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OPINIÓN - MARTES, 8 DE ENERO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Cuaderno del domingo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Es un suplemento confeccionado por quienes trabajan en “El Pueblo de Ceuta”. Un dominical atractivo y que, como cualquier otro producto periodístico, exige ser mejorado continuamente. Es necesario mimar sus páginas en todos los aspectos. Y, sobre todo, conviene eludir el peligro que siempre acecha a tales publicaciones: la rutina.

El domingo descubrí que la miscelánea semanal, con la que suelo participar en el cuadernillo, había sido ilustrada con varias fotografías y que una de ellas, la que ocupaba un espacio mayor y prioritario, no guardaba ninguna relación con el texto. No entendí, por tanto, a qué se debía la presencia de Fernando Jover en lugar tan destacado. Máxime cuando acostumbro a enviar mi colaboración acompañada con una nota donde facilito los nombres de quienes han de ilustrar el trabajo gráficamente.

Fernando Jover, que yo sepa, no dirige ninguna residencia destacada a la cual convendría investigar. Por consiguiente, sepa mi estimado director de la UNED que fue un error la aparición de su fotografía en las páginas centrales del “Cuaderno del domingo”. Eso sí: conviene reconocer que la premura y el exceso de trabajo causan equivocaciones no deseadas.

Quien sí se ha ganado el derecho a lucir palmito en esa Miscelánea semanal, una y otra vez, es el presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta. Y es así, aunque algunos crean lo contrario, por el enorme deseo que uno tiene de destacarle su perseverante misión espiritual, al servicio de una España expuesta al castigo de Sodoma y Gomorra, por mor del Gobierno presidido por Zapatero. Un fundamentalista del laicismo. Un comecuras. Sí señor.

Una misión que él lleva muy en secreto, en vista de su reconocida humildad. Porque estarán ustedes de acuerdo conmigo que nuestro hombre se distingue, precisamente, por esa actitud. ¿O alguien puede achacarle a Emilio Cózar soberbia desmedida en su modo de proceder o decir? Sin embargo, por mucho que él quiera mantener en secreto su altura de miras, es decir, la de conseguir la santificación en la tierra, cundiendo entre los más cercanos su fe, su moral, y la creencia en sus dogmas, es delatado por el olor de la colonia que usa para ser reconocido por quienes también forman parte de su misma institución.

Pero hay más, y ello sí que me parece una contradicción: siendo Emilio Cózar persona a quien no se le cae de la boca la palabra humildad y cuyo discurso se basa en decirnos que carece de todo deseo de figurar, resulta que procura estar en todas las salsas. El contar parece lo principal para él. De ahí que cumpla un papel de figurón que debería estar reñido con sus prédicas.

Todo un oxímoron el comportamiento de este Cózar que a mí, la verdad por delante, me rompe los esquemas. Si bien no me impide pensar que su deseo de figurar no está de más en el ámbito político o en el empresarial, pero casa mal con alguien sobrado de ínfulas espirituales.

Tampoco entiendo que cuando le he pedido las cuentas del organismo que preside, con ánimo de que su nombre deje de estar en entredicho, su única respuesta haya sido el airear que reza por los mentirosos; que se ríe de ellos; y que además los perdona por estar endemoniados. Se le nota que como agregado en la tierra es capaz de ganarse el cielo. Así cualquiera.
 

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