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OPINIÓN - DOMINGO, 3 DE FEBRERO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

El olimpo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La ultima vez que hablé con Juan Vivas fue en julio del 2007. La conversación creo que duró cuatro o cinco minutos. Y charlamos de fútbol. Del fichaje de Diego Quintero. Y a mí se me ocurrió decirle que le esperaban unos meses difíciles. Los más complicados de su mandato. Y él me respondió que todo estaba controlado.

Luego me lo tropecé en un día lluvioso cuando Vivas iba o venía de plantar un árbol, en esa campaña que patrocina, si no me equivoco, Carlos Chocrón. Y nos saludamos sin pararnos, es decir, sobre la marcha, sin más. Pero a mí se me ocurrió decirle que procurara no vivir en el olimpo. Que los tambores de guerra estaban sonando.

El presidente me respondió con la mirada que suele ir acompañada de un esbozo de sonrisa marca de la casa. Y que sólo pueden descifrar quienes lo hayan tratado con asiduidad. Le hervía en los ojos la ironía y procuraba contenerse para no decirme una guasa “caballa”. Me di cuenta, pues presumo de tenerle muy estudiado, de que se quedaba a mitad de camino entre emplearse con sorna o pararme los pies. Eso sí, dado que tiene un gran dominio de sí mismo, no dejó de sonreír hasta que nos perdimos la cara.

Confieso, eso sí, que yo no le noté nervioso, intranquilo, preocupado... Por más que él supiera que mi impertinencia, ese decirle que se bajara del olimpo, porque estaban sonando ya los tambores de guerra, era metáfora válida para recordarle lo que se le avecinaba: un ataque directo a su persona, recriminándole la gestión de algunos de sus asesores y, por encima de todo, el traslado del Mercado de Abastos a la Manzana del Revellín.

Y, claro, los ataques llegaron con una contundencia nunca antes leída en un medio que siempre había sido afín a la persona de Juan Vivas. Y mucho más al Vivas presidente de la Ciudad. Y es que antes de producirse cambio tan radical, en ese sitio primaba la censura en cuanto se escribía torcido de Vivas y ya no digamos de Gordillo.

Mas pronto descubrimos la causa por la que Vivas tenía que ser perseguido, maltratado, y a ser posible sambenitado diariamente en la plaza pública del papel decano. Había y hay en juego la concesión de varias emisoras de TDT. A partir de ese momento, cuatro o cinco personas, muy allegadas a Vivas, de toda la vida, decidieron montarle un espectáculo constante en varios medios, para causarle los trastornos consiguientes. Convencidos, pues creían conocerle al dedillo, de que éste sería incapaz de soportar las críticas acerbas y, por tanto, cedería a las primeras de cambio.

En una palabra, que no dudaría en pedir árnica, amén de acudir gustoso a someterse a las imposiciones de quienes seguían pensando que trataban con el Vivas de siempre. El funcionario metódico, con deseos de aprender, y que decía amén a muchas propuestas de los políticos porque sabía de sobra cómo se las gastan. Que cuando se les lleva la contraria son como boxeadores golpeados: el doble de peligrosos.

Pero esas personas no contaron con el Vivas actual. Un político poderoso que está respaldado por una mayoría absoluta que le ha permitido creer en sí mismo y olvidar cualquier tipo de complejo como gobernante. Y han fracasado. Pero, aun así, el presidente de la Ciudad debería evitar la tentación de frecuentar el olimpo. En realidad, no es aconsejable siquiera que lo visite. Lo cual no es fácil. Sobre todo si no tiene quien se lo recuerde a cada paso.
 

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