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OPINIÓN - DOMINGO, 27 DE ENERO DE 2008

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Abortos y preservativos
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

Soy católico, no por la Gracia de Dios sino por la gracia de un Régimen que se presentaba a la sociedad con el concepto religioso de ser más papista que el Papa.

Imponer la religión o credo (cualquiera) a un inocente infante, desde que nace, sin que el pobre pueda exclamar que esa boca es suya me parece una imposición bastante desleal si con el tiempo descubre, ese tierno infante, sus propias creencias.

Soy cristiano no practicante. No soy practicante desde aquél lejano día en que cumplí los dieciocho años y en cumplimiento de una de las reglas exigidas y exprimidas por aquel entonces, participé en el que sería mi última actuación en un acto litúrgico. Fue en el acto de la confesión… del que salí bastante asqueado.

Ya se que hoy en día los confesionarios son piezas de museo aunque aún existen personas que se arrodillan en los laterales. Pero por aquel entonces eran uno de los muebles más usados después de los bancos de la iglesia. Forzosamente. Y mi salida en un estado asqueado del último confesionario era debida a la intromisión del sacerdote de turno en mi vida privada, vida sexual se entiende… esa pregunta de que cuantas pajas he pillado, sería de un guión de vodevil si no fuera porque iba en serio el sacerdote. Desde entonces, nunca más volví a acercarme a un confesionario.

Como hasta hoy en día. Nunca entenderé que ve de malo la Iglesia Católica en el acto humano más primitivo de todos los actos. Nunca comprenderé a santo de qué, y valga la redundancia, interfiere la Iglesia en los actos sexuales de las personas, actos que no ofenden a Dios que por algo nos creó a semejanza de tuerca y tornillo sin vueltas.

Si el máximo representante de la Iglesia Católica está en contra de los condones, para empezar, está metiéndose en plancha y de barrena en el pozo sin fin de pérdidas de fieles. No vayan a creer Vds. que ahora los novios o parejas gocen de la vida para luego pasarse a base de duchas frías o meterse en una parroquia y escuchar los salmos de Escrivá de Balaguer, que es lo que desfonda la libido, recitados por el sacerdote de turno.

Sobre el aborto ya escribiré en otro momento, aunque encabece el título de éste artículo, porque el tema principal en el que quiero medrar es el SIDA. Si tenemos en cuenta que Benedicto XVI ha decidido mantener la oposición de la Iglesia al uso de condones para impedir la infección de ese virus asesino, no comprendo cómo ha hecho tan visceral cambio después de haber pedido al Consejo Pontificio sobre Cuidados Pastorales de Salud que llevase a cabo un estudio científico, técnico y moral sobre la prevención del sida.

Este Papa de hoy, tan inmovilista como el primer Papa Borgia, también ha reafirmado la firme oposición de la Iglesia al aborto, pero ha corrido alegremente a patrocinar una conferencia científica sobre el cambio climático. Esto implica que muchos católicos estemos en desacuerdo con esa postura papal sobre asuntos como la ciencia y la salud.

No creo que no comprenda, el Papa, la importancia del uso del preservativo hoy en día, primero porque el uso del condón puede hacer frente a la epidemia del sida y no creo que ignore que han muerto más de 68.000 mujeres cada año, por practicar el aborto en condiciones peligrosas, cuando podían haberlos realizado en centros especializados.

No comprendo, en definitiva, el odio que siente la Iglesia contra la Ciencia, si no es por la corazonada de que ésta última descubra cosas que evidencien a la primera. Pero existiendo el diálogo puede resultar compatible la existencia de ambas. Esa postura favorable está representada en la figura del candidato a Papa en 2005, el cardenal Carlo Martín (que no tiene nada que ver con el vermú), que expresó su apoyo al uso de preservativos y que la legalización del aborto tiene el efecto positivo de reducir el número de interrupciones ilegales de embarazos. Tal vez por esa postura no haya sido elegido.

Lo dicho, no se que pinta la Iglesia Católica con los actos sexuales de los humanos terrestres, cuando lo suyo es la espiritualidad de los celestes… y mira por donde sus trabajadores sociales católicos, que están cumpliendo tareas esenciales en países del África negra, hacen caso omiso de la política de su Jefe en ambas materias y distribuyen condones que da gusto saberlo.
 

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