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OPINIÓN - DOMINGO, 6 DE ENERO DE 2008

 
OPINIÓN / COLABORACIÓN

Adiós a la aduana ceutí

Por  Ignacio Cembrero


Nunca un rey de Marruecos insistió hasta ahora tan poco como Mohamed VI en su reivindicación sobre Ceuta y Melilla y nunca un Gobierno español salido de las urnas reafirmó con tantos gestos la soberanía de España sobre las dos ciudades autónomas como el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero. Pero estas iniciativas del Gobierno socialista no han dejado de ser meramente simbólicas. Mientras, otras con alcance práctico han sido aparcadas. El Ministerio de Exteriores no se ha atrevido, por ejemplo, a pedir a Rabat que abra una negociación para otorgar a Ceuta una frontera comercial con Marruecos para poder exportar legalmente. Políticos y empresarios ceutíes están convencidos de que para el porvenir de su ciudad la apertura de esa frontera es crucial, sobre todo cuando Marruecos desmantele por completo, en 2010, sus aranceles con la Unión Europea y el contrabando -uno de los motores económicos de Ceuta- deje de ser tan lucrativo.

Hassan II, el padre de Mohamed VI, se despidió del presidente José María Aznar, hace ya casi diez años, recordándole su exigencia sobre ambos “presidios”, como suelen llamar los marroquíes a las dos ciudades. Mohamed VI empezó su primera audiencia con ese mismo jefe de Gobierno español, en agosto de 1999, desautorizando a su primer ministro, Abderramán Yussufi, que acababa de reiterar en la cadena SER la vieja aspiración territorial marroquí. El monarca alauí siguió en la misma línea cuando, 16 meses después, conoció a Zapatero. Le explicó que las ciudades no eran su prioridad. Es un patriota pragmático, más empeñado en el desarrollo del norte de su reino, incluida el área que rodea a Ceuta y Melilla, que en acabar con lo que llama un “vestigio colonial”. Para ello no ha dudado en mejorar los accesos por carretera a Ceuta, arreglar la instalación fronteriza del lado marroquí y agilizar los controles de entrada para los turistas que viajan en autobús. Hasta noviembre pasado, Mohamed VI solo reivindicó una vez públicamente los “presidios”. Fue en julio de 2002, tras el humillante desalojo de los marroquíes del islote de Perejil. Tres años después echó mano no sólo de la Gendarmería, sino del Ejército, para acabar con la presión migratoria de los subsaharianos sobre dos ciudades cuya soberanía reivindica. Zapatero se estrenó en 2004 como presidente en el Senado anunciando la incorporación a la Constitución de “la denominación oficial de las (...) dos ciudades autónomas”. Rabat guardó silencio. Dos años después, fue el primer presidente de Gobierno en un cuarto de siglo en viajar a Ceuta y Melilla. Rabat protestó moderadamente. Hace dos meses el Gobierno organizó la primera visita de don Juan Carlos a las ciudades autónomas. Mohamed VI retiró a su embajador en España y publicó un duro comunicado. La pretensión fronteriza de los ceutíes parece ahora más inalcanzable que nunca.

*Periodista y escritor, Ignacio Cembrero es el corresponsal en el Magreb del diario EL PAÍS y el autor del libro ‘Vecinos alejados. Los secretos de la crisis entre España y Marruecos’. Este artículo fue publicado en la edición de anteayer de la cabecera del Grupo PRISA.
 

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