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OPINIÓN - DOMINGO, 6 DE ENERO DE 2008

 
OPINIÓN

Miscelánea semanal

Por Manuel de la Torre


Lunes. 31


Comienzo a barzonear antes que otros días. Puesto que las once de la mañana me cogen en plena calle de Camoens. Algo poco habitual en mí. Lo cual hace posible que me tope con Juanma López. De éste, recuerdo siempre, cuando jugaba en el Jerez Deportivo, cedido por el Madrid, una jugada en el último minuto de un partido que le dio la victoria al equipo jerezano y me dejó a mí con esa cara de tonto que se les queda a los entrenadores cuando sus equipos pierden de esa manera. Era JL, sin duda, un extraordinario futbolista. Ambos decidimos sentarnos en una terraza de cafetería céntrica y, claro, acabamos pegando la hebra del equipo de nuestros amores: el Madrid. Y metidos ya en faena, hubiera sido difícil que el nombre de Casillas no saliera a relucir. Juanma cree que yo me excedo al destacar los defectos del guardameta merengue. Y a mí no me cuesta el menor trabajo en enumerárselos de carrerilla. Reconociendo, por supuesto que sí, que ha conseguido mejorar en alguna deficiencia. Tiempo y oportunidades ha tenido. Lo que me cuesta trabajo digerir, por injusto, es que sus intervenciones sean sobrevaloradas y que sus fallos, a veces clamorosos, se oculten sin ningún pudor por parte de quienes ponen sus voces a los partidos televisados y radiados. Mientras que los mismos narradores y glosadores andan siempre prestos a informarnos de los errores que cometen los demás guardametas. Una actitud que es de dominio público y que ningún profesional se atreve a denunciar. Porque, quien lo hace, se juega el ser perseguido con saña por los interesados en que prevalezca el mito. Y los mitos, para serlo, sólo pueden tener virtudes y jamás defectos. Y los medios ganan mucho dinero con el portero del Madrid.

Martes. 1

Camino a las siete de la mañana. Como cualquier otro día. Ni siquiera me he percatado de que vivo ya en otro año. Y es así, porque la noche anterior me metí entre sábanas a la hora de costumbre: antes de que dieran las once de la noche. Por la calle, a prima mañana, transitan jóvenes que visten todos de la misma manera: de negro. Los hay que llevan la curda correspondiente y les sobran chaqueta, corbata, y hasta llevan los zapatos colgados del cuello como si fueran abalorios. Suena el teléfono cuando la tarde está todavía inmadura. Quien llama, además de felicitarme por mi santo, me pone al tanto de algo que dice saber de buena tinta. Le respondo que ya estoy enterado de ello. Ante la extrañeza de su respuesta, le digo que ha sido un amigo quien se le había adelantado. Y el siguiente paso es que desea conocer lo que pienso yo de la empresa de comunicación que desea hacerse con mis servicios cuando empiece a funcionar. Pues nada. Lo único que te puedo responder es que yo, a mi edad, además de dármelas de escéptico, me preocupo sólo por el presente. Y ese presente está, por ahora, en escribir cada día en “El Pueblo de Ceuta”. Mentiría, eso sí, si dijera que me desagrada el que haya empresarios de medios de comunicación que gusten de mi trabajo. “¿Entonces?...”. De cualquier modo, en esta vida no se debe decir nunca de esta agua no beberé. Mi interlocutor, sin embargo, se quedó con las ganas de que yo fuera más explícito. Lo entiendo.

Miércoles. 2

De vez en cuando conviene echar una parrafada con el editor. Es lo que he hecho esta mañana de una manera imprevista. Aunque debo decir que me ha sido posible porque es muy difícil no verle sentado en su despacho pronto en la mañana y casi todos los días. Lo cual es un buen síntoma; no sólo porque es prueba de que se preocupa por su empresa sino que, además, uno no tiene que hacer uso de intermediario para exponerle quejas o satisfacciones. Por más que también conviene valorar la presencia de Ángel Muñoz en su despacho. Con los dos, padre e hijo, suelo yo hablar claro. Lo cual me permite disentir en ocasiones y en otras resaltar la labor que están desarrollando en el periódico. Ambas posturas no se repelen. Claro que a la edad de uno, y con lo que llevo visto y pasado, no actuar así sería una prueba de cobardía imperdonable. A lo que iba: entre sorbo y sorbo de café hemos repasado José Antonio Muñoz y yo ciertos asuntos. Situaciones que nos valen para saber cada cual a qué atenernos. Durante la conversación, expongo una de mis intuiciones y el empresario, como es habitual en él, me dice que procure no adelantar acontecimientos sin pruebas. Mi respuesta no se hizo esperar: es preferible avisar para que quien está dispuesto a atentar contra la empresa se lo piense dos veces antes de dar ese paso. Lo dejé, como no podía ser menos, con la duda consiguiente.

Jueves. 3


José Antonio Alarcón anuncia su vuelta al trabajo. ¡Ya era hora!... Puesto que el director de la Biblioteca Municipal se ha pasado trece años viviendo la vida. Ha estado todo ese tiempo liberado para ejercer de secretario de Política y Relaciones Institucionales de Comisiones Obreras. Un chollo del que parecía que nunca se iba a cansar. No me extraña que sus meninges hayan estado a punto de sufrir un descalabro irreparable y, por tanto, tenga ahora que practicar cuestiones elementales a fin de ponerse al día. Sin embargo, lo que yo pienso acerca de por qué vuelve Alarcón a su puesto de trabajo es lo siguiente: estaba el hombre hasta los huevos de tener que soportar a Juan Luis Aróstegui. Máxime cuando es sabedor de que éste se ríe de él por detrás y encima lo tacha de hablar demasiado en cuanto se le calienta la boca. Y sobre todo es consciente de la mucha tirria que Aróstegui le tiene porque se niega a participar en los ataques por sistema a Juan Vivas. Me consta que el paso que ha dado el director de la Biblioteca Municipal será secundado por otras personas que, no hace mucho tiempo, se bebían los vientos por el manda de Comisiones Obreras. Debido a que se han dado cuenta de que tiene marcada a fuego en la frente la cruz de la impostura. A partir de ahora, amén de que cada día se verá más solo, cuando convoque a los militantes, Aróstegui comprobará que son trece y un mono. Le conviene hacer mutis por el foro cuanto antes.

Viernes. 4


La semana pasada, y en este espacio, le recordaba al presidente de la Ciudad, Juan Vivas, lo conveniente que sería que él influyera, dentro de sus posibilidades, que son muchas, para que la luz inundara las cuentas de la Federación de Fútbol de Ceuta. Y es que hay motivos suficientes para que el hombre más votado en esta ciudad se percate de que llegará un día en el cual las más que posibles cuentas del Gran Capitán, del organismo futbolístico ceutí, puedan exhibirse como arma arrojadiza contra él. De hecho, es bien sabido la mucha leña que está recibiendo el consejero de deportes melillense y de paso Juan José Imbroda. Estopa que le dan, al alimón, dos periodistas de “El Faro” de Melilla: llamados Ridruejo y Aznar. Debido a que el presidente de la Federación de Fútbol de Melilla confunde, presuntamente, los dineros públicos con los privados. En esta ciudad, en la cual Juan Luis Aróstegui no cesa de meter las narices en todos los sitios donde le soplen que hay irregularidades de cualquier tipo, algunos no entienden cómo todavía no le ha dicho a Emilio Cózar que procure airear las cuentas del organismo que preside desde antes de hacer la Primera Comunión. Y la razón es bien sencilla: Esa denuncia no le sería permitida en el periódico donde escribe sus “dardos”. Y hablando de subvenciones: ¿sabe Aróstegui qué se hacen con las que reciben la Federación de Fútbol y una residencia muy prestigiada de esta ciudad? Pues debería indagar. Como sabueso profesional que es. Máxime cuando quienes están al frente de ellas dicen que ser cristiano no es fácil. Que hay que renunciar a muchas cosas que no están en consonancia con la Iglesia. Me imagino, digo yo, que hurtar formará parte de esas cosas de las que un cristiano ha de abstenerse.

Sábado. 22

Me cuentan que Diego Quintero no acaba de asumir su destitución. Lo cual es lógico. Pues cualquier profesional que se precie, y por más que en el fútbol echar a los entrenadores se haya convertido en algo habitual, sufre lo indecible cuando le rescinden el contrato. Seguro que el técnico sevillano está pasando por un mal trance. Sobre todo porque era la primera vez que ejercía como primer entrenador. Y hasta es posible que su carácter se haya avinagrado. De cualquier manera, y al margen de que esté molesto por no haber recibido su finiquito, lo peor que lleva es la duda que le embarga: ¿será verdad que he sido traicionado por José Enrique Díaz?... Es la pregunta que se viene haciendo. Y, claro, quienes lo tratan y saben cómo se las gasta Díaz, le responden que sí. Que quien se la ha jugado es el mismo que le recomendó a su manera... Por más que JED le haya jurado, una y mil veces, que él no ha tenido nada que ver en la defenestración. Y le ha dicho más el valedor de Quintero: que éste estaba sentenciado antes de estampar su firmar en el contrato, por casi todos los componentes de la junta directiva. En lo tocante a Díaz, mucho me temo que como no gane un partido de los dos que juega el equipo lejos del Alfonso Murube, es decir, en Lorca y en Mazarrón, no podrá seguir manteniendo lo que le dijo a la directiva cuando los resultados se le torcieron a Diego Quintero: “Este equipo está hecho para jugar al ataque y sólo al ataque”. Una majadería. Por supuesto que sí. Pero era la única salida que tenía para demostrar que él no se ha equivocado en la confección de la plantilla.
 

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