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OPINIÓN - DOMINGO, 20 DE ENERO DE 2008

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Fumando espero
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

Esta semana ha sido pródiga en noticias para todos los gustos y antes de decidirme por analizar cualquiera de esas noticias, he preferido salirme por peteneras y escribir de temas concretos que me afectan, bueno que nos afectan a los fumadores.

Ayer, por el viernes, fue un día propicio para la nostalgia. Nos reunimos algunos amigos y conocidos en uno de los bares que empiezan a ser emblemáticos de la ciudad, con una buena copa de vino en las manos y unas suculentas tapas que amortigüen los efectos retardados del fuerte rioja.

A la gente más variopinta que está en plenas funciones consumidoras, se unen otros menos variopintos y más estándares. Uno, de profesión amigo de la “morgue” en su más cruda realidad, es el alma del aspecto amable y simpático de la auténtica salsa ceutí; otro perteneciente a la cosa de la función pública, anda soltando sus cuitas y las de los demás, en un palique ameno; otro, con limitaciones incluidas en su manera de expresarse, es el más querido de la basca (¡ojo! Me refiero a la cuarta aceptación coloquial de la palabra, aunque las otras tres son válidas en determinados momentos del mismo concepto) pero uniendo a sus limitaciones la del tiempo: se largaba pronto a pasear al perro; otro…, en fin, que casi todos los estamentos de representantes ciudadanos están aquí.

En determinado momento veo aparecer por la puerta a un hombre, cuya humanidad ocupa todo lo ancho y alto de la mencionada puerta, y un ramalazo de recuerdos se me viene a la mente. Creo ver una especie de fantasma provinente de mis momentos oníricos más nostálgicos durante mi “destierro” en Catalunya. No puedo creer que después de más de cuarenta años pudiera encontrarme con semejante y supuesto fantasma del pasado.

Entiéndase que cuando menciono fantasma, quiero expresarlo de la manera más cariñosa que puede hacerlo un ser humano cuando se refiere a un ser querido supuestamente desaparecido.

Delante de mí tenía al que fue mi mejor amigo de la infancia, al chico cuya familia era para mí una cosa sagrada. Sin embargo dudada de que fuera él pero mi célula gris, que contiene la retentiva fisonómica de las personas, insistía en que era él. Ni corto ni perezoso me levanto de la mesa y le espeto si es él quién creo que es. Me contesta que es él pero no me recuerda a las primeras de cambio. Cuando le explico quién soy, con sólo cuatro palabras, la explosión de júbilo y el consiguiente abrazo que nos damos me pone los pelos de la piel como escarpias sin dobleces.

Lo que sigue, tras este emocionante encuentro,

ya entra de lleno en la esfera privada y posteriormente ya entra de lleno del dominio público cuando se nos une casi toda la clientela del bar.

El dueño del bar sale en plan Tejero, como un punto anticipado de los próximos carnavales ceutíes, y la basca crece por momentos. El humo de los cigarrillos enturbia la niebla del pequeño reducto de expertos consumidores, dándole un aire londinense a lo Arthur Conan Doyle, y precisamente está con nosotros un experto del CSI local. O sea que tenemos reunidos a todos los personajes de cualquiera de las novelas del lioso escritor, por los casos que relata, inventor del detective de la lupa: enterrador, detective, intérprete de lenguaje de signos, policía, funcionarios, delincuentes (los que fumamos), ex delincuentes (los que dejaron de fumar) y hasta guardia civil (este de pacotilla).

Entrando ya en el aspecto humorístico (algo del humo de los cigarrillos) los chistes corren por los pasillos que forman las mesas y sillas, pasillos llenos de obstáculos para quienes quieren entrar o salir, chistes que hace desternillar a muchos ayudados por las copas bailantes en sus manos. El bueno, el mejor de los miembros de esta improvisada basca es el enterrador. Bueno, enterrador no es. Pero como anda trajinando entre cadáveres más o menos descompuestos… ¿cómo lo llamamos?... ¡¡encima toca la guitarra!!

Mientras nosotros pasamos una divertida noche, allá por los madriles y horas antes una famosa ex primera dama fuma a todo carrillo en lugar público, incitando con ello que los demás asistentes enciendan sus pitillos, en clara negativa a aceptar las disposiciones de la ley antitabaco y respaldada por un decreto de la Comunidad de Madrid, cuya presidenta es una gran fumadora aunque no enciende nunca los pitillos en actos públicos, decreto que el Gobierno ha recurrido. Esta dando un mitin el flamante fichaje, número 2 del PP por Madrid, y la atmósfera del centro público de Carabanchel tiene ciertas concomitancias con el pequeño y recoleto bar ceutí por cuanto el tono azulado es muy similar, aunque el mencionado centro público tenga más metros cúbicos.

Bueno, queridos e hipotéticos lectores de “El Pueblo de Ceuta”, no he entrado de lleno en el aspecto crítico de mi opinión de hoy porque la ocasión no estaba para críticas… y eso que tengo en cartera varias.
 

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