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OPINIÓN - JUEVES, 10 DE ENERO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Chovinismo aldeano
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Nunca elogies delante de La Saeta a un guardameta, pensará que eres un “boludo”, dice Raúl del Pozo en su columna del martes pasado, en El Mundo. Y es que el extraordinario columnista recibió, en su momento, una áspera respuesta de Di Stéfano por hablarle de Casillas como mito.

Di Stéfano jamás ha soportado a los periodistas que tratan de crear héroes por nada y menos. Los ha tenido siempre por necios. Y no me sorprende, en absoluto, que Del Pozo no se atreviera el domingo pasado a preguntarle a don Alfredo por el espectáculo que se había montado en el Bernabéu, alrededor del portero madridista. Porque estaba seguro de que iba a recibir otra contestación tan seca como poco grata.

Escribe Raúl De Pozo que la leyenda de Casillas empezó cuando el chico tenía 16 años. Observaba a los elefantes de Aníbal por los Alpes, cuando llegó el director del colegio y le dijo: “Coge un taxi y vete a Barajas; jugarás contra el Rosemborg”. Hace más de dos años, casi tres ya, yo titulé ese pasaje como el cuento mejor contado del fútbol mundial.

Casillas, admirado Raúl, sigue siendo un portero de balonmano, cuya participación en los balones por alto está sometida a lo que salga. Y su juego con los pies es, a pesar de haber experimentado una leve mejoría, muy deficiente. Tal es así, que por su culpa el Madrid suele perder el dominio de la zona vital del medio terreno, más veces de las debidas. Y ni te cuento de su pésima técnica del blocaje.

Dada tu experiencia en muchos aspectos de la vida, por la que conoces perfectamente el ruido de la calle, no me negarás Raúl que a Casillas se le perdonan todos los fallos y se hiperbolizan todas sus intervenciones. Porque los mitos, para serlo, necesitan adjudicaciones de relatos maravillosos, con el fin de convertirlos en personajes sobrenaturales. A quienes les está prohibido fallar.

Por consiguiente, en el Madrid llevan ya muchas temporadas fallando los defensas, los centrocampistas, los delanteros, los entrenadores, los directivos y hasta los médicos, en las derrotas; excepto Casillas. En las victorias, sin embargo, los méritos sólo pertenecen al guardameta y a un futbolista que pasaba por allí.

Decía Almunia, cancerbero español del Arsenal, que ojalá a él lo trataran como al portero del Madrid; a quien le perdonan las cantadas y le destacan las más simples intervenciones, cual si fueran paradas antológicas. Y, desde luego, resulta bochornoso ver cómo la prensa propala que es una injusticia el que Casillas no obtenga el reconocimiento mundial por su trayectoria. Practicando semejante chovinismo, amén de hacer el más espantoso de los ridículos, la prensa española supera con creces el patriotismo exclusivista y poco reflexivo achacado a los franceses.

Cuando se insistía en que los héroes cotizaban a la baja, y cuando se daba como buena la sentencia de Bertolt Brecht: que “desgraciado el pueblo que tiene necesidad de héroes”, hete aquí que el director de un colegio nos contó el cuento mejor contado. Y a partir de ahí, innumerables ciudadanos, de una España tenida por moderna, no han cesado de dar el cante aldeano, por caer de hinojos ante un muchacho divinizado. Ahora es cuando a España no la conoce ni la madre que la parió. Por culpa de tantos “boludos”, que diría Di Stéfano.


 

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