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OPINIÓN - VIERNES, 21 DE DICIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Ciudadanos incultos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Fue un día del mes de julio, cuando el presidente de la Ciudad paseaba por la calle departiendo con personas de su séquito habitual, que pude hablar con él lo justo para decirle que se anduviera con tiento, porque agazapados estaban unos años de gobierno nada fáciles. Su respuesta fue la siguiente:

-Todo está bajo control –me dijo.

Y allá que siguió dándose su garbeo por el centro de la ciudad, entre la simpatía general. Y requerido por quienes gustan de saludarlo y estrechar su mano. Un ritual que viene cumpliéndose desde que accedió a la presidencia.

Aquel día pensé, como otras muchas veces, mientras se alejaba Juan Vivas colmado de felicitaciones por doquier y recibiendo muestras de afecto, a cada paso que daba, que pocas personas han conseguido ser tan festejada en su pueblo. Eso sí, tampoco se me pasó por alto el preguntarme: cuánto habrá de contenerse este hombre para que no se le despeguen los pies del suelo.

E inmediatamente, también deduje que ese estar de Vivas en permanente estado de gracia ante tan grande mayoría ciudadana, lleva consigo mucha envidia. La cual se habrá ido incrementando a medida que el prestigio del gobernante se expandía por la Península. Una envidia que uno acierta a percibir en ciertas personas que otrora hablaban del funcionario Vivas como de alguien singular y que estaba destinado a hacer carrera en el Ayuntamiento. Ahora bien, jamás imaginaron que aquel funcionario de buenos modales y tan listo cual hábil como para no complicarse la vida entre políticos y empresarios, por frecuentarlos, iba a convertirse en el cargo público más admirado de esta tierra.

Incluso si viviera Eduardo Hernández, quien hace veintitantos años auguró que Juan Vivas llegaría a ser un personaje destacado de esta ciudad, se sorprendería del momento estelar que está viviendo la persona en que él había depositado toda su confianza. Y aun puedo asegurar que no se cortaría lo más mínimo a la hora de preguntarle si el sentirse tan encumbrado ha turbado su tranquilidad doméstica.

Porque hay que ser muy fuerte de mente para permanecer como si tal cosa viendo la vanagloria de muchos de sus subordinados. De qué modo lo ensalzan y le hacen continuamente el pasillo de campeón. Motivos suficientes para que el presidente termine pervirtiendo su primitiva modestia. Y es ahí donde radica el peligro.

Por lo tanto, y aunque nuestro hombre ha dado siempre muestras sobradas de no dejarse llevar por las emociones, muy conveniente sería que alguien se encargara de recordarle sus errores; de ponerle al tanto de sus carencias; de indicarle la conveniencia de no repetir ciertos tiques; y de evitar maneras de proceder que desemboquen en lo empalagoso. Alguien que vaya a su vera recordándole lo que les solían recordar a los emperadores romanos.

Lo digo porque sus enemigos se van multiplicando y la envidia está aumentando. Menos mal que, según dice el indecible Aróstegui, Vivas “domina todos los resortes de información operativa en la ciudad”. Lo que no entiendo es que el presidente de la Ciudad, que sabe vida y milagros de todos los cargos públicos, no se decida a largar, detalladamente, de las actividades pasadas y presentes de un Aróstegui que ha llamado provincianos incultos a los ciudadanos de Ceuta, en su “dardo de los jueves”.
 

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