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OPINIÓN - JUEVES, 27 DE DICIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / SNIPER

Garibaldi, el refugiado de Tánger
 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

Por motivos evidentes el político y militar italiano Giuseppe Garibaldi (Niza, 1807 – isla de Caprera, 1882) no goza precisamente de buena reputación desde la historiografía oficialista española, aun cuando su agitada trayectoria a caballo de dos mundos (el europeo y el americano), galopando en pro de la libertad de los pueblos, le sitúan a la cabeza del “Risorgimiento”. Disfrutando hoy en el tangerino cabo Espartel de un soberbio espectáculo de la naturaleza, oyendo las espumosas olas bramando a mis pies y envuelto por el ulular del viento, con la lluvia azotando rítmicamente el parabrisas del coche, aproveché el momento para repasar unas notas sobre el revolucionario italiano de cuyo nacimiento se cumple este año el centenario y que, como otros, encontró un tiempo cobijo en esta milenaria ciudad del Magreb donde se refugió con parte de sus tropas durante seis meses entre septiembre de 1849 y febrero de 1850, escribiendo sus memorias en la casa del barrio Marshan sede, actualmente, del vice-consulado de Italia. Tánger guarda en su memoria histórica un buen número de personajes que, por uno u otro motivo, por aquí recalaron algún tiempo de su vida. Garibaldi, héroe de la unificación italiana, discípulo de Manzini y el movimiento de la “Joven Italia” así como del socialista utópico Saint-Simón, es uno de ellos. Capitán de la Marina Mercante y parlamentario, batalló desde las filas liberales en un sinfín de contiendas contra la reacción y el oscurantismo, significándose junto a sus legendarias “Camisas Rojas” en la defensa de la independencia de Roma (Pío IX, papa y titular de los “Estados Pontificios” huyó de la Ciudad Eterna a finales de 1848) frente a las fuerzas del ejército francés que acudió en defensa del Papado, resistiendo hasta el 1 de julio de 1849, día en el que hubo de replegarse con sus menguados efectivos al territorio neutral de San Marino, desde donde más tarde navegó hasta Tánger. Vuelto a Italia y tras vencer a las tropas del imperio austro-húngaro en mayo de 1859, se dirigió posteriormente a la Italia central con la idea de tomar (apoyado al principio por el rey piamontés Víctor Manuel II) los territorios sujetos al Papado, administrados y bajo la férula de la Iglesia Católica de Roma, pero abandonó finalmente el proyecto para apoderarse de Sicilia y Nápoles (bajo soberanía borbónica).

Convencido anticlerical, tras proclamarse en 1861 el Reino de Italia intentó infructuosamente conseguir la unidad total del país luchando, bajo la consigna “Roma o la muerte”, contra el anacronismo (político y religioso) y el cáncer histórico que significaba la existencia, en el corazón de Italia, de un Estado fundamentalista presuntamente basado en la religión cristiana (católica) y amparado por las armas de potencias extranjeras, al que consideraba con razón un escollo para la liberación de Italia. Después de 1849 y por dos veces más (en 1862 y 1867) intentó Garibaldi debelar la ciudad de Roma. Después de una intensa y fecunda vida convertida en leyenda Garibaldi, el héroe italiano, falleció a los 75 años en la isla de Caprera, el 2 de junio de 1882. Si un día, lector, viajas a Tánger y paseas por el barrio Marshan, que estas líneas te ayuden a recordar la memoria de Giuseppe Garibaldi y sus “Camisas Rojas”, luchadores por la libertad.
 

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