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OPINIÓN - JUEVES, 20 DE DICIEMBRE DE 2007

 
OPINIÓN / COLABORACIÓPN

Ceutíes en Sevilla

Por Alfonso González Gaitán


Sevillano, nacido de padre y madre sevillanos y muy orgulloso de ello, sin embargo, no tengo más remedio que reconocer que queriendo o sin querer tengo una irreprimible envidia por los que tienen ‘patria chica’. Tanto es así que estando casado con una manchega más sevillana que yo, yo por mi cuenta me he hecho adoptar por el pequeño pueblo manchego donde nació mi esposa.

Estos pensamientos están paseando por mi mente mientras aparco el coche para asistir a la primera comida de confraternización de ceutíes en Sevilla. Para ser más exacto, el ágape se celebra en la ciudad que dio dos emperadores al Imperio Romano, Adriano y Trajano, Itálica, hoy Santiponce, acontecimiento que me augura un buen futuro para la naciente ‘Casa de Ceuta en Sevilla’. Van llegando los norteafricanos por nacimiento y españoles de sentimiento e históricamente por decisión. Casi todos con los mismos propósitos. Los viejos quieren reconocer amigos y convecinos de otros tiempos.

Los maduros y maduras, ver y recordar a los compañeros de sus quintas y guateques. Los jóvenes con cierto excepticismo de los dudosos resultados que les va a aportar tan clásica reunión. Tener una ‘patria chica’ es muy bonito, pero si además la ‘patria chica’ es chica chica, por mejor decir es una isla aunque no geográfica, sí a nivel de comunicación y cultural, eso debe de ser una gozada. Yo, sevillano, invitado a una comida que será el primer grano de arena de la Casa de Ceuta en Sevilla por mi amigo caballa Francisco Calderón, el del Banco Hispano, me siento, del verbo sentar, en compañía de otro caballa al que acaban de presentarme, Joaquín Lázaro Moronta (abuelo), en una mesa perfectamente equipada estética y culinariamente. Veo, observo, me encanto de conocer a uno y a otros en cada presentación y empiezo a pensar y a alucinar.

Pienso: Las gentes de Ceuta todos son muy generosos y además muy respetuosos con uno de los mandatos del Ser Supremo, pues cumplen a plena satisfacción la orden del “Creced y Multiplicaos”, tanto es así que su territorio se les queda pequeño y no tienen más remedio que renunciar a poder vivir, trabajar, educarse, educar y multiplicarse en su ‘patria chica’. La existencia paga al amor con amor y a la vida con vida. Y la existencia a la gente de Ceuta o quizás Ceuta, en abstracto ha pagado a esa gente norteafricana con ese amor a su ‘patria chica’, por esa razón con seguridad habrá ceutíes de Ceuta, Madrid, Toledo, Cádiz, Huelva, Córdoba, Valencia, Puerto de Santa María, Jerez de la Frontera... y Sevilla.

Era lógico que allí no estuvieran todos los ceutíes de la diáspora, pero sí había una amplia representación en clases económicas, sociales y políticas. Hombres ya ilustres (los señores Olivencia y Chaves), uno presente y otro presente en sentimientos. Relevantes hombres de empresas actualmente en candelero (señores Calvo, Carrillo, Pasamar, García Benítez...). Formadores de opinión y muy culpables del evento que comento (señoras Guzmán y Juste y el señor Hachuel) y otros que lo fueron en otros tiempos (señor Amores).

La auténtica gozada, es inenarrable, pues no es posible relatar la cantidad de recuerdos, cuchilleos y anécdotas de los ceutíes de a pie. Unos con muy buena fe y otros... Los ‘ceutíes’ consortes y simpatizantes que asistíamos al espectáculo divertidamente. Todos o casi todos ellos, los ceutíes residentes y no residentes, coincidían y creo que se arrepentían algo viendo cómo se sentían de bien saludándose, riéndose y comiendo en la antigua ciudad de los empreradores romanos y como en su ‘patrica chica, chica’ a veces se ignoran.

En los ojos de más de uno creí ver propósito de enmienda. Por último sonrío mientras recuerdo y escribo, como uno de los más saludado y apreciado fue el humilde, con mayúsculas, Pepe, el encargado de ‘La tienda de Marcelino’, que hoy también vive en Sevilla en casa de su hijo, ejecutivo de una multinacional. O escuchando a Joaquín (abuelo), como me contaba con gracejo gaditano, que si él llevara los segundos apellidos de sus padres, el Joaquín se llamaría Joaquín Abuelo Nieto.

Su excelentísimo señor presidente-alcalde, Jesús Cayetano Fortes, dio la talla. Hubo momentos en los que le hubiera gustado tener más de un cuerpo para atender a sus ceutíes. Disfrutó como un chiquillo con juguete nuevo reconociendo a antiguos compañeros de los Agustinos y de la mili. Yo tuve la satisfacción, como sevillano de nacimiento y envidioso de ‘patria chica’, de regalarle un pisacorbatas de nuestro ‘Giraldillo’.
 

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