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OPINIÓN - JUEVES, 10 DE ENERO DE 2008

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

¡Las rebajas!
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Les digo que todo está mal hecho y mal diseñado, por falta de imaginación y ausencia de marketing puro y duro. A las bellísimas fiestas navideñas, con su parafernalia luminosa y entrañable, no habrían de seguirla las rebajas, así, a pelo.

Recoger de la noche a la mañana las luces y los adornos, para sustituirlos por cartelones pelados, con desabridas luces de neón “¡Todo al 50%!”. Es para desmotivar. Si yo llegara a gobernar o a asesorar a algún currito venido a más, ordenaría por decreto que, entre Navidades y el Carnaval de febrero, existiera un lapsus de “Fiestas de Invierno” que conllevara las rebajas y las oportunidades, pero todo bien engalanado e iluminado, con abetos y luces, renos y muérdago, acebo y ángeles. Porque sigue la estación invernal y regalarnos un poco más de calles iluminadas, árboles enfajados con bombillitas y belleza en estado puro, lo que hace es alegrar al personal. Todo lo que es bello despierta un sentimiento de felicidad y de plenitud.

¿Y por qué van a retirar con premura los adornos de las calles y avenidas? Mejor, si la temática navideña ha concluido con la llegada de Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente, seguir iluminando y hermoseando, así porque sí, para motivar al pueblo y para que, el hecho de lanzarse a las rebajas no sea una iniciativa baratera, de revolver en montones de prendas, de estirar las marujas cada una de la manga de una rebeca de saldo “¡Yo la he visto antes!”. Vale, a aprovechar los descuentos, pero con ambiente, que sea bonito y no en plan mercadillo cutre y desordenado. ¿Qué si pertenezco a esa rama de románticos que deseamos que todo el año sea Navidad? Vale. Pues sí. Pero como no puede ser, me apetece, nos apetece, que, los ayuntamientos, para que nos sintamos dichosos, adornen las ciudades con mucha luz, tirando de la temática que les salga de las pelotas, pero escarbando oportunidades para engalanar todo lo engalanable con bombillas de bajo consumo. ¿Qué los ecologistas se quejarían por el gasto de energía? No. Que va. A los profesionales de la buena conciencia se les conforma pronto, se le frece a cada uno un pico, un escardillo, unos guantes y plantones variados y que se pongan a hincar el lomo adonde pillen y a plantar en los jardines, en los parterres, en las cunetas de las áridas autopistas y en los montes. Lo que tienen que hacer “los verdes” es reventarse creando verdor, ofrecerse a cuidar los tiestos de los balcones de los vecinos, plantar árboles, arrimar macetones con buganvillas a los edificios y cuidar las plantas para que suban y trepen y dedicarse a los suyo y a convencer a los comercios y grandes superficies para que surtan al personal de bolsas de material reciclable para acabar con el imperio del plástico contaminante.

Pero, aún en cutre y con cartelones, sin lucecitas ni adornos, por supuesto que voy a ir a aprovecharme a las rebajas, o mejor a la quema final, que es a lo que tengo más acceso, porque prefiero que, por mis dineros, sudados por mis anoréxicos huesos, me proporcionen lo más posible. Yo voy buscando fondo de armario, es decir, trapajos intemporales porque, como cristiana esenia, me está vedado el lujo y la presunción. Así que oteo con suspicacia y ansias irreparables la prenda de la quema de Adolfo Domínguez, de la línea U cuando se trata de zapatillas de deporte, que son una pasada, de Roberto Verino y de Máximo Dutti que para camisetillas, camisas y algún sueter está guay. ¿Qué si no voy a las grandes firmas? Jamás. Ya saben, el coñazo de la austeridad, el ascetismo, la sencillez y temas espirituales afines que vienen de puta madre de bien y de elegante cuando se es una tiesa endémica como yo.

No obstante vuelvo a mi mantra particular, que es que, los gobernantes, busquen excusas y pretextos culturales o festivos, para montar durante todo el año espectáculos de luz y de belleza, iluminar las arboledas “porque sí”, “porque hace bonito” y porque al pueblo nos gustan la claridad y el fulgor. Pasear la ciudad y que esta brille como unas ascuas, por cualquier motivo, sacándose de la manga festividades, celebraciones, fastos o ganas de agradar y poner contentos a los ciudadanos. A todos nos gustan las ciudades luminosas e iluminadas, con flores y jardines cuidados y mimados por ecologistas voluntarios que ayuden a los equipos de jardineros. Y adoramos el ambientillo de las rebajas y pensar que, el avaricioso de la tienda “por fin” pone las prendas a su precio real y nosotros nos aprovechamos. ¡Que justo y que bien!.
 

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