conductor. No pudieron llevarse nada porque no había nada y, ya desesperado, al ir a arrancarlo me dí cuenta de que también habían tratado de forzar el contacto. No pudieron porque es un contacto difícil de hurgar.

En una ciudad donde la policía cobra más que en ningún sitio, es un suponer, que carece de servicio nocturno… y donde se suceden delitos con una frecuencia que ya debería estar en situación de alarma social, por cuanto esos delitos ocurren en unos escasos kilómetros cuadrados que llevan a la sospechosa posición de la ciudad española donde más delitos se producen, no deja a uno tranquilo.

Que esas cosas sucedan en la periferia quizás pueda tener una explicación, pero que suceda en el mismísimo centro de la ciudad ya es otra cuestión. Cuestión de plantear la seguridad ciudadana desde otra perspectiva y no lo digo por que me pasó a mí con mis coches, sino porque casi diariamente, con mayor frecuencia durante la noche, observo multitud de actuaciones delictivas que quedas impunes.

Una de ellas, la que más me llama la atención, es la total impunidad con la que actúan los narcos vendiendo esos productos destructores de la salud humana. Sin ir más lejos, el miércoles por la noche presencié una acalorada discusión entre el conductor de un vehículo aparcado, impunemente, encima de la acera que da a la entrada principal del mercado central, en pleno centro de la ciudad, y un hombre con aspecto de extranjero y casi borracho. El acompañante del conductor, ambos de etnia musulmana, salió de improviso del vehículo y abalanzándose contra el supuesto extranjero le propinó una paliza de ahí no te menees. ¿La policía?... tal vez durmiendo a pierna suelta o contemplando las noticias de sucesos del Telediario de medianoche, teniendo un suceso delante de sus propias y cerradas narices. No digamos de los que comenten infracciones dignas de retirada inmediata del carnet de conducir; de motoristas que ponen en peligro vidas ajenas y la suya propia. Lo malo es que resultan todos ellos musulmanes a los que parecen que les tienen miedo nuestras autoridades. Si tanto miedo les tienen, que dimitan y dejen el cargo a quienes tengan las suficientes agallas para imponer la ley. Ley que nos puede tranquilizar en nuestra convivencia. ¿No les parece? A ver si Vds. queridos lectores, pierden el miedo y denuncian cada acto delictivo en nuestro periódico. Nos guardaremos de mencionar sus nombres.
 

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