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OPINIÓN - JUEVES, 20 DE DICIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Diferencia
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Tengo la buena costumbre de tomar apuntes de lo que leo. Y la no tan buena de subrayar los libros con bolígrafo. Algo que conocen perfectamente las personas que han sido en ocasiones depositarias de algunos de ellos. Poseo un tomo con obras de Ortega y Gasset, cuyo deterioro es cada vez más evidente. Verdad es que lleva muchos años conmigo. Y ello, unido a que ha sido usado muchas veces y subrayado sin piedad, ha acelerado su estropeamiento. Aunque no hasta el punto de que me sea imposible leer sus páginas.

Ortega y Gasset es muy citado pero poco leído. Y “La rebelión de las masas”, uno de sus mas afamados ensayos, suele andar de boca en boca. Pero me atrevería a decir que son los menos quienes pueden hablar del hombre-masa y de las minorías selectas con la propiedad que otorga haber leído, una y otra vez, las reflexiones de nuestro gran filósofo. Podría, muy bien -y ya pueden tacharme de pedante-, hacer de memoria una exposición clara de la diferencia existente entre el tonto y el perspicaz. Pero prefiero transcribir literalmente, el párrafo subrayado en la página 1101, del tomo ya reseñado.

“Nos encontramos, pues, con la misma diferencia que eternamente existe entre el tonto y el perspicaz. Éste se sorprende a sí mismo siempre a dos dedos de ser tonto; por ello hace un esfuerzo para escapar a la inminente tontería, y en ese esfuerzo consiste la inteligencia. El tonto, en cambio, no se sospecha a sí mismo: se parece discretísimo, y de ahí la envidiable tranquilidad con que el necio se asienta e instala en su propia torpeza. Como esos insectos que no hay manera de extraer fuera del orificio en que habitan, no hay modo de desalojar al tonto de su tontería, llevarle de paseo un rato más allá de su ceguera y obligarle a que contraste su torpe visión habitual con otros modos de ver más sutiles. El tonto es vitalicio y sin poros”. Por eso decía Anatole France que un necio es mucho más funesto que un malvado. Porque el malvado descansa algunas veces; el necio, jamás.

El presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta nos llama mentirosos a quienes pedimos claridad en las cuentas del organismo que preside. Está convencido, además, que la única verdad es la suya. Y que todo bien es lo que a él le produce utilidad. Es, pues, un tonto que lucha denodadamente por llenar la botarga con el mínimo esfuerzo. Aunque en el empeño deba escribir un espacio desde el que produce vergüenza ajena.

Los tontos, además, lo son no sólo por creer que han encontrado la felicidad absoluta y diaria, sino por airearla a los cuatro vientos. Y, claro, cualquiera que no entienda esa felicidad de los necios es un ser amargado. El tonto, puede ser listo; listo con ganas. En este caso, lo demuestran sus acciones. Fue seguidor de las consignas del GIL y ahora parece que es el fundador del Partido Popular. El tonto es de poco pensar. Lo arregla todo con cuatro reflexiones trasnochadas y unas ideas integristas. Sigue siendo un cavernícola incorregible. En el fondo, los tontos ni son buenos ni agradecidos. Y muy dados a pedir mano dura para quienes no sean de su cuerda.

Y lo peor, y eso sí que es un tormento para los prójimos, es que este tonto está convencido de que ha sido elegido por la Providencia para conducir a su pueblo por el camino de la salvación.
 

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