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OPINIÓN - DOMINGO, 23 DE DICIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

El sí de Álvaro Siza
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

De las veces que ha venido a Ceuta, una de ellas estuvo en “La peña del ladrillo”, cuya sede está en la “Tasca de Pedro”. Llegó en compañía de Javier Arnaiz: arquitecto municipal. Y compartió una hora de ocio con quienes estábamos sentado a la mesa aquel día.

Su austero proceder infundía respeto. A la par que todo él respiraba placidez. Hablaba Álvaro Siza con voz queda y musical. Pronto, como por arte de ensalmo, todos comprendimos que entre nosotros había alguien superior. Una especie de sabio a quien convenía oír sin perderse el menor detalle de lo poco que pudiera decir. La conversación transcurrió por cauces terrenales. Salieron a relucir las bondades de ciertos vinos, el momento actual del fútbol, y supimos cuáles eran sus preferencias gastronómicas, y sus figuras preferidas del toreo y del deporte en general.

Nadie osó preguntarle por cuestiones relacionadas con la arquitectura; de cuya profesión ha hecho Álvaro Siza un arte inigualable, reconocido universalmente. Los allí reunidos, conocedores de su fama, no caímos en la tentación de inquirirle acerca de si fue la obra de Gaudí la que le cambió su vida o si era verdad que dibujaba sus proyectos en las mesas de los cafés, mientras desparramaba su mirada cansada por todo logro de armonía femenina que se pusiera a su alcance.

Y, por supuesto, hubiera sido pecado mortal referirse en su presencia a la Manzana del Revellín. Y mucho menos sacar a relucir los problemas que está causando la obra por deseo de alguien que no cesa de propalar que él ha sido capaz de paralizarla. Y se jacta de ello, cada día, como si esa intervención pudiera paliar en gran medida todos sus fracasos como político. Juan Luis Aróstegui cree que su actitud es digna de darse el pote correspondiente. Sin saber que la suya ha sido una victoria pírrica.

Aquel día, en el cual Javier Arnaiz tuvo la feliz idea de ponernos en contacto con un portugués genial, que vence su timidez comunicándose con sosiego y dejando que los demás hablen, mientras él a lo mejor sueña como poeta, todos los tertulianos comprendimos que estábamos ante alguien único. Desde entonces, ha habido políticos y empresarios que han jugado con el nombre del arquitecto nacido en Matosinhos, cerca de Oporto, con el único fin de desorientar a los ciudadanos. Políticos y empresarios que estaban convencidos de que Alvaro Siza iba a poner el grito en el cielo cuando le dijeran que en su proyecto había que incluir un mercado. Y tan seguros estaban de ello, que cometieron el error de declarar que cualquier respuesta del arquitecto en relación con la manzana sería aceptada. No en vano, destacaban su enorme categoría y su más que demostrada independencia en todos los aspectos. Y hablaban verdad. Sin duda.

Por consiguiente, convendrán ustedes conmigo que, una vez leída las declaraciones del autor del proyecto, en este periódico, el jueves pasado, quienes así pensaban no debieran abrir la boca nunca más para criticar, ni mucho ni poco, la idea de darle vida a un mercado en la Manzana del Revellín.

Pues Álvaro Siza, arquitecto genial, ha sabido darnos una lección de humildad al declarar que “el uso comercial es complementario al cultural”. Una lección de humildad de la buena. Así, como ustedes comprenderán, su desprendimiento nos permite insistir en que, amén de arquitecto, es persona sabia.
 

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