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OPINIÓN - DOMINGO, 30 DE DICIEMBRE DE 2007

 
OPINIÓN / COLABORACIÓN

Queremos un Sarkozy

Por Curri Valenzuela


Es la primera vez en la vida, seguro, que un presidente de la República francesa ha sido distinguido como “hombre del año” por la mayoría de los medios de comunicación españoles que se han encomendado esa tarea. Natural. Pese a ser tan francés como La Marsellesa, lo que en otra persona desataría de inmediato los rescoldos de la antipatía histórica que por aquí sentimos hacia los gabachos, Nicolás Sarkozy es hoy el personaje más popular a este lado de nuestra frontera norteña: Un hombre capaz de prometer lo impopular porque así lo cree necesario para el futuro de su país, que se empeña en cumplir esas promesas contra viento, huelgas y marea, que asume un papel directo en empresas casi imposibles, como comprobamos cuando nos trajo personalmente del Chad a nuestras azafatas, que dictamina que los alumnos se pongan en pié cuando el profesor entre en clase.

Y que, encima, liga con Carla Bruni y no lo esconde. ¿Alguien da más?

La diferencia entre Sarkozy y nuestros candidatos a las próximas elecciones generales es tan abismal que tanto Zapatero como Rajoy intentan siempre que pueden fotografiarse junto al presidente francés, lo que siempre les garantiza titulares en periódicos y telediarios cuando lo consiguen. Aunque sin darle demasiado carrete.

En el PP aún recuerdan cuando habló como invitado en el congreso en que proclamaron a Rajoy presidente hace tres años y, pese a dirigirse a la audiencia en un idioma incomprensible para su mayoría, fue el personaje más aclamado de la jornada.

Y eso que no había ganado aún las elecciones en su país. Y en el PSOE rememoran con desagrado aquella noche en que, ya presidente, Sarkozy se presentó en Torrejón con nuestras azafatas cuya libertad había conseguido en persona mientras Zapatero no se había molestado ni en llamar por teléfono al presidente del Chad.

Así que a nuestros políticos les gusta Sarkozy por la admiración que despierta entre el electorado que vamos a votar el 9 de marzo.

Pero bajo ninguna circunstancia ni Rajoy ni Zapatero están dispuestos a comportarse como él. Si trataran de hacerlo, tendrían que apartar de un manotazo a esos asesores que recomiendan a uno y a otro que lo más importante que pueden hacer en los próximos dos meses es no arriesgar. Conseguir que no se sospeche que hará exactamente el que gane las elecciones, ese es el objetivo. Situarse en un hipotético centro donde no se sabe si uno es carne o pescado, la estrategia.

Mientras Sarkozy arriesga cuando afirma que rechaza el inmovilismo y la fatalidad que se han instalado en su país o proclama que la energía nuclear es la energía del futuro, todo lo más que discuten nuestros políticos es por donde reducirán los impuestos y a qué dedicaran sus subsidios. De principios, nada. ¿Qué se hará con el Estatuto catalán? ¿Qué respuesta se dará al nuevo Plan Ibarretxe? ¿Bajo qué condiciones se volverá a hablar con ETA?¿Cómo se mejorará la educación de nuestra juventud? ¿Cómo se hará frente a la crisis inmobiliaria? ¿A qué regiones se dará prioridad para que llegue hasta allí la alta velocidad? Muchas preguntas que no tendrán respuesta en esta campaña electoral. Y que las tendrían si Sarkozy fuera uno de los candidatos el 9 de marzo.

Por eso es hoy para la mayoría de los españoles el hombre del año.
 

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