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OPINIÓN - SÁBADO, 29 DE DICIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / SNIPER

¿Hacia donde va Pakistán?
 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

Es inevitable una reflexión sobre el último magnicidio terrorista perpetrado por Al-Qaïda, asesinando el pasado 27 en Rawalpindi con un novedoso “modus operandi” a la carismática líder Benazir Bhutto, en un planificado atentado en dos tiempos: previamente al estallido indiscriminado de la bomba, un pistolero lograba acertar mortalmente en la cabeza y en el cuello a la emblemática política. Quizás tengan ahora algo de sentido las líneas escritas en esta columna el pasado día 16 en las que me hacía eco, peso al historial terrorista de Al-Qaïda, de un sordo rumor existente en determinados medios: el posible uso del “pistolerismo” como método en nuevos atentados por parte del entramado organizativo de la red de Al-Qaïda y sus satélites… Por lo que se ve era cierto.

Con el asesinato de Benazir Bhutto (primera mujer en 1988, con solo 35 años, en acceder a la presidencia del gobierno de un país islámico) a escasos días de las elecciones del 8 de enero, el salafismo yihadista de la red terrorista Al-Qaïda logra asestar un doble golpe, decapitando una opción política posibilista y creíble y abriendo una importante vía de agua en la línea de flotación de la frágil estabilidad social del Pakistán, un país parido precipitada y sangrientamente en 1947 desgajándose de la India, país con el que mantuvo dos guerras abiertas en 1948 y 1956 por el control de Cachemira. No fue éste el último contencioso territorial, pues la región oriental del país logró secesionarse en 1971 formando el estado de Bangla Desh. Pakistán, autoproclamado república islámica en 1956, instauró un régimen parlamentario formal en 1973 tras proclamarse la nueva Constitución, poco después del abandono de la Commonwalth y del “paraguas” británico. Limitando sus fronteras con cuatro países harto diferentes (uno comunista, China, la hindú India y los estados musulmanes sunní de Afganistán y shií de Irán), Pakistán ha desarrollado uno de los ejércitos más fuertes del mundo (7º en el ranking según el IIES de Londres) dotado anualmente con el 25% del presupuesto (sobre 13000 millones de dólares), logrando detonar en mayo de 1988 en Beluchistán (región desértica al sudoeste del país, fronteriza con Irán y Afganistán) cinco explosiones atómicas subterráneas mientras que el primer ministro, Nawaz Sharif, no descartaba que su país fuera el primero en recurrir a la utilización del armamento atómico “para impedir (en clara referencia a la India) una agresión” nuclear o, incluso, convencional. En octubre de 2001 dos prestigiosos científicos, el ex director del programa de armamento nuclear pakistaní y el ex jefe de ingeniería del mismo organismo, son detenidos en Islamabad acusados de colaborar bajo la cobertura de una organización humanitaria instrumentalizada por Al-Qaïda, “Ummah Reconstruction”, para facilitar una bomba atómica a la organización terrorista. Una preocupante posibilidad que, según coinciden ya diferentes analistas, es mera cuestión de tiempo.

En Marruecos, desde Ouarzazate, el rey Mohamed VI calificó la agresión de “cobarde”, condenando el asesinato de Benazir Bhutto con vigor. Pakistán es un país clave en la lucha contra el terrorismo islamista, si bien hay serias dudas sobre la fiabilidad ideológica y operativa de los miembros de sus fuerzas armadas y de seguridad
 

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