Según tenemos entendido, las
ventajas de una buena reputación son numerosas ya que es uno
de los activos intangibles con mayor capacidad de
reconocimiento por parte de quienes desean dar una buena
imagen, tanto si se trata de ocupar empleo, representación
en medios sociales, participación política o cualquier otra
actividad de la vida, en todo lo cual se hace necesario
disponer de cierta estima y prestigio para que sean tenidos
en cuenta por aquellos que han de conocerlo y, llegado el
caso, utilizarlo según la ocasión o para poder hacer uso de
ello en aquel momento que así se estime.
Hay quienes, como decía un amigo nuestro, presumen de no
presumir y logran con su semblanza de nobleza, sencillez,
candidez, religiosidad, carencia de malicia y otras
artimañas, embaucar a aquellos a quienes trata o de quienes
depende para el logro de cualquier fin, principalmente el
profesional o el político. Y sería bueno que, en alguna
ocasión, siquiera sea para evitar los desmanes que luego se
producen, pudieran desenmascararse a los verdaderos
artífices del engaño y dar a conocerlos tal y como son,
descubriéndose los propósitos y sentimientos con que
consiguen dar a la mentira apariencia de verdad engañando a
diestro y siniestro y logrando situarse, como hemos dicho,
en las más altas escalas profesionales o políticas. (¡Ay de
aquellos truenos vestidos de nazarenos!, que diría don
Antonio Machado).
Con referencia a esto de la reputación viene a nuestra
memoria el caso que nos comentaba uno de los jefes que hemos
tenido en el que se refería a aquel alto cargo de la
administración, muy conocido en todos los ámbitos de su
localidad, que se presentó en la puerta de acceso de un Nihg
Club acompañado de cierta y exuberante señorita, de muy
abundante y copiosa pechera y de aspecto mas bien “ligero”.
A la vista de tan despampanante criatura, el “gorila” de la
puerta trató de impedirle el acceso al local, aduciendo al
señor que la acompañaba, que en aquél establecimiento no
estaba permitido el acceso a señoritas de “dudosa
reputación”, a lo éste le respondió: está usted equivocado,
¡esta chica es una puta. Las de dudosa reputación son las
que se encuentran dentro de la sala! … Esto nos lleva a una
conclusión: el que se corrompe con las costumbres (si no se
le destapa el conocimiento de lo que de él se ignora) se
aprovecha de la situación en un momento creada y se vende
desde su empleo o autoridad abusando bajamente de ella por
interés o por adulación (éste último caso se da por
desgracia con frecuencia y prolifera por doquier), o sea, es
el que verdaderamente ejerce la prostitución (no quien por
su aspecto exterior la aparenta) en el sentido de deshonrar,
vender su empleo, autoridad, etc. como muy bien se expresa
en el diccionario de la lengua española.
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