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OPINIÓN - SÁBADO, 22 DE DICIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

En estos días navideños, cuando se van cumpliendo años, los recuerdos de épocas pasadas vuelven con fuerza a nuestra mente haciéndonos ver, con toda claridad, cada momento vivido y con las personas que compartimos esos inolvidables instantes de nuestra juventud.

Amigos que compartieron nuestra juventud y que hace años, por diversas razones abandonaron esta tierra para instalarse en otros lugares de la Península. Amigos con los que compartimos juegos e historias de amores, de esos primeros amores de juventud, de esa juventud que jamás volverá. Amigos que, en definitiva, dejaron huellas en nuestras vidas.

La amistad, el afecto o el amor hacia las personas son sentimientos y como tales nunca se podrían definir, como tampoco se podría definir qué es la amistad puesto que ella es, simple y llanamente, un sentimiento nacido entre las personas.

Y esa amistad nacida desde la juventud, se va forjando, cada día, con más fuerzas entre las personas que se sienten orgullosos de ser amigos.

Después de muchos años sin saber de un gran amigo, Gonzalo Belizón Buadas, más conocidos entre sus amigos por “Cría, seudónimo adquirido de su hermano mayor, allá en la tierra de los “cañaillas”, con el sabor de las salinas gaditanas, hace un par de años tuve la oportunidad de abrazar a este amigo del que sólo sabía que vivía en Barcelona.

Al fundirnos en aquel abrazo de amistad sincera, se me vino a la memoria, todos los años jóvenes compartidos en nuestra plaza de Azcarate, donde “Cría” era todo un ídolo para aquello niños que soñábamos con ser futbolista.

Y allí en aquella plaza, entre sus árboles se jugaban auténticos encuentros de fútbol, haciendo que todos sus aledaños se llenasen de espectadores para ver jugar esos encuentros, pero sobre todo para presenciar lo que era capaza de hacer con un balón en los píes aquel chaval moreno que despertaba la admiración de todos, “Cría”.

Gonzalo empezó, si mal no recuerdo, jugando en el Javier, un equipo creado, como otros, por el párroco de la iglesia de los Remedios, Francisco Muñoz de Arenillas que, de esa forma, atraía a todos los chavales de los barrios ceutíes. Y como todo hay que decirlo, Gonzalo era el ojito derecho del cura, que veía en él al cabecilla capaz de dominarnos a los demás por sus grandes cualidades de “pelotero”.Y el cura acertaba de pleno. Todos queríamos ser como “Cría”.

Pero. Gonzalo, no sólo era un genial futbolista sino un atleta completo, igual jugaba al fútbol que corría fondo que se jugaba un partido de baloncesto.

La vida, esa vida que todos tenemos, le jugó una mala pasada a aquel chaval que tenía todas las trazas y todos los conocimientos futbolísticos, para llegar a ser figura a nivel nacional del deporte rey. Una lesión, maldita lesión, privó al fútbol español de lo que hubiese sido una gran figura. Nunca he mentido, porque no sé mentir, y esta es la pequeña historia de un gran amigo. Un abrazo, Gonzalo
 

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