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OPINIÓN - JUEVES, 17 DE ENERO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

José Ramos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El barrio de mi niñez expresaba fielmente la vida de aquellos tiempos donde muchos apenas comían; otros se morían por no poder acceder a ese apenas diario y los restantes padecían ya de colesterol, ácido úrico y exceso de peso. Era la España donde aún convivían pobres y ricos en las mismas calles y las viviendas de ambos estaban separadas por escasos metros.

Yo recuerdo que había barrios donde el odio de los vecinos flotaba en el ambiente y las miradas asesinas se disimulaban bajo la apariencia de una sumisión tan socorrida como necesaria. Odio al ver que la tuberculosis se llevaba por delante a los más débiles, por carecer de medios para comprar penicilina en Gibraltar, mientras en la acera de enfrente corría el vino y la alegría de unas fiestas donde se despilfarraban los dineros a manos llenas. En tanto y cuanto las ratas famélicas gustaban de merendarse las orejas de niños de madres descuidadas en patio de vecinos.

En aquellos barrios los niños pobres crecíamos bajo el amparo de unos extraños escapularios que nuestras madres nos colgaban entre pecho y camisa para defendernos del Piojo Verde. En mi calle, de un barrio muy popular, la provocación a la que he aludido era más evidente que en ninguna otra. Por vivir en ella un rico bodeguero, un marqués, un conde y en la cual existía un seminario de jesuitas donde la despensa, una nave interminable, estaba abarrotada de quesos, jamones, carnes extraordinarias y un sinfín de manjares y bebidas deliciosas.

Créanme que lo reseñado se ha me ha venido a la memoria en cuanto he visto la fotografía que ilustra la portada de nuestro periódico. La que nos muestra a José Ramos por haber sido elegido nuevamente presidente de la Federación Provincial de Asociaciones Vecinales.

Los barrios de ahora son muy distintos. Es verdad que en las grandes ciudades los hay que han sido tomados por indigentes y, sobre todo, por inmigrantes. Y ofrecen un aspecto tan tétrico como ruinoso. Pero también en los pueblos suelen existir barriadas abandonadas que sirven de refugio a quienes para subsistir han de luchar denodadamente contra las circunstancias negativas. Lugares que son tenidos por peligrosos y que están pidiendo a gritos reformas para evitar que se extiendan sus hábitos.

No obstante, las aspiraciones de los vecinos, de los barrios en general, radican en que las calles estén limpias; que no falte el personal necesario para jardinear; que la vigilancia policial sea continua para evitar problemas; que haya instalaciones deportivas y salas de recreos... Es la tarea que le corresponde realizar, durante dos años más, a José Ramos. Según nos ha contado Luis Parodi.

De Ramos, con quien no he hablado nunca, debo destacar que con ese valor que le echa al asunto bien podría haberse vestido de luces. Puesto que si ya es harto complicado ser presidente de un bloque de vecinos, qué no será para el encargado de atender las peticiones de todos los presidentes de las barriadas.

José Ramos, cocinero de profesión, debe tener, además de ese valor sereno que yo le he otorgado ya, una muleta prodigiosa. De no ser así, no me explico cómo, después de estar trajinando en la cocina del Hospital Militar, es capaz de sentarse en su despacho para aguantar quejas vecinales. Este hombre es, sin duda alguna, de muy buena pasta.
 

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