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OPINIÓN - MARTES, 8 DE ENERO  DE 2008

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

La Ley 39
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

Estoy de nuevo en Ceuta tras 16 días en Catalunya compartiendo las vicisitudes diarias de tan señaladas fechas, comprendidas entre el 22 diciembre y el 6 de enero, con mi familia catalana. Como de todo hay en la viña del Señor, no podía yo ser menos y tener de todo en mi viña particular. Desde malas hierbas, en forma de décimos no premiados, hasta semillas provechosas… ¿qué le vamos a hacer?

Durante mi estancia en las tierras regadas con el sudor de mi frente durante más de cuarenta años, he disfrutado de varias cosas que me llenaron de alegría y una sola cosa me llevó a la tristeza que aún perdura en mi corazón. Como es una cosa que de seguro no les interesará, no lo escribo.

Bien, empezamos el año con la entrada en vigor de la Ley de Encarecimiento General, no escrita pero sí mentada. Todo sube, desde la hipoteca que mantendrá a muchos jóvenes al filo de la Ley hasta el peaje de las autopistas que ya me parece un abuso de las entidades financieras propietarias mayoritarias de las acciones en contubernio con nuestros gobernantes, nacionales y autonómicos. Todavía guardo, como paño de oro, aquellos decretos relacionados con las autopistas en que se significaban que las concesiones caducaban a los 30 años. Entonces, al pasar el tiempo estipulado serían gratuitas… ¡ja, ja, ja!, que chiste más malo.

Y como comenzamos el año con la entrada en vigor de nuevas leyes, decretos, normas y/o reglas; vemos que la Ley de la Carrera Militar, conocida como Ley 39/2007, entra dentro de la lógica más lógica: las grandes transformaciones políticas y sociales que ha vivido el país en los últimos treinta años, así como el cambio de la posición española en el escenario internacional en un mundo de rápida evolución (aunque yo diría que también en rápida involución por el incremento del protagonismo islamista), se vienen reflejada en las normas establecidas por un marco jurídico de la defensa del país y en consecuencia en uno de los recursos claves del mismo: el personal militar.

La Constitución española da a entender que establece que las Fuerzas Armadas han de adaptarse al sistema político establecido en la misma y por ello era hora de cambiar profundamente los aspectos esenciales del régimen militar, tales como la enseñanza militar, las escalas, el sistema de ascensos y recompensas, las formas de ingreso y retiro y los empleos de los miembros de las Fuerzas Armadas.

Aunque en julio de 1989 (Ley 17) supuso un hito en la racionalización y fijación de criterios en la política del personal militar con la regulación del régimen profesional de las Fuerzas Armadas, no establecía definitivamente las condiciones efectivas del cambio.

Esta nueva ley procede a regular los aspectos del régimen de personal, conjunto sistemático de las reglas relativas al gobierno y ordenación de recursos humanos para que las Fuerzas Armadas estén en las mejores condiciones para cumplir las misiones definidas en la Constitución y en la Ley Orgánica de la Defensa Nacional.

El establecimiento de ésta Ley y su entrada en vigor proclama, por fin, la plena democracia de un Estado europeo de Derecho al imponer, sobre quién se incorpora a las Fuerzas Armadas, adquirir la condición militar, quedando sujeto, por lo tanto, al régimen específico de compromiso de emplear su dedicación en la forma y con la intensidad que la nación, a través de las Cortes Generales y del Gobierno, ordene hacerlo de acuerdo con la Carta Magna.

Aquí tiene la oportunidad, un colaborador fanático de La Legión, de poder prestar un servicio del que siente tanta nostalgia y cobrando encima: el artículo 3, punto 1 le permitirá vincularse profesionalmente como militar de complemento, con el grado de oficial, con compromisos de carácter temporal, por ejemplo: dedicarse en Kosovo, en El Líbano o en Afganistan, a animar a las tropas con prosas sabiamente redactadas, y así atender una de las necesidades específicas de las Fuerzas Armadas además de disfrutar de comidas navideñas, y otras extraordinarias con motivo de visitas de nuestras autoridades más importantes, en formato rancho especial. Yo, personalmente y como casi todos los españoles, ya contribuyo a las necesidades de nuestras Fuerzas con los impuestos que pago para mantenerlas vivas. Más no puedo ofrecer.
 

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